Pedro Benítez (ALN).- Las circunstancias no le dan tregua a Nicolás Maduro. La guerra de precios del barril de petróleo entre Rusia y Arabia Saudita puede ser una amenaza más potente para su poder sobre Venezuela que las sanciones comerciales de la Casa Blanca. ¿Puede Maduro sobrevivir esta vez?
Corría octubre de 2014 cuando empezó un dramático derrumbe de los precios mundiales del petróleo. Por entonces Nicolás Maduro se dirigía a cumplir dos años ejerciendo el cargo de presidente de Venezuela. Su arranque no había sido prometedor. En abril del año anterior se había impuesto por unos pocos miles de votos en una cuestionada elección al candidato de la unidad opositora. La bomba de tiempo económica que le había dejado montada su antecesor le explotó. Pese a que el precio del barril de crudo venezolano estaba en casi 100 dólares en el mercado mundial en 2013, la inflación en Venezuela se disparó, el bolívar fuerte se devaluó rápidamente de 4,30 a más de 20 por dólar, se empezó a agudizar el desabastecimiento de productos básicos y la economía en general se desaceleró para entrar en recesión.
Para completar el cuadro en febrero de 2014 se desató una ola de protestas estudiantiles en varias ciudades venezolanas que fueron respondidas con una feroz represión por parte de la Guardia Nacional (GNB) y los cuerpos policiales. El número de presos políticos se incrementó drásticamente. Las denuncias sobre graves violaciones a los derechos humanos se multiplicaron. La opinión pública internacional comenzó a ver a la Venezuela chavista con otros ojos y a Maduro se le empezó a llamar dictador.
El descontento político y social era alimentando por el rapidísimo deterioro de la economía que tomó a los venezolanos por sorpresa. Dentro del chavismo había conciencia de la necesidad de reformar el modelo. Nelson Merentes, presidente del Banco Central de Venezuela (BCV), y Rafael Ramírez, por entonces el todopoderoso vicepresidente del área económica, ministro de Petróleo y presidente de PDVSA, defendían abiertamente la pertinencia de hacer ajustes fiscales y económicos que incluían un aumento del precio de la gasolina. Incluso el Tercer Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) llegó a aprobar en agosto de 2014 el conjunto de reformas que Ramírez planteó para “salvar el proyecto socialista”.
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Ramírez más que nadie sabía del deterioro de la industria petrolera venezolana. Él había sido el protagonista de ese deterioro cumpliendo al pie de la letra las insensateces ordenadas por Hugo Chávez. La producción de petróleo no sólo estaba estancada sino que además estaba cayendo. Pero una vez que el poder pasó a Maduro curiosamente Ramírez quiso rectificar. Pero el heredero no sólo le bloqueó esa reforma sino que lo sacó del alto gobierno.
Maduro no quería tocar nada del legado de su antecesor que básicamente eran subsidios masivos y populismo desenfrenado. Aunque es un tema que por lo visto nunca le ha interesado, probablemente se sentía respaldado por unos precios del petróleo que desde 2011 habían estado alrededor de los 100 dólares el barril.
Pero en octubre de 2014 estos precios se desplomaron a los 86 dólares. En noviembre siguiente a 76 y en diciembre a 60. Enero de 2015 cerró en 47 dólares por barril, el más bajo desde la crisis económica mundial de 2009. Los precios se estabilizaron unos meses para volver a caer. 2016 comenzó con el precio del crudo en 29 dólares.
Como a diferencia de Noruega o Arabia Saudita, la Venezuela chavista no había ahorrado ni un centavo de ese largo auge de ingresos petroleros que la prepararan para los previsibles años de las vacas flacas, el país no tenía colchón financiero para amortiguar la drástica caída de sus ingresos. Pero como si eso no fuera suficientemente malo, la producción petrolera también estaba cayendo, pero no por una decisión deliberada como hacían (y ahora vuelven a hacer) los saudíes, sino por el deterioro de la industria debido a la falta de inversión.
De modo que Venezuela perdía por los dos lados: menos producción y precios más bajos, en un país en el cual la dependencia del ingreso petrolero se había exacerbado en la era chavista por el hostigamiento constante al sector privado.
De modo que Maduro ya sobrevivió a una drástica caída de los precios del petróleo y eso podría volver a ocurrir una vez más. Sí, su margen de maniobra en esta ocasión es mucho más reducido que en 2015 o 2016. Pero nadie esperaba que la debacle de Venezuela llegara a estos extremos.
Era la tormenta perfecta. No había forma ni manera de que Maduro sobreviviera. Sólo un drástico giro en su concepción económica podía salvarlo. Pero no quería que lo acusaran de “traicionar el legado” de Chávez, así que siguió empeñado en la vía al socialismo, pero sin dinero. Una de las consecuencias fue la estrepitosa derrota electoral que el chavismo se llevó en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015. Desde cierto punto de vista era lógico que se pensara desde la oposición que el cambio era inevitable y sólo cuestión de tiempo.
Pero el hiperpopulista régimen chavista no colapsó. Colapsó Venezuela. De 2013 a esta parte el país ha perdido el 60% de su PIB y el 18% de su población en aras de sostener a los herederos en el poder. Eso sí, en vez de repartir subsidios han repartido represión.
Este es el plan de Maduro hoy
De modo que Maduro ya sobrevivió a una drástica caída de los precios del petróleo y eso podría volver a ocurrir una vez más. Sí, su margen de maniobra en esta ocasión es mucho más reducido que en 2015 o 2016. Pero nadie esperaba que la debacle de Venezuela llegara a estos extremos. En contra de todos sus instintos ha aceptado (que no realizado) cambios en la economía. Liberación de precios y de importaciones. Dolarización parcial. La tesis de Tareck El Aissami de acercarse al sector privado se ha ido imponiendo (al menos por ahora) sobre los radicales de izquierda.
La clave del sostenimiento de Maduro reside en que la coalición dentro del chavismo se mantenga. Si esta se quiebra, cae.
Por lo tanto, la pregunta es si eventos inesperados como el coronavirus (el cisne negro), la caída de la demanda mundial de combustible y la guerra petrolera entre Rusia y Arabia Saudita, van a tener algún impacto en esa coalición de intereses.
Maduro le dice hoy a los miembros de esa coalición que hay que resistir un poco más. Aguantar este 2020. Esperar a que Donald Trump se reelija y entonces olvide el tema Venezuela. Que a Estados Unidos y a Europa no les quedará más remedio que aceptarlo en el poder. Entonces negociarán, se levantarán las sanciones, la economía mejorará y el chavismo será eterno. Ese es el plan de Maduro hoy. Esa es su oferta.
Pero las circunstancias ni los eventos inesperados le dan tregua.