María Rodríguez (ALN).- Nayib Bukele logró captar el descontento de la población frente a los 10 años de gobierno de la izquierda y los 20 de la derecha. Bukele arrasó en primera vuelta, pero sin convencer. La participación alcanzó 51,3%, una de las más bajas de las últimas décadas. “Ha sido un triunfo de la desesperanza y el resentimiento de una población cansada de los partidos tradicionales, más que un triunfo de una oferta política clara”, opina un experto al diario ALnavío.
“Hemos pasado la página de la posguerra y ahora podemos empezar a ver hacia el futuro”, dijo Nayib Bukele tras conocerse su victoria en las elecciones presidenciales de este domingo en El Salvador. El país pone fin a 30 años de bipartidismo. 20 de derecha, con el partido Arena al frente (Alianza Republicana Nacionalista), y los 10 últimos de izquierda, bajo el FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional). Este domingo Bukele consiguió 53% de los votos. Arrasó, sí, pero con matices. La participación alcanzó 51,3%, una de las más bajas de las últimas dos décadas.
“Ha sido un triunfo de la desesperanza y el resentimiento de una población cansada de los partidos tradicionales, más que un triunfo de una oferta política clara”. Así opina Mario Zetino Duarte, director de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, en declaraciones al diario ALnavío.
Zetino recuerda que este resultado es una prolongación del “voto castigo” que a inicios del 2017 ya anunciaban las encuestas. “Más de 60% de la población señalaba que no quería que el FMLN continuara en el poder. Tampoco querían que Arena regresara”, puntualiza Zetino.
El Salvador dice adiós a Maduro con la victoria de Bukele
En este sentido, “la campaña de Bukele nunca se fundó en propuestas claras que fijen un rumbo y que se diferencien de las otras; más bien cayó en el populismo sin ofrecer nada concreto. Sus mensajes se limitaron a captar el descontento. Se planteó como un salvador para los desencantados de la derecha y más, de los de la izquierda”, recalca Zetino.
En esta línea se pronuncia Karen Estrada, miembro de la Red de Politólogas y estudiante de Doctorado en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. “Esta campaña por las presidenciales evidenció el descontento de la población hacia los dos partidos mayoritarios, que están en medio de señalamientos de casos de corrupción, provocando un desgaste interno y ante sus correligionarios”, destaca Estrada.
A esto se suma una cuestión básica que pesó entre los salvadoreños que votaron. “La población no percibe que sus problemas y necesidades básicas hayan sido resueltos por ninguno de los gobiernos, ni de derecha, ni de izquierda; lo que ha sido clave para que Bukele encabezara las encuestas desde un principio encontrando una ventana de oportunidad que supo encaminar de manera eficaz”, declara Estrada a este diario.
Un presidente antiestablishment
Bukele se presentó a la Presidencia apoyado en una coalición (GANA, Gran Alianza por la Unidad), calificada de centro derecha. Se trata de una escisión del partido Arena. Pero Bukele también tuvo vínculos con el FMLN. En 2012, una coalición que tenía al frente a este partido lo impulsó a la Alcaldía de Nuevo Cuscatlán. En 2015, y con el mismo apoyo, llegó a la Alcaldía de San Salvador. De ahí que, aunque se vendiese como un político nuevo, alejado del establishment, puede que no lo sea tanto. Al menos no logró que más salvadoreños participaran en estos comicios. Muchos prefirieron abstenerse y castigar así al bipartidismo.
Este ausentismo también “da cuenta de que sectores cercanos a los partidos tradicionales no salieron a votar”, subraya Flavia Freidenberg, investigadora titular del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y miembro de la Red de Politólogas.
“Como la campaña electoral dejó ver, esta elección se iba a convertir en crítica dado que por primera vez desde la transición -pactada- a la democracia, un tercer partido (en coalición) tenía opciones claras de ganar”, explica la investigadora. “De esta manera, un líder antiestablishment (pero que proviene del establishment) se impuso a los partidos tradicionales”, apunta Freidenberg.
¿Y ahora? “A partir de ahora estos partidos tradicionales deberán entrar en un proceso de renovación interna para recuperar la conexión con un electorado desencantado con la manera de hacer política, harto de la corrupción, agotado con la sensación de que la clase política no resuelve sus problemas y en medio de una profunda crisis de inseguridad ciudadana”, recalca la investigadora.
Problemas para Bukele
Los analistas consultados destacan que Bukele deberá hacer frente a numerosos retos. “Los problemas de gobernabilidad son enormes. Además, se enfrenta a una situación económica desastrosa, sin crecimiento y desarrollo económico, problemas fiscales; problemas sociales grandes: desigualdad, inseguridad, etc”, resume Zetino.
Con respecto al gobierno, la situación es compleja. “El partido GANA con el que se alió no es fuerte en la Asamblea, ni junto con el FMLN tiene los votos suficientes para la aprobación de leyes. Además, ya se han mostrado fisuras entre Bukele y GANA. El partido le exigirá cuota de poder y veremos qué tan dispuesto está Bukele a concederla”, dice Zetino.
Por otro lado, “Bukele no tiene la experiencia de un estadista y tendrá que construirla y demostrar su talento y la capacidad de crear alianzas con aquellos a los que ha atacado y con quienes dice estar dispuesto a romper. Ahora comienza su verdadero reto. En las elecciones legislativas de 2021 o antes, la población le pasará la cuenta”, concluye Zetino.