Sergio Dahbar (ALN).- El Museo Judío de Amsterdam acoge la primera gran retrospectiva del socio más discreto de los cuatro fotógrafos que fundaron la agencia Magnum, David “Chim” Seymour.
Merece especial atención -en un momento tan crítico del mundo- la retrospectiva de la obra de uno de los fotógrafos esenciales del siglo XX, David “Chim” Seymour. Por la historia de su familia y la de tantos europeos que desaparecieron en el vértigo de la Segunda Guerra Mundial, Seymour dejó que su ojo estuviera muy atento a la gente que se desplazaba por el mundo sin otra patria que la desolación.
Una de las investigadoras que más ha trabajado el desarrollo de su obra, Carole Naggar, lo define de esta manera: “Es imposible separar el desarrollo de Chim como un fotógrafo profundamente empático, en sintonía con la difícil situación de las personas desplazadas, refugiados, niños y todos aquellos en riesgo durante los conflictos armados”.
La retrospectiva incluye 150 fotografías y un centenar de revistas y documentos personales. En la sala conviven tomas de la miseria y el dolor de los niños de la segunda postguerra mundial con instantáneas de Sofía Loren
Seymour nació en Varsovia, Polonia, en 1911. La familia lo bautizó Dawid Szymin. Hijo de editores de libros, estudió en Europa y desarrolló su pasión por las imágenes en revistas de izquierda de Francia, antes que la vida lo convirtiera en un errante que parecía huir del horror de perder a su familia en el Holocausto.
David Szymin (asumió el Seymour en 1942) estudió artes gráficas en Leipzig, Alemania, y se mudó a París en 1932 para continuar estudios en La Sorbona. A su llegada encontró trabajo en la agencia de fotografía Rap, donde se hizo amigo de Robert Capa y Henri Cartier-Bresson. En 1934, Szymin transformó su apellido en “Chim”, para hacerlo más ligero y menos judío. Ya había publicado extensamente en Regards, semanario francés con el que se asoció hasta 1939. Se hizo relevante por sus contundentes fotografías del Frente Popular en París y la Guerra Civil Española.
En 1939 documentó para la revista francesa Paris-Match el viaje de 150.000 españoles republicanos a México. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial se mudó a Nueva York. En 1942, ingresó en APID, Destacamento de Interpretación Fotográfica Aérea de Estados Unidos. Ubicado en Medmenham, cerca de Londres, pasó la Segunda Guerra Mundial como intérprete de fotografía de reconocimiento aéreo. Analizó imágenes tomadas por aviones Spitfire que sobrevolaban Europa captando cualquier información potencial que sirviera para combatir los planes de los alemanes.
La retrospectiva
La retrospectiva, inaugurada en el Museo Judío de Ámsterdam, incluye 150 fotografías y más de 100 revistas y documentos personales, curados por especialistas del Centro Fotográfico de Nueva York. En la sala conviven tomas de la miseria y el dolor de los niños de la Segunda Guerra Mundial, con instantáneas de Sofía Loren en traje de baño, en su casa de Nápoles. Parece algo incoherente, pero en el trabajo de Chim sobresalen contrastes que se complementan.
La muestra se abre con un retrato de David Seymour. Es una foto de su colega de la agencia Magnum, el gran Elliott Erwitt. Mirada pícara, cejas arqueadas, traje oscuro, corbata de seda y cigarrillo entre los dedos. En 1947, Seymour cofundó la mitológica Magnum con Robert Capa, Henri Cartier-Bresson y George Rodger.
“Es imposible separar el desarrollo de Chim como un fotógrafo profundamente empático, en sintonía con la difícil situación de las personas desplazadas, refugiados, niños y todos aquellos en riesgo durante los conflictos armados”
En 1948, la Unesco lo envió como consultor especial a cinco países europeos (Austria, Grecia, Hungría, Italia y su Polonia natal) para registrar el destino de 13 millones de niños huérfanos, desplazados, heridos, o discapacitados por la guerra.
En esta serie sobresale una de las imágenes más notables de todas las que tomó con su cámara, la de Tereska, niña polaca en una escuela de Varsovia para niños con problemas mentales después de lo que habían vivido. Ella dibuja su hogar en la pizarra. Pero todo lo que puede hacer es una red enmarañada de líneas de tiza que expresan el caos en el que se había convertido su vida después de la contienda.
El mejor fotógrafo de Magnum
Seymour era un hombre elegante e inteligente, que hablaba seis idiomas con fluidez, jugaba al ajedrez y al ping-pong, y siempre deseaba encontrarse ubicado en el lugar donde ocurren los hechos. Fue uno de los primeros en pensar la fotografía en secuencias, en escribir textos y leyendas que acompañan con una narrativa particular sus informes, ya sea sobre los puertos de Marsella o el funeral del escritor Henry Barbusse en el cementerio Père-Lachaise. Su entrenamiento en artes gráficas le dio una perspectiva singular a las composiciones que armaba con los diferentes intereses de su obra.
En 1950, otra vez contratado por la Unesco, Seymour viajó por el sur profundo de Italia con su amigo, el escritor Carlo Levi, para documentar el analfabetismo. Encontró escuelas improvisadas sin electricidad ni calor, donde ancianos y niños aprendían a leer y escribir. También capturó varias historias sobre rituales religiosos y festivales. Y no dejó fuera a las celebridades que entraban y salían de los estudios de cine Cinecittá.
En esos años recuperó la relación que había construido con la actriz Ingrid Bergman, a la que conoció cuando fue novia de Robert Capa. Bergman estaba casada en ese momento con Roberto Rossellini y Seymour la retrata sola y con sus hijas, en unas tomas que se publicarán en revistas europeas. También retrata a Truman Capote y Sofia Loren.
“Quiero estar en el corazón de los hechos”, escribe Seymour en la última carta que le envía a sus compañeros de Magnum. A la muerte de Capa tuvo que dirigir la agencia, pero no era un hombre de oficina. Rápidamente se encamina hacia el Canal de Suez. Allí está a punto de declararse la Guerra del Sinaí, después de que el 31 de octubre de 1956 Francia e Inglaterra bombardearan la zona para obligar al presidente Gamal Abdel Nasser a que no nacionalizara el canal.
El 10 de noviembre Seymour se levantó con la idea de cubrir un intercambio de prisioneros, pero unos disparos se atravesaron en el camino. Había huido de la muerte en Polonia, pero en Egipto no pudo salir ileso. Cuatro días después del alto al fuego, fue asesinado, junto con su colega francés Jean Roy, por un francotirador egipcio.
Robert Capa aseguraba que David Chim Seymour era el mejor fotógrafo de Magnum. Lo certificaban miles de imágenes captadas en el campo de batalla y en zonas del planeta donde la guerra había dejado devastación y locura. Lo ratifica esta enorme retrospectiva que regresa a Europa por Ámsterdam. Ubica su nombre en el Olimpo de los grandes fotógrafos contemporáneos, testigos de las confrontaciones que marcaron el siglo XX.