Leticia Núñez (ALN).- Ningún candidato ha elogiado a Michel Temer en la campaña. Nadie se ha acordado de él. No les conviene. El mandatario deja el poder después de dos años y cuatro meses con una carga demasiado pesada en su espalda: es el primer presidente en la historia de Brasil denunciado formalmente por cometer crímenes de corrupción. Temer, como destacan analistas consultados por ALnavío, es una figura tóxica. Una figura que marcará un paréntesis entre dos periodos importantes: los 13 años de presidencias del Partido de los Trabajadores y la probable llegada del ultraderechista Jair Bolsonaro. Pero no todo es negativo. La agenda reformista en economía avala al gobierno de Temer.
A Michel Temer un diputado de Bahía le definió en 1999 como un “mayordomo de una película de terror”. Fue en un acalorado debate político. Han pasado 19 años, pero aquella descripción continúa persiguiendo al presidente de Brasil, que no consigue desprenderse de la imagen de mandatario siniestro que le atribuyeron.
Temer, de 77 años e hijo de unos católicos maronitas que huyeron del Líbano, no es un presidente popular. No lo era cuando llegó al poder, el 31 de agosto de 2016 tras el impeachment a Dilma Rousseff, y tampoco lo es dos años y cuatro meses después, cuando se dispone a ceder el testigo al próximo mandatario de Brasil. Este domingo los brasileños tendrán que elegir entre el ultraderechista Jair Bolsonaro, favorito en todos los sondeos, y el sucesor de Lula da Silva, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT).
Estudios de la encuestadora Datafolha previos a la suspensión de Rousseff -declarada culpable de maquillar cuentas fiscales- señalaban que sólo el 2% de la población votaría por Temer en una elección presidencial. El mismo día de su investidura hubo protestas en las calles de Sao Paulo. Un grito unificó a todos sus críticos: “Fora Temer” (Fuera Temer).
“Temer nunca logró desvincularse de la corrupción rampante que tan lastimada ha dejado a la clase política brasileña”
Hoy, más de dos años después, la popularidad de Temer sigue por los suelos. De hecho, se despedirá del Palacio de Planalto como el mandatario más impopular de Brasil desde el final de la dictadura militar (1985) con tan sólo 3% de aprobación, de acuerdo con un sondeo de Datafolha publicado en exclusiva por el periódico Folha de Sao Paulo.
Ni siquiera Fernando Collor de Mello (1990-1992) y Dilma Rousseff (2011-2016), ambos destituidos por corrupción, llegaron a cosechar un índice de popularidad tan raquítico como el de Temer. En su peor momento, Rousseff tenía 13% de aprobación. Temer cuenta, además, con el desafortunado honor de ser el presidente con el mayor índice de rechazo, seguido de Rousseff con 71%, Collor de Mello con 68% y José Sarney (1985-1990) también con 68%, según Datafolha.
No es lo único en lo que Temer ha conseguido empeorar las marcas de los mandatarios que le precedieron. En junio de 2017 se convirtió en el primer presidente de la historia de Brasil denunciado formalmente por cometer crímenes de corrupción. Ni los destituidos Collor de Mello y Rousseff habían pasado por una situación igual. No obstante, unos meses después fue librado por la Cámara de Diputados de la destitución y de ser juzgado por el Tribunal Superior de Justicia por corrupción pasiva.
La oposición no logró los 342 votos necesarios (dos tercios) para apartar a Temer del poder. La denuncia había sido formulada por el fiscal general, Rodrigo Janot, después de que en mayo de 2017 se divulgó la grabación de una conversación entre Temer y el empresario del gigante de la alimentación JBS, Joesley Batista, donde el presidente avaló la entrega de un soborno al exdiputado encarcelado Eduardo Cunha para comprar su silencio.
Con estas credenciales, no sorprende que los analistas hablen de Temer como un político tóxico. “Temer será recordado como ‘presidente tapón’ por la historia. Un paréntesis entre dos periodos importantes. Es decir, entre los 13 años de presidencias del PT y el gobierno de Jair Bolsonaro, que no sabemos qué será pero puede marcar un periodo de polarización en la sociedad como Donald Trump en Estados Unidos y Hugo Chávez en Venezuela”, asegura al diario ALnavío Marco Bastos, analista político de la consultora Octopus Latino.
Bastos recuerda que en la campaña electoral ningún candidato ha elogiado a Temer. “Se volvió una figura tóxica”, dice al tiempo que subraya que “todo su entorno más cercano ha sido conectado con casos de corrupción, incluyendo ministros, amigos e incluso su hija”. Por ello, advierte: una vez que Temer deje el poder y pierda la inmunidad parlamentaria “existe la posibilidad real de que termine en la cárcel”.
Cabe recordar que el nombre de Temer aparece en investigaciones del Tribunal Electoral sobre la presunta financiación ilegal de la campaña de 2014 en la que Rousseff y él fueron reelegidos. También fue mencionado en un proceso sobre supuestos sobornos políticos en 2009, precisamente el año en que fue distinguido como el congresista más influyente del país. Por si fuera poco, la semana pasada la Policía Federal de Brasil pidió a la Fiscalía imputar a Temer por corrupción. Concretamente, por emitir un decreto en mayo de 2017 con el objetivo de beneficiar a compañías del sector portuario, según informó el periódico El Espectador.
A todos los escándalos de corrupción se suma que “la crisis se ha visto agudizada por el escaso crecimiento económico y el descrédito de la política tradicional”, tal como analiza Jorge Aljovín, consultor, experto en materia electoral y abogado del Instituto Tecnológico Autónomo de México, para este diario.
“En resumen, el pueblo brasileño no ha visto reflejada en su bolsillo una mejora palpable de sus condiciones de vida ni mucho menos resultados tangibles producto del paquete de reformas económicas del presidente Temer. Al contrario, el ciudadano ha visto que la precariedad se ha profundizado, por lo que hoy busca una solución de sus problemas lejos de los cánones tradicionales, hecho que se refleja en la alta votación obtenida por la ultraderecha en la primera vuelta”, dice Aljovín.
Bolsonaro, un excapitán del Ejército conocido por sus posturas xenófobas, racistas y homofóbicas, obtuvo un 46% de los votos frente a 29% de Haddad (Ver más: Bolsonaro sorprendió con más votos de lo que decían las encuestas).
A sólo dos días para que Brasil elija a su próximo presidente, estas son las luces y sombras que deja el gobierno de Temer:
¿Qué ha hecho bien Temer?
Los dos analistas coinciden en señalar como positivas las reformas emprendidas en materia económica. “A pesar de su impopularidad, Temer ha logrado una política de contención de la grave crisis económica, lo cual a nivel macro ha implicado una reducción significativa de la inflación del país”, señala Aljovín. El presidente asumió el poder con una inflación de 10,7% y termina su gobierno con los precios bajo control, por debajo de 4,5%.
Aljovín destaca “la férrea disciplina presupuestaria encarnada en la aprobación de la ley que limita el gasto público” por 20 años, según la cual ningún órgano de gobierno debe gastar en un año más de lo gastado el año anterior.
“A pesar de su impopularidad, Temer ha logrado una política de contención de la grave crisis económica”
Todo ello acompañado de una reforma laboral, que según Bastos es “la revisión más profunda desde 1930, cuando se creó la actual legislación”. Con ella, el gobierno “facilitó contrataciones y despidos. La oposición acusa la precarización, pese a que gobierno y empresarios sostienen que los menores costos laborales significarán más empleos formales. Algo que no sucedió todavía”, critica el analista.
En cuanto a realpolitik, Bastos destaca que Temer comprendió perfectamente lo que tenía que hacer para mantenerse en el poder “pese a los cargos de corrupción en su contra, la crisis económica y el escaso apoyo popular”. Tras recordar que el presidente resistió a dos peticiones de investigación en su contra en el Congreso, concluye: “Ha sido un excelente articulador político y gran conocedor de los pasillos del poder de Brasilia”.
¿En qué ha fallado?
También aquí coinciden los expertos. Bastos lo resume así: “Si bien Temer tuvo capacidad de aprobar reformas económicas en el Legislativo, eso no ha sido suficiente para reactivar los niveles de consumo, inversión y crecimiento”. El desempleo afecta a 13% de la población, a lo que se suma otro 10% de la fuerza laboral que está subempleada en trabajos part-time o incluso ha renunciado a buscar empleo, lo que en Brasil se conoce como “desalentados”.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el próximo presidente de Brasil recibirá una economía debilitada. El organismo pronostica que el país crecerá 1,4% en 2018, nueve décimas menos de lo que había calculado en abril. La huelga de camioneros desatada en mayo y el endurecimiento de las condiciones financieras a nivel mundial provocaron esta merma en las previsiones (Ver más: Así recibirá la economía el futuro presidente de Brasil).
“La percepción de su ilegitimidad de origen, y para otros la usurpación del poder, no le permitió contar con un bono democrático que facilitara la implementación de políticas de largo plazo, sino que la exigencia del aquí y el ahora terminó sepultando sus buenas intenciones”, agrega Aljovín. Pone como ejemplo la propuesta fallida de un nuevo régimen fiscal que Temer hizo en 2016 y la huelga de los camioneros.
Aparte de la economía, el otro punto clave en el que ha fallado Temer es el relativo a corrupción. “Su figura nunca logró desvincularse de la corrupción rampante que tan lastimada ha dejado a la clase política brasileña, involucrándolo en lo personal, en investigaciones que han generado la percepción de que el presidente Temer es más de lo mismo”, explica al respecto Aljovín.
Bastos, por su parte, cita las grabaciones con el empresario Batista. “Cuando el audio se hizo público, se llevó toda la credibilidad que Temer tenía. No renunció, pero después de este episodio no pudo aprobar nada más”.
¿En qué situación deja Brasil?
Desde el punto de vista económico, Bastos percibe cierto legado positivo: “Hay que señalar el control de la inflación y la idea de que el gasto del Estado no puede crecer desmesuradamente. La reforma puede tener reparos, pero el espíritu es positivo”.
Más allá de esto, Aljovín tiene claro que el gobierno saliente deja “corrupción e inseguridad”. El analista considera que si no hay una respuesta inmediata y responsable del próximo mandatario, estos problemas “redundarán en migración, crisis humanitarias, recrudecimiento de odios y surgimiento de soluciones radicales”.
Finalmente, Bastos destaca un factor más. Dice que el gobierno de Temer “marcó el regreso de los militares a la cumbre del poder decisorio en Brasil”. En este sentido, recuerda que por primera vez el Ministerio de Defensa fue ocupado por un militar y no por un civil y también por primera vez un ministro de origen militar (el general Sergio Etchegoyen) “llegó a ser una de las voces más importantes del gobierno”. De hecho, apunta el analista, “fue Etchegoyen quien decidió la intervención federal en Río de Janeiro, que significó que el Ejército asumió la Secretaría de Seguridad de ese estado”. Una tendencia, que tal como vaticina Bastos, podría agudizarse si gana Bolsonaro.
¿Qué retos tendrá que afrontar el próximo presidente brasileño?
Gane quien gane el domingo no lo tendrá fácil. Por un lado, tendrá que lidiar con el déficit del sector público, que este año será de aproximadamente 40.000 millones de dólares. Por otro lado, señala Bastos, “habrá que retomar el crecimiento. El ingreso por habitante todavía no se halla al nivel anterior a la crisis”.
Después está la epidemia de homicidios: unos 63.000 el año pasado, según el analista. Y a todo ello se suman el descontento de los ciudadanos por la corrupción y los deficientes servicios públicos.
En lo político, el sucesor de Temer recibirá “un país polarizado” y tendrá que gobernar con un Congreso sin mayorías, “donde la gobernabilidad estará a prueba día a día”, según Aljovín. “El nuevo gobierno requerirá más que nunca resultados inmediatos en temas tan sensibles para la población como la economía, la seguridad y, sobre todo, el combate directo contra la corrupción con el propósito de demostrar que no es más de lo mismo. Menudo reto”, concluye.