Pedro Benítez (ALN).- A inicios de este año una serie de devastadores incendios forestales devastaron extensas zonas de Chile; la tragedia, que dejó más de un centenar de fallecidos e importantes pérdidas materiales, le dio la oportunidad al presidente Gabriel Boric de mejorar su posición ante la opinión pública demostrando que su gobierno podía estar a la altura de las circunstancias. De hecho, la aceptación en los sondeos que evalúan su gestión se incrementó por primera vez en dos años, en una situación similar a la experimentada por su antecesor Sebastián Piñera, en ocasión derrumbe de la mina San José en agosto de 2010.
En casi todas partes del mundo es muy común que en medio de situaciones de esta naturaleza las sociedades dejen a un lado sus disputas políticas cotidianas y se unan detrás del liderazgo institucional del país; se aprecia como legítimo que los gobernantes de turno se beneficien políticamente, siempre y cuando demuestren una capacidad de respuesta que el público considere satisfactoria. También ha ocurrido lo contrario, como la lluvia de críticas que cayeron sobre el ex presidente George W. Bush en lo que se consideró como deficiente respuesta a la destrucción provocada por el paso del huracán Katrina en la ciudad de Nueva Orleans en 2005. A partir de allí su popularidad nunca más volvió a levantar.
En ese sentido el manejo que el (des) gobierno venezolano le ha dado a la tragedia acontecida en Cumanacoa por el desbordamiento del río Manzanares el pasado 2 de julio ha sido notable. Fiel (o prisionero) del estilo chavista, no dejó pasar la oportunidad para promover la división y enfrentamiento entre los venezolanos aprovechando los mensajes de varias cuentas X que, sin la mención de quien ejerce de jefe de Estado y de Gobierno, hubieran pasado casi desapercibidas ante el incidente no aclarado del cual habría sido víctima la vicepresidenta ejecutiva. Sin embargo, lo realmente importante es que se ha puesto en evidencia (una vez más) la ineptitud que ha caracterizado su gestión desde que se sentó en la silla presidencial de Miraflores en 2013. Maduro ha esperado una semana para hacer acto de presencia en lugar de la desgracia. Resulta, al menos, una curiosa actitud de quien se encuentra en plena campaña a la re-reeleción.
Hoy sabemos la razón gracias a un video (bendita sea la memoria digital) donde su antecesor le reclama a sus colaboradores inmediatos, incluyéndolo a él, por la ineficiencia a la hora efectuar las obras prometidas luego del desastre natural que, hace justamente doce años, arrasó con esa misma población. Situación que también explica la actitud de varios de los habitantes de Cumanacoa que expresaron su comprensible indignación, tanto al gobernador de esa entidad, como al propio candidato/presidente.
Maduro y compañía han quedado retratados de cuerpo entero. El municipio Montes del estado Sucre es un botón de muestra del inmenso descontento nacional contra una élite de poder inepta y rapaz, exclusivamente interesada en preservar a toda costa sus privilegios. Maduro está luchando contra ese descontento.
La apuesta
En vez de haber aprovechado los últimos seis años o, para ser más caritativos, desde finales de 2020 a esta parte, a fin de mejorar las condiciones económicas y sociales del país, lo apostó todo a la división y a las contradicciones del campo opositor. Al contrario de lo que nos vende la propaganda oficial y filo oficial, que nos presenta a un gobernante acosado por el “bloqueo imperial”, pudo haber conseguido la flexibilización de las sanciones financieras y comerciales a cambio de una importante liberalización política interna. Una transacción que le hubiera permitido llegar a estas alturas del 2024 en condiciones electorales competitivas. De hecho, esa fue la oferta que los enviados de la Casa Blanca le formularon personalmente en Caracas en marzo de 2022, quince días después del inicio de la invasión rusa a Ucrania.
Pero resulta ser que a Maduro nunca le ha interesado gobernar, lo suyo es dominar. Él es la persona menos interesada en que esas sanciones sean levantadas. Ha preferido usarlas como propaganda para la agitación y medio complementario de control sobre una sociedad cautiva del Estado/Partido. Su visión de país es la de una gigantesca misión vivienda donde todo el mundo depende de la mano que da y quita de acuerdo a su divina voluntad; bonos, bolsas clap, gasolina subsidiada y bombonas de gas. Y al que no les guste, pues que se vaya. Esa es la perversa escuela castro cubana. Contra eso lucha la oposición venezolana.
Para el resto de la estrategia allí tenía como puchimbol (sic) a esa misma oposición; frustrada, impotente, dividida, presa de sus contradicciones y desconectada del país. Por eso el aparato de desinformación oficialista (y para oficialista) repite machaconamente que “esta oposición no aprende”. Esa frase no solo busca alimentar la desesperanza y la frustración, también pone de manifiesto el gran desprecio que se siente por el adversario. Grave error.
Maduro y la legitimidad internacional
Maduro ha necesitado esa misma oposición a fin de recuperar la legitimidad internacional que se le ha escapado desde que le dio un golpe de Estado a la Asamblea Nacional electa en diciembre de 2015. El sistema de dominación chavista no es perfecto, tiene sus puntos de fuga. En ese sentido, se dio por supuesto que María Corina Machado (MCM) cumpliría el papel de la opositora radical, la extremista; en el diseño estratégico ella llamaría a la abstención y dividiría el voto opositor. Si nos tomamos la molestia de revisar la catarata de mensajes propalados por la red de medios públicos durante todo el 2023, verificaremos la infinidad de veces en las que se insistió en asegurar que ella desconocería los resultados de la primaria cantando fraude; la “maquinaria” de los partidos derrotaría el voto espontáneo. Pero resulta ser que la maquinaria siempre pierde. Perdió entonces, perdió en diciembre de 2015 y volverá a perder el próximo 28 de julio.
María Corina y el engaño
Consciente o por pura intuición (algún día se sabrá), MCM ha venido cumpliendo al pie de la letra con la máxima del Arte de la Guerra según la cual el objetivo central consiste en engañar al enemigo. Ha hecho exactamente todo contrario de lo que se suponía que haría, desbaratando todos los planes y estratagemas de la sala situacional (una y otra vez), mientras ha ido arrastrando detrás de si el colosal descontento nacional.
La ex diputada y fundadora de Súmate ha pasado de ser la figura política emergente de la clase media más antichavista del Este de Caracas, a la más importante líder popular que tiene el país hoy. La esperanza de los desheredados y de millones de quienes pusieron su fe en las promesas de redención que en su día hizo la “revolución bolivariana”. Ella simboliza el fracaso histórico del chavismo. En secreto los miembros del alto mando político lo saben, aunque no lo admitan. La leona creció y escapó de la jaula; ahora recorre todo el territorio nacional transformando el descontento en los votos que tienen acorralado a Maduro. El cazador está a punto de ser cazado.
El sucesor es víctima de su propia trampa. Mezcla perfecta de incompetencia, codicia y soberbia. Hoy tiene el poder, pero todas sus opciones son malas (para él). Le toca escoger la menos mala.