Juan Carlos Zapata (ALN).- Allí está la orden. Allí está el libreto. De Nicolás Maduro el cruel. El tirano, como bien suele decir ahora el expresidente de España, Felipe González. Desde que se sentó en la silla del Palacio de Miraflores, Maduro no ha hecho más que cumplir esa sentencia. La línea dura de la represión y el terror.
No necesitan los esbirros del Servicio Bolivariano de Inteligencia, Sebin, y de la Contrainteligencia Militar, DGCIM, un libreto cubano para matar. Sólo necesitan un relato. Una puesta en escena. Un ministro que abunde en detalles sobre una supuesta conspiración -un complot más-, un intento de magnicidio -otro más- y la amenaza para eliminar a ministros y funcionarios del Estado. Pero sobre todo, necesitan un jefe que desde las alturas diga esto que acaso se ha olvidado ya:
-¿Ustedes vieron lo que pasó en Turquía? Erdogan se va quedar como un niño de pecho para lo que va a hacer la revolución bolivariana si la derecha pasa la frontera del golpismo.
“Señores Generales y Almirantes, ¿acaso todavía no se han dado cuenta en el harapo que han convertido a nuestra amada Patria? ¿Acaso no tienen información de los que están al frente y detrás del saqueo de nuestro País? ¿Acaso no ven la ejecución práctica del terrorismo de Estado del que hace uso Maduro para permanecer en el poder?”
“La dictadura nos ha dado sobradas pruebas de estar dispuestos a asesinarnos y acabar con nuestras familias (…) La dictadura de Maduro es el enemigo que hay que enfrentar y derrocar”
Cristopher Figuera
Allí está la orden. Allí está el libreto. De Nicolás Maduro el cruel. El tirano, como bien suele decir ahora el expresidente de España, Felipe González. Desde que se sentó en la silla del Palacio de Miraflores, Maduro no ha hecho más que cumplir esa sentencia. Tampoco necesitaba el ejemplo de Recep Tayyip Erdogan arremetiendo contra la oposición turca para lanzar esa sentencia que, más que intimidatoria, define al personaje que usurpa el poder en Venezuela.
Ya la suma de muertos asciende a 200. Es la cuenta del régimen de Maduro. Un saldo que siendo un escándalo, no expresa de manera correcta lo ocurrido. Las cifras son frías en perspectiva. Otra cosa es decir que son muertos de la represión y la tortura, brutales asesinatos a la luz del día, en el silencio de la noche, en la calle y en las plazas, o en las cárceles del oprobio. No es gratuito que el régimen de Maduro esté bajo observación de la ONU, desde que la Alta Comisionada para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, dejó en Caracas una representación permanente de su oficina.
Porque Maduro encarna la represión. Es suyo el plan de convertir la Guardia Nacional en una maquinaria como nunca antes vista en Venezuela y cuidado si en América Latina. Es suya la decisión de las Fuerzas de Acción Especiales, FAES, que aniquila gente en los barrios. Es suya la decisión de perseguir. De allanar. De mentir. De acorralar al Parlamento. De mandar al exilio a diputados. De empujarlos al asilo en sedes diplomáticas. Es él quien hace posible la masacre de Santa Elena de Uairén. Es él quien permite el activismo de los colectivos paramilitares violentos. Es de él la idea del terror rojo de estos tiempos. En verdad, Erdogan es un niño de pecho comparado con Maduro, y a lo mejor todavía no hemos visto al peor Maduro, o quizá un aspecto que defina lo peor que puede ser, es la insensibilidad manifiesta ante el éxodo de venezolanos. Dirá también que son mentira las caravanas de mujeres, jóvenes y niños por las carreteras andinas, por los páramos de Colombia, Ecuador y Perú.
Maduro sabe -¿y cómo no saberlo?- que en las cárceles del Sebin y el DGCIM se secuestra y extorsiona. «El mismo Maduro me lo dijo recién recibí ese organismo y, me ordenó transformarlo”, me respondió el exdirector del Sebin, el general Manuel Cristopher Figuera, ahora refugiado en Estados Unidos, después de conspirar contra Maduro, al convencerse de que es el culpable del desastre nacional. Pero en el Sebin, un personaje como Walid Makled, el primer capo de la droga venezolano, con rango internacional, y vinculado al poder chavista desde tiempos de Hugo Chávez, goza de privilegios y poder, tanto que hasta grabó en video un mensaje contra el expresidente de PDVSA, Rafael Ramírez, enemigo de Maduro.
Maduro sabe que esos cuerpos matan. Fuera y dentro de las paredes siniestras. El asesinato del capitán de corbeta, Rafael Acosta Arévalo, no es el primero. ¿Qué pasó con el mayor Jesús García Hernández, encontrado muerto en extrañas circunstancias en un hotel cercano a Caracas? ¿Qué pasó con el concejal Fernando Albán? Lo lanzaron del piso 11 del Sebin. Todavía se esperan respuestas. Por más que el régimen diga que investiga.
En la DGCIM no requieren del libreto cubano para matar porque el propio jefe de la contrainteligencia, el general Iván Hernández Dala, está bajo sospecha. Bajo sospecha de ser uno de los protagonistas de la megaconspiración del 30 de abril. En consecuencia de ello, la DGCIM está obligada a complacer al amo que se declara cruel y sanguinario, cuando dice lo que dijo sobre Erdogan. Como el amo es cruel, yo también lo soy. Son pautas que se cumplen en los fascismos, en las dictaduras, en los comunismos. Sobran los ejemplos en la Unión Soviética, en Cuba, y ahora en Venezuela. El exministro de Economía de Chávez, Jorge Giordani, planteaba hacia 2015 la posibilidad de que apareciera en Venezuela el Pinochet Bolivariano. Terrible monstruo. Terrible porque no es militar. Es un civil. Se llama Nicolás Maduro.
¿Quién es el «Pinochet bolivariano” que anuncia uno de los ministros más poderosos de la Era Chávez?
Leer más
El general Cristopher Figuera, antes seguidor de Maduro, dice hoy que “las atrocidades en Venezuela no pueden ser responsabilidad de otra persona” sino de Maduro. “Ojalá él reconozca que es el responsable de tan monumental desastre”.
Rafael Ramírez suele insistir en que “las violaciones de los DDHH en el país no se pueden achacar a un ‘exceso’ de uno que otro funcionario que luego es sometido a la justicia. No, cada vez queda más claro que la violación a los DDHH en el país es una política de Estado impuesta por Nicolás Maduro, donde están involucrados todos los poderes: el Ejecutivo, el Ministerio Público, el Poder Judicial”. Y también el Sebin y el DGCIM.
Señala Ramírez que esta política represiva, “tiene su epicentro en el gobierno”, y “desde la Presidencia”, “el mismo Maduro, decide y dirige, junto al grupo de cinco que tiene todo el poder del país, las acciones de represión abierta y brutal contra cualquier factor político que se les oponga sea este de la oposición tradicional o del chavismo”.
Señala, por su parte, Cristopher Figuera, que Maduro “no es una buena persona y, le doy la razón a una amiga de mi pueblo, que lo conoció muy bien cuando compartió con él en el Metro de Caracas, ella me dijo que era flojo, bruto y mala gente”. Agrega que, por otra parte, Maduro “no sólo es prisionero de los grupos de poder, también lo es de su tozudez, soberbia, ambiciones escondidas y su ignorancia”.
La soberbia, la tozudez, la ambición, definen a un Maduro que escribe el libreto. Lleva varios capítulos. Y está por comenzar otro. Tal vez escriba allí su última sentencia. O como en las películas, The End.