Pedro Benítez (ALN).- Ante la esperada (por inevitable) agudización de la crisis económica venezolana, Nicolás Maduro demuestra una vez más su absoluta falta de ideas. Sólo le queda repetir su gastada retórica, sus promesas siempre incumplidas. En ese terreno ya no tiene más cartas que jugar.
En su última columna publicada por El País de España, el poeta y exdirigente de la izquierda salvadoreña Joaquín Villalobos se hacía una pregunta: ¿Quién va ganando en Venezuela? En su análisis concluía que, pese a los aparentes reveses de sus adversarios, Nicolás Maduro está destinado a perder por una razón: su régimen no tiene futuro.
Podemos agregar, además, que no tiene futuro porque tampoco tiene ideas nuevas.
Se quedó sin ideas incluso en el terreno estrictamente político donde promete (o amenaza) con la elección de una nueva Asamblea Nacional. Nada distinto a la elección de su Asamblea Nacional Constituyente (ANC) en 2017, que no le resolvió al país (ni a él) ningún problema. Elegir una nueva AN es, por cierto, admitir la inutilidad de la supuestamente todopoderosa ANC.
En los últimos días la devastada economía se ha vuelto a descontrolar. Precios como el cartón de huevos (30 unidades), que se ha convertido en parte fundamental de la alimentación diaria del venezolano, han dado un salto luego de dos meses de relativa estabilidad. En sólo dos semanas ha pasado de valer entre 24.000 y 27.000 bolívares a más 60.000.
Lo mismo está ocurriendo con productos básicos como el queso, la carne, la harina de maíz y el arroz. En los pasados meses de junio y julio la tasa de inflación, según datos aportados por la Asamblea Nacional (AN) y consultores privados, se situó por debajo del 50% mensual.
Eso que en cualquier otra sociedad sería insoportable, para los venezolanos fue un breve respiro en la ola hiperinflacionaria que padece el país y que el Banco Central de Venezuela (BCV) consiguió mediante el draconiano ajuste del encaje legal aplicado a la banca que restringió el circulante monetario.
Por otra parte, los funcionarios de Maduro se han hecho de la vista gorda con los controles de precios y han aflojado la presión fiscalizadora sobre el comercio en general. Incluso el control de cambio, pieza central del régimen chavista, ha sido desmontado en la práctica.
El resultado ha sido una mejora en el abastecimiento de productos (pese a los supuestos efectos de las sanciones económicas de Estados Unidos), aunque sus precios están muy por encima de la capacidad adquisitiva de la abrumadora mayoría de los consumidores.
Pero esa sensación de cierta normalización no podía durar. Sin divisas fuertes, Maduro tarde o temprano lanzaría una masa de bolívares sin valor a la calle que haría remontar los precios. Eso es lo que efectivamente ha ocurrido.
La hiperinflación ha retornado con una tasa que los técnicos de la AN estiman en 65,5% en el mes de agosto. El precio del dólar pasó en pocos días de 12.000 bolívares a más de 20.000.
Con apenas un año de existencia el bolívar soberano creado en la última reconversión monetaria ha perdido todo valor y la gente busca deshacerse de los billetes de baja denominación.
La realidad es que Maduro es un moroso que no paga y no podrá pagarle a nadie
La respuesta de Maduro ante este cuadro es exactamente la misma retórica que ha usado durante seis años, acompañada de las mismas promesas: afianzar sus Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), producir todo en Venezuela, “articular un nuevo modelo productivo”, publicar precios acordados (un estilo de control), “activar” motores industriales, tecnológicos y productivos, y fortalecer la economía comunal con el financiamiento de petros y divisas.
No puede faltar, por supuesto, la amenaza de perseguir a Juan Guaidó como cabeza del movimiento democrático en Venezuela.
En conclusión, Maduro no tiene nada nuevo que ofrecer. Sólo repite las mismas frases gastadas. No dispone de más cartas que jugar. Nada con que sorprender o generar expectativas.
Se quedó sin ideas incluso en el terreno estrictamente político donde promete (o amenaza) con la elección de una nueva Asamblea Nacional. Nada distinto a la elección de su Asamblea Nacional Constituyente (ANC) en 2017, que no le resolvió al país (ni a él) ningún problema. Elegir una nueva AN es, por cierto, admitir la inutilidad de la supuestamente todopoderosa ANC.
Pero además de no tener ideas nuevas, tampoco tiene divisas fuertes para atender el pago de las deudas con sus valedores internacionales, Rusia (3.600 millones de dólares) y China (20.000 millones). Ante ellos es sencillamente un moroso irremediable.
A estas alturas, es más que claro que el apoyo de estas potencias no pasará de ser diplomático. Pero Maduro necesita más que eso. Necesita un rescate financiero masivo que esos gobiernos no le van a dar. Los chinos porque no quieren y los rusos porque no pueden.
He aquí el auténtico talón de Aquiles de un régimen que ha demostrado una insólita capacidad de resistir. Controla un país demasiado grande para ser rescatado financieramente como hizo Hugo Chávez con Cuba en 1999. Y demasiado limitado en la capacidad política del propio Maduro para intentar reformarlo. Es por eso que, como afirma Villalobos, no tiene perspectivas.
Pero hasta ahora la alianza nacional e internacional que intenta sacarlo del poder no sido asertiva en apuntar a ese flanco débil. Demasiadas veces se distraen en otros temas por razones de la política interna de cada país. Iván Duque por Colombia. Donald Trump por los votos de Florida y su discurso antisocialista.
Lo que el 2019 ha demostrado es que no es la amenaza militar externa lo que va a aflojar las resistencias dentro del régimen que sostiene a Maduro. Después de todo él y su grupo saben que es poco probable, pero igual usan esa tensión para reagrupar a los restos del chavismo.
Pero donde no tiene defensas, donde demuestra que no tiene opciones es en ofrecer un mañana, no a los venezolanos, sino a su propia gente.