Pedro Benítez (ALN).- Hace pocas horas ocurrió la mayor deportación nunca antes vista de presuntos narcotraficantes de México a Estados Unidos. En total 29 individuos, que incluyen a los líderes u operadores financieros del Cártel del Golfo, los Beltrán Leyva, Los Chapitos, Los Zetas, Sinaloa o Jalisco Nueva Generación, entre otros. Prácticamente no hay grupo del narco mexicano que no haya sido tocado por esta operación, inesperada por su magnitud.
Pero de todos los deportados el más notable es Rafael Caro Quintero, fundador del Cártel de Guadalajara, conocido en los años ochenta como “El Narco de Narcos”. Durante cuatro décadas las autoridades antinarcóticos estadounidenses quisieron ponerle las manos, porque lo acusan de la brutal tortura y asesinato del agente de la DEA Enrique “Kiki” Camarena y de su piloto Alfredo Avelar en 1985. Se conocen los detalles de suplicio al que Camarena fue sometido porque sus captores lo grabaron en cinta de audio, en la que se les escuchaba llamar a un médico para que lo reanimaran cuando se desmayaba, y poder seguir con las torturas y las preguntas.
Fue una venganza. Camarena se había infiltrado dentro del Cártel de Guadalajara en 1981 haciéndose pasar por un humilde agricultor. Pero su trabajo permitió la segunda mayor operación antidrogas efectuada por la DEA hasta ese momento, en colaboración del Ejército mexicano, en las se quemaron miles de hectáreas de sembradíos de marihuana y se incautaron 13,8 toneladas métricas de cocaína propiedad de Gonzalo Rodríguez Gacha y Pablo Escobar Gaviria.
Sin embargo, la sevicia del crimen provocó una indignación tan generalizada en todo el gobierno de los Estados Unidos, del presidente Ronald Reagan para abajo, que provocó una seria crisis entre los dos países. Bajo una enorme presión de su vecino el presidente Miguel de la Madrid ordenó detener a los dos principales sospechosos del secuestro, uno de los cuales era Caro Quintero. Cinco años después fueron detenidos Félix Gallardo, socio de Quinteto y el cuñado del expresidente Luis Echeverría Álvarez.
Lo truculenta de esa historia dio pie a varios documentales y a la sospecha de que el narco había penetrado a la DEA e incluso a la CIA.
Caro Quintero pasó 28 años en prisión por varias condenas, pero no fue extraditado a Estados Unidos, siendo liberado en agosto del 2013 por una cuestionada decisión de un tribunal penal del estado de Jalisco. No obstante, en enero de 2015 la Justicia mexicana nuevamente lo declaró culpable del asesinato de Camarena, emitiendo una nueva orden de captura en su contra. Por su parte, el FBI lo incluyó en su lista de los diez fugitivos más buscados, ofreciendo una recompensa de veinte millones de dólares. Esa era la cifra más alta ofrecida por la detención de un narcotraficante.
En julio de 2022 fue detenido por fuerzas de la Marina mexicana en la sierra de Sinaloa.
Cuando fue capturado por primera vez con 30 y pocos años de edad, Caro Quintero poseía una inmensa fortuna, con decenas de propiedades inmobiliarias, discotecas, agencias de automóviles, hoteles, e incluso acciones en compañías extranjeras y al estilo de Pablo Escobar también financió obras sociales. Su vida dentro y fuera de cárcel se transformó en un mito, inspirando narco corridos y hasta fue interpretado en la serie Netflix, Narcos.
Pese a toda esta biografía y las presiones de Washington, siete presidentes mexicanos evadieron deportarlo al norte de la frontera, incluyendo a Andrés Manuel López Obrador (AMLO), bajo cuya administración volvió a la cárcel. Pero en esta ocasión se dilató su extradición alegando dos amparos presentados ante los tribunales.
Pues bien, esta historia acaba de dar un giro porque Claudia Sheinbaum ha hecho los ninguno de sus antecesores se atrevió. La tarde de este viernes un avión del Ejército mexicano lo trasladó a Nueva York donde, esposado de pies y manos, fue entregado a decenas de agentes de la DEA. El capo, de 72 años, ya fue puesto a la orden de un tribunal de esa ciudad y tiene cargos también en Texas y Arizona.
Las razones de la actuación de la presidenta Sheinbaum son obvias, es su respuesta contra reloj a la doble presión de la administración Trump que como una tenaza amenaza con el famoso arancel del 25% contra las mercancías mexicanas, por un lado, y la orden ejecutiva que, por el otro, designó a seis cárteles mexicanos y dos pandillas sudamericanas (el Tren de Aragua y la Mara Salvatrucha) como organizaciones terroristas internacionales. La primera coacción puede sumergir a México en una grave crisis económica (el 80% de sus exportaciones van al mercado estadounidense), la segunda una intervención militar, como lo ha planteado el vicepresidente J.D. Vance y varios senadores republicanos en Washington. “Si no lo hace el gobierno de México, lo haremos nosotros”, han dicho.
En vista de lo anterior los mandos del Ejército, la Marina, la Fiscalía y la Guardia Nacional mexicanos se están coordinando con el secretario de Estado Marco Rubio a fin de mostrar resultados. El gobierno de Sheinbaum está efectuando una ofensiva sin precedentes contra el Cártel de Sinaloa, principal productor de la droga sintética.
Curiosamente, estos resultados que la administración Trump podría exhibir como un éxito de su política de amenazas, pasan por debajo de la mesa. Así, por ejemplo, la rueda de prensa que fiscales y agentes de la DEA dieron en Nueva York celebrando la extradición de Caro Quintero fue opacada por el esperpéntico espectáculo acontecido en el Despacho Oval contra Volodimir Zelenski en esos mismos instantes. Un caso raro de autosaboteo trumpista.
@PedroBenitezF