Pedro Benítez (ALN).- Mientras sus tenebrosas Fuerzas de Acciones Especiales continúan asesinando en los barrios pobres de Venezuela, Nicolás Maduro logra entrar (como ya ocurrió con Hugo Chávez en 2012) en el club de dictadores mundiales que se sientan en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Es un brutal recordatorio de cómo opera la política internacional.
Que el régimen de Nicolás Maduro, manchado por todo tipo y cantidad de violaciones a los derechos humanos, consiga 105 votos para entrar al Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, mientras esa ejemplar democracia que es Costa Rica no alcanza los 97 votos necesarios para sentarse en ese organismo, no debería sorprender a nadie. Es un brutal recordatorio de cómo opera la política internacional.
Esa elección se da en un momento en el cual las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) adscritas a la Policía Nacional Bolivariana actúan como escuadrones de la muerte en los barrios más deprimidos de las ciudades venezolanas, con la intención poco disimulada de desalentar cualquier tipo de protesta social.
Hace menos de un mes Human Rights Watch (HRW) señaló a las Fuerzas de Acciones Especiales, de haber perpetrado más de 18.000 “ejecuciones extrajudiciales” en situaciones de supuesta “resistencia a la autoridad”, aplicando el patrón de actuación descrito en el informe de Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ACNUDH), Michelle Bachelet. La fuente usada por Human Rights Watch son los datos aportados por el propio ministro de Interior de Nicolás Maduro, general Néstor Reverol.
Uno de los sitios específicos en el que HRW identificó las actuaciones de las FAES fue el populoso barrio de Petare, al este de Caracas, sitio en el cual vivía y realizaba activismo político el exconcejal y dirigente opositor Edmundo “Pipo” Rada.
Militante de Voluntad Popular (VP), el mismo partido de Juan Guaidó y Leopoldo López, el cuerpo de Pipo Rada fue hallado ayer calcinado y con dos tiros en la nuca. López, líder fundador de VP, por medio de su cuenta de Twitter acusó directamente al régimen de Maduro de haber secuestrado, torturado y ejecutado a Rada, quien llevaba 24 horas desaparecido.
Se cumplieron los temores de Guaidó: Maduro entra al Consejo de Derechos Humanos de la ONU
En las últimas semanas Pipo Rada había colaborado en la organización de los recorridos que en Petare realizó Guaidó y había alertado que funcionarios de las FAES lo habían fotografiado en esas actividades.
Esto acontece a un año de la muerte en manos del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin) del también concejal Fernando Albán, militante en del partido Primero Justicia y asistente del expresidente de la Asamblea Nacional (AN) Julio Borges. Tanto el Sebin como el Fiscal General de Maduro, Tarek William Saab, afirmaron que Albán se suicidó, aunque nunca permitieron una autopsia independiente. Tanto sus familiares como la oposición en su conjunto han acusado al Sebin de haberlo torturado y luego lanzado al vacío desde el piso 10 de la sede de esa policía política.
En el marco del informe que, precisamente para Naciones Unidas, presentó la expresidenta Bachelet, estos casos son reveladores del tipo de régimen que se va a sentar con los representantes de otros 47 Estados en el Consejo de Derechos Humanos de ese organismo. ¿Cómo es posible esto? Pues que la ONU es lo que el periodista español Antonio Chinchetru ha denominado “la democracia de las dictaduras”.
De los 193 países presentes en Naciones Unidas, sólo 75 se cuentan como democracias (entre plenas e imperfectas), según el índice de democracia de The Economist.
Aunque es una clasificación que puede ser cuestionada por el criterio que aplica, no obstante nos da una idea de la correlación de mundial entre democracias y regímenes despóticos, autoritarios y dictaduras abiertas. En resumen: las democracias en el mundo están en minoría.
Eso, más el reparto que se le asigna a cada región del mundo, explica que Estados como Arabia Saudita, Cuba, China, Vietnam, Rusia, Baréin, Bangladesh, Camerún, Eritrea, Filipinas y Somalia, estén, o se hayan sentado, en algún momento en ese Consejo.
Creado en 2006 para reemplazar a la antigua a la Comisión que existía con el mismo propósito, en el Consejo de Derechos Humanos se repite una constante, las dictaduras de todo tipo hacen causa común.
Esta no es una historia nueva. En 2014 una desclasificación de casi 6.000 archivos por parte del gobierno argentino reveló el “intercambio de votos” de Fidel Castro con la dictadura del general Rafael Videla en Argentina.
Militante de Voluntad Popular (VP), el mismo partido de Juan Guaidó y Leopoldo López, el cuerpo de Pipo Rada fue hallado ayer calcinado y con dos tiros en la nuca. López, líder fundador de VP, por medio de su cuenta de Twitter acusó directamente al régimen de Maduro de haber secuestrado, torturado y ejecutado a Rada, quien llevaba 24 horas desaparecido.
En 1977 Cuba pidió a Videla apoyo en Naciones Unidas en una votación que le permitiría el ingreso al Consejo Ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud (OMS). A cambio Cuba apoyó la reelección de Argentina en el Consejo Económico y Social de la ONU (Ecosoc).
No fue la primera vez que Castro hizo un acuerdo de ese tipo. En la misma década era un cercano amigo del gobierno del presidente mexicano Luis Echeverria, mientras los cuerpos de seguridad mexicanos llevaban su propia guerra sucia contra subversión de izquierda.
Y son conocidas las estrechas relaciones del dictador cubano con otro dictador de signo ideológico diametralmente distinto: el general Francisco Franco, quien nunca apoyó el embargo económico contra el régimen comunista de la isla.
Eso es lo que ocurre exactamente en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas hoy. Las dictaduras actúan en bloque. Lo lamentable es que las democracias no hacen lo mismo. Dependiendo del gobierno de turno se inclinan de un lado o del otro, según su gusto ideológico o interés material.
México y Uruguay son democracias, no hay duda de eso, pero sus respectivos gobiernos defienden abierta, o disimuladamente, al régimen de Nicolás Maduro con todo y sus 18.000 ejecuciones extrajudiciales, y no digamos a la dictadura abierta de la familia Castro en Cuba.
Ese tipo de relaciones fue lo que permitió que Venezuela entrara a esa instancia en 2012 (reemplazando a Cuba). Pese a que Hugo Chávez era defensor abierto de dictadores de la calaña de Bashar al-Asad (Siria) y Muamar Gadafi (Libia) y aliado de los Castro y del iraní Mahmud Ahmadineyad.
Pero el más dramático de todos los ejemplos es China, que cada vez que se postula obtiene mucho más de los 97 votos requeridos. Eso sólo es posible si gobiernos democráticos le dan sus votos. Y es fácil imaginarse por qué lo hacen. Todos quieren entrar en tratos con el gigante económico mundial sin importar la naturaleza de su régimen político, su represión en Honk Kong, a las minorías étnicas o religiosas, a los disidentes o su amenaza constante sobre la ejemplar democracia que es Taiwán.
Para decirlo todo, es la misma razón por la cual entra el Brasil de Jair Bolsonaro. Es un país demasiado grande como para quedar por fuera. O la monarquía medieval de Arabia Saudita, aliado preferente e imprescindible de Estados Unidos en el Medio Oriente. Esto es, pues, la realidad de la política mundial.
Sin embargo, en medio de todo este recuento desalentador hay un aspecto positivo: el interés de cada uno de esos regímenes en ser parte de una instancia internacional es otra demostración de que la hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud.
Puesto que por regla general han renunciado a darse algún viso de legitimidad interna, ese tipo de gobiernos buscan legitimidad internacional. China y Cuba son el ejemplo perfecto de esto. Pese a su tamaño el país caribeño tiene una red de misiones diplomáticas sólo comparable con Brasil.
Esa es la razón por la cual la oposición venezolana puede (y debe) seguir insistiendo en su campaña internacional contra el régimen de Maduro usando informes como el de Bachelet. Aunque sus aliados sean una minoría de países, y como democracias al fin y al cabo sean además volubles, no obstante ellos son en su mayoría los más prósperos e influyentes del mundo. Las democracias suman entre todas la mayor parte de PIB del mundo.
Nicolás Maduro se va a sentar en el Consejo de Derechos Humanos, pero eso no le lava la cara a menos que las democracias y los demócratas se lo permitan.