María Rodríguez (ALN).- El Nobel de Literatura peruano apoyó el ascenso de Pedro Pablo Kuczynski a la Presidencia de Perú en junio de 2016. Argumentó que con su victoria el país se salvó del “retorno al poder de la mafia fujimorista”. Sin embargo, cuando llegó el perdón presidencial al exmandatario Alberto Fujimori, al escritor se le acabó la paciencia. Ahora acusa a PPK de traidor.
El Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa es el escritor que con más ahínco se ha dedicado a expandir y defender la cultura hispana, en especial de América Latina. En ese afán porque la región prospere al margen de populismos y corrupción, y que se cuide y respete al máximo los derechos humanos, Vargas Llosa siempre ha reservado un lugar prioritario para Perú, su tierra natal, donde es toda una autoridad intelectual. Por ello, el indulto al exmandatario Alberto Fujimori -condenado a 25 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad- ha colmado la paciencia del Nobel.
Vargas Llosa no se achanta ante el presidente Pedro Pablo Kuczynski. Ya no es ni Pedro ni Pablo, sino Judas. Y es que ahora lo acusa de traidor, aunque no siempre tuvo esa opinión de él. A la turbulencia política de Perú el Nobel le ha dedicado tres artículos, publicados en el diario El País. En el primero de ellos, fechado en junio de 2016, el escritor afirmó que, en las elecciones presidenciales, celebradas ese mes, votó por Kuczynski. También subrayó que el triunfo ajustado de PPK “salvó a Perú de una catástrofe: el retorno al poder de la mafia fujimorista”.
Vargas Llosa: “Kuczynski negociaba a escondidas con el hijo del dictador o con el dictador mismo un sucio cambalache”
Visto este artículo con la perspectiva actual, Vargas Llosa ya advirtió de lo que ahora se le ha venido encima al presidente Kuczynski: la presión de los fujimoristas para hacerse de nuevo con el poder. En ese momento, el escritor alertó de que ese nuevo Gobierno, encabezado por PPK no iba a tener la vida fácil con un Parlamento en el que el fujimorismo controlaba la mayoría de los escaños.
Y así ha sido, hasta tal punto que el presidente casi pierde el cargo por “permanente incapacidad moral” por un Congreso donde una mayoría fujimorista le había tumbado ya cinco ministros. Se salvó de la destitución gracias a 10 abstenciones de un grupo de congresistas, encabezado por Kenji Fujimori, hijo de Alberto Fujimori.
El Gobierno peruano negó el trueque, pero Vargas Llosa, como la clase política del país, no se lo cree. “Kuczynski negociaba a escondidas con el hijo del dictador o con el dictador mismo un sucio cambalache”, apunta el escritor en su último artículo en El País -titulado ‘La traición de Kuczynski’ y publicado el 31 de diciembre de 2017.
En dicha columna, Vargas Llosa recuerda la advertencia que dice haberle dedicado al presidente la última vez que se vieron. Fue en Madrid, en junio de 2017, donde PPK se encontraba de visita oficial y ya había voces que apuntaban a un posible perdón presidencial a Fujimori. “Ojalá no pases a la historia como el presidente que amnistió a un asesino y un ladrón”, le dijo a PPK.
En julio de 2017, en otro artículo titulado ‘¿Indultar a Fujimori?’, Vargas Llosa recordó más extractos de la conversación con PPK en Madrid. “Nunca me indicó que tuviera la menor intención de hacerlo [indultar a Fujimori]; sólo que, como le llegaban numerosas cartas y documentos pidiendo el indulto por razones de salud, había entregado todo ese material a tres médicos a fin de que le informaran sobre el estado del reo”, explicó el escritor.
Vargas Llosa: “Las próximas elecciones son fundamentales para que el fujimorismo consolide su poder”
En ese momento, Vargas Llosa calificó a PPK de “un demócrata cabal y una persona demasiado decente para cometer un desafuero tan insensato”. De hacerlo, como así ha sido, “no sólo sería una ilegalidad; también una traición a los electores”, adelantó.
El Nobel de Literatura, claramente decepcionado, nunca imaginó que PPK firmase el indulto (humanitario) a Fujimori. Tampoco que “tras la figura bonachona de ese tecnócrata benigno que parecía Kuczynski, se ocultara un pequeño Maquiavelo ducho en intrigas, duplicidades y mentiras”, apunta Vargas Llosa en el texto. En otras palabras: de “salvador” de la patria a “traidor”.
Vargas Llosa también subraya en su artículo de fin de año uno de los momentos más criticados del discurso de PPK en el que anunció el indulto. En concreto, cuando el presidente llamó “errores y excesos” a los asesinatos colectivos, torturas, secuestros y desapariciones cometidos por Fujimori. Para Vargas Llosa, con dominio absoluto del lenguaje literario, político y filosófico, no puede haber equívoco en este intento de PPK de edulcorar la situación. Y de nuevo sale a relucir esa postura combativa del escritor contra la vulneración de los derechos humanos, la misma que mantiene contra el gobierno de Nicolás Maduro ante la dura crisis política, económica y social que padece Venezuela.
El poder para el fujimorismo
El escritor es consciente del poder que se le abre ahora al fujimorismo en Perú. “Gracias a Kuczynski, no sólo tiene el control del Parlamento, también del Ejecutivo, pues PPK, con su pacto secreto, no ha utilizado al exdictador, más bien se ha convertido en su cómplice y rehén”, apunta Vargas Llosa.
En este sentido, “en adelante, PPK deberá servirlo [al fujimorismo], o le seguirán tumbando ministros, o lo defenestrarán. Y esta vez no habrá demócratas que se movilicen para defenderlo”, aventura el escritor.
¿Qué está en juego con la posible vuelta del fujimorismo? Según Vargas Llosa el período democrático que redujo la violencia e impulsó la economía y la imagen internacional de un país que atraía inversiones y parecía un ejemplo a seguir por los países del tercer mundo que aspiran a dejar atrás el subdesarrollo.
El siguiente paso para el fujimorismo está en las elecciones de 2021. Según Vargas Llosa, este sector las espera con impaciencia “ya que es más seguro gobernar directamente que a través de aliados de dudosa lealtad”, en alusión a PPK. Por ello, las próximas elecciones serían fundamentales para que el fujimorismo consolidase el poder, “como en aquellos 10 años en que gozó de absoluta impunidad para sus fechorías”, sentencia el Nobel.