Sergio Dahbar (ALN).- Theodore Kaczynski fue un asesino en serie bautizado como el Unabomber, que estremeció a Estados Unidos por 18 años. Ejecutó 16 atentados enviando bombas por correo. La empresa de entretenimiento estadounidense Netflix acaba de estrenar ocho capítulos que recrean la investigación que culminó en su arresto.
Veintiún años atrás, el 3 de abril de 1996, a las 11 am, el mundo entero conoció el rostro de un hombre que había perturbado la conciencia del pueblo americano por 18 años. Era un espécimen peculiar de la tribu de los asesinos en serie, Theodore Kaczynski, matemático, con estudios en Harvard, PhD en la Universidad de Michigan y experiencia pedagógica en Berkeley. Era el Unabomber (bautizado así por enviar bombas por correo a universitarios y ejecutivos de aerolíneas). En 18 años Kaczynski ejecutó 16 atentados, mató a tres personas y desfiguró o mutiló a otras 23. Todo por encontrarse en guerra contra los efectos de la tecnología en la tierra.
Lo atraparon en un cuarto desolado de Montana, donde este matemático en guerra con la modernidad vivía sin calefacción ni agua. La prensa americana lo describió como ese tipo de personas a las que nadie puede querer.
Agentes federales interrogaron a 10.000 sospechosos e invirtieron 50 millones de dólares, en un intento sin éxito de frenar sus actividades delictivas. Su cabeza llegó a valer un millón de dólares.
Netflix acaba de lanzar Manhunt: Unabomber, serie de ocho episodios, que se centra en el desempeño del lingüista James Fitzgerald, quien ingresa en el equipo que investiga los crímenes de este científico desadaptado.
El 3 de abril de 1996, a las 11 am, el mundo entero conoció el rostro de un hombre que había perturbado la conciencia del pueblo americano por 18 años
Este hombre tímido, con dificultades evidentes para relacionarse, pero con una alta disposición a ver lo que otros pasan por alto, advertirá que toda la investigación previa no comprendía quién era ni qué pensaba el hombre que buscaban. Estaba muy lejos de entender la naturaleza del criminal que perseguían.
La serie reproduce la cacería de un gato tras un ratón preciado, y fue producida por Andrew Sodroski, Jim Clemente y Tony Gittelson. Establece un duelo entre el Unabomber y el lingüista James Fitzgerald, que se perturba con las ideas de Kaczynski. Para lograr su objetivo, este investigador deberá enfrentar también los prejuicios e ideas de sus jefes, que al principio combaten sus teorías.
¿Cuál es el trasfondo sobre el que estos productores construyeron el guión de esta serie que impacta por la veracidad de su construcción?
Kaczynski nació un 22 de mayo de 1942, en un hogar de clase trabajadora de Chicago. A los seis meses, un medicamento le produjo una alergia. La reacción fue tan fuerte que su familia debió internarlo en un hospital. Por varias semanas no tuvo ningún contacto con sus padres, de acuerdo a las exigencias de los centros sanitarios en aquella época. Aseguran que antes de ese aislamiento, era un bebé inquieto y alegre. Después, todo cambió.
Siete años más tarde, Theodore sufrió un segundo impacto: nació su hermano David, quien le robó el protagonismo en el clan familiar. Los vecinos de aquella época recuerdan a Theodore como un niño tímido, retraído, que parecía habitar un planeta propio, sin necesidad de otros seres humanos.
Kaczynski entró en Harvard a los 16 años. Su coeficiente intelectual era muy alto, cosa que afectó su desempeño. Fue en ese momento que este joven esquivo relacionó la meritocracia con la humillación. Sus compañeros de estudio recuerdan su tendencia extrema a la soledad.
A los 25 años buscó ayuda psiquiátrica: experimentó por varias semanas una excitación sexual relacionada con la fantasía de ser mujer. Mientras aguardaba en la sala de espera, imaginó cómo preguntarle al médico sobre una opción para cambiar de sexo. Pero se aterró cuando entró al consultorio y se puso a hablar del miedo que le provocaba la idea de ir a Vietnam. Al salir de la consulta, sintió ira y humillación por haber pensado que el apoyo psiquiátrico podría ayudarlo.
Las bombas empiezan a estallar
A partir de 1978, regresa a la ciudad de Lombard, donde se ha mudado su familia. Comienza a trabajar en una fábrica, bajo la supervisión de su hermano David. Se enamora de una compañera de trabajo, mantiene una breve relación de noviazgo, pero entonces, Theodore comienza a hostigar a la muchacha. La insulta cuando pasa a su lado. David se enfrenta de esta manera a una tarea ingrata: despedirlo. Por segunda vez, Theodore se siente traicionado por su hermano.
En ese momento se aísla en una porción muy pequeña de tierra en Montana, entre árboles y animales salvajes, como si fuera un ermitaño. Caza conejos, cultiva vegetales, se queja de la instalación de teléfonos en los postes, y teme que los zorrillos le contagien la rabia. Y las bombas empiezan a estallar.
A lo largo de 18 años Theodore Kaczynski planificó meticulosamente 16 atentados que poseían rasgos particulares. Estaban dirigidos contra personas que trabajaban en universidades, líneas aéreas, empresas de computación, desarrollo genético, publicidad y agencias de cabilderos que intentaban mejorar la imagen de empresas.
A los 25 años buscó ayuda psiquiátrica: había experimentado por varias semanas una intensa excitación sexual relacionada con la fantasía de ser mujer
El azar quiso que las tres víctimas mortales de sus atentados fueran el propietario de una tienda de computación, el directivo de la empresa que intentó mejorar la imagen de la Exxon después del accidente ecológico de Alaska, y el presidente de una sociedad forestal de California.
En ninguno de los casos en los que estuvo involucrado Kaczynski dejó huellas digitales. Y construía las bombas que enviaba por correo con componentes antiguos, imposibles de rastrear o ser localizada su fecha de fabricación.
David fue su némesis a lo largo de una vida tortuosa e infeliz. Ambos se fueron de casa para estudiar, ambos escaparon del yugo familiar hacia la libertad de lo desconocido y lo salvaje. David se hizo amigo de un latino solitario que vivía apartado del mundo. Leía a Gandhi, comía verduras. Y regresó a la civilización para casarse con una novia a la que amaba. Se convirtió en trabajador social. Theodore también regresó, y comenzó a matar gente.
David empezó a preocuparse. En las cartas que enviaba desde su reclusión en Montana, incluía reflexiones sobre la maldad de la sociedad industrial. Esas reflexiones aparecieron también en el Manifesto de 35.000 palabras que envió Unabomber a The New York Times y The Washington Post, y que ambos medios publicaron, convencidos de que era la única manera de tranquilizarlo.
David comenzó a hilar ideas, sumando adjetivos que se repetían en ambas escrituras. El mal parecía provenir de un mismo corazón enfermo. Cierto día de febrero de 1996, David tomó la decisión más dura de su vida: buscar un investigador privado para transmitirle al FBI la sospecha de que su hermano era Unabomber. Por tercera vez, David decepcionó a su hermano. E hizo justicia. Aunque nunca se pueda perdonar por haber cometido semejante delación.
Recibió la recompensa de la Agencia Federal de Investigaciones, pero donó 500.000 dólares a los familiares de las víctimas de las explosiones provocadas por su hermano. No cabe duda de que los griegos siguen siendo nuestros contemporáneos.