Zenaida Amador (ALN).- El colapso de los servicios públicos marca el día a día de los venezolanos sin que se vislumbren soluciones en lo inmediato. La opción del régimen de Nicolás Maduro ante la imposibilidad de invertir lo mínimo para garantizar su prestación ha sido el desguace de algunas unidades y equipos para que otros operen precariamente.
Tras los megapagones ocurridos desde inicios de marzo y que dejaron a casi todo el país sin energía por más de 100 horas continuas, en Venezuela se ha impuesto un plan de racionamiento eléctrico que afecta con severidad al interior de la nación, al punto de que en algunas regiones los cortes de electricidad pueden prolongarse por más de cuatro horas y ocurrir varias veces al día.
La solución que ha encontrado el régimen de Nicolás Maduro ha sido la de mover de un lugar a otro las pocas turbinas eléctricas, transformadores y otros equipos operativos para tratar de sostener el servicio al menos precariamente. Es decir, administrando la escasez.
Aunque en los primeros 15 años del chavismo se malversaron alrededor de 25.000 millones de dólares originalmente destinados a la inversión eléctrica, hoy no hay posibilidad de garantizar los recursos mínimos para mantener operativo el sistema, aun con la contracción de la demanda de energía tras seis años de recesión.
La solución que ha encontrado el régimen de Nicolás Maduro ha sido la de mover de un lugar a otro las pocas turbinas eléctricas, transformadores y otros equipos operativos para tratar de sostener el servicio al menos precariamente. Es decir, administrando la escasez.
Según Argus, la empresa estatal eléctrica –Corpoelec– movió un transformador de la subestación San Gerónimo, en el estado Guárico, a la subestación Guri del complejo hidroeléctrico Simón Bolívar, en el estado Bolívar, con la expectativa de aumentar la transmisión de energía hidroeléctrica al resto del país. Debido a esta decisión, la subestación de San Gerónimo quedó sin respaldo y se hace más vulnerable a cualquier falla.
También desplazó una turbina -parcialmente operativa- de Tacoa, en el estado Vargas, a Termozulia, en el estado Zulia, que ha sido una de las entidades más castigadas por los apagones. Con este cambio se reemplazó otra turbina llevada a Termozulia en 2018 desde Sidor, la principal siderúrgica del país ubicada en el estado Bolívar, y que tras tres meses de operaciones falló por incompatibilidad técnica. Esa instalación de 2018 estuvo en manos de técnicos cubanos que “no leyeron los manuales”, según denuncias de los trabajadores eléctricos.
El reporte indica que desde mayo de 2018 Corpoelec ha desmantelado silenciosamente tres subestaciones en la frontera con Colombia que servían para importar y exportar electricidad.
Para José Aguilar, consultor en materia eléctrica, estas prácticas sobre la infraestructura disponible no resuelven el problema, y sólo eliminan la flexibilidad operacional e imposibilitan aún más el mantenimiento de los sistemas.
Parches petroleros
Pero esta práctica también se aplica en la industria petrolera como un intento desesperado por garantizar que el destartalado sistema refinador pueda atender los requerimientos mínimos del mercado interno de combustibles, en medio del colapso de la producción petrolera y del rigor de las sanciones internacionales.
Esta práctica también se aplica en la industria petrolera como un intento desesperado por garantizar que el destartalado sistema refinador pueda atender los requerimientos mínimos del mercado interno de combustibles, en medio del colapso de la producción petrolera y del rigor de las sanciones internacionales.
“El suministro de combustible para el parque automotor venezolano está garantizado, los trabajadores de PDVSA informamos al pueblo venezolano que estamos trabajando arduamente para mantener la producción a través de las operaciones de nuestra industria”, dijo PDVSA a través de sus redes sociales, mientras los usuarios se quejan a diario por la escasez de combustible que, en algunos estados, implica colas de más de 24 horas para surtirse y en otros que se aplique un régimen de ventas semanales controladas.
En 2014 el consumo de gasolina en Venezuela llegó a 300.000 barriles diarios y el de diésel a 190.000, pero en la actualidad el de gasolina apenas llega a unos 80.000 barriles diarios y el de diésel a cerca de 60.000.
Si bien las refinerías del país tienen la capacidad de producir 1,2 millones de barriles diarios, en realidad están procesando alrededor de 80.000 barriles, volumen que depende de las fallas operativas que experimentan con frecuencia por la falta de mantenimiento y de otros problemas como los cortes de electricidad, por lo que no pueden cubrir la demanda.
De allí que PDVSA se haya dado a la tarea de tomar partes y componentes de otras refinerías inactivas mientras intenta normalizar la producción de combustible en el Complejo Refinador de Paraguaná (CRP). Con estas labores, más la improvisación de piezas, fue posible reiniciar una unidad de hidrodesulfuración en Amuay, la refinería más importante del CRP.
Con esta unidad de Amuay en servicio, que estaba inactiva desde 2017, PDVSA espera producir suficiente combustible para, complementando con las importaciones esporádicas de proveedores en Rusia y Turquía, elevar el consumo a alrededor de 130.000 barriles por día en agosto, reseñó Argus.
La práctica de la “canibalización” de equipos en sectores clave eleva los riesgos de colapso y hace aún más cuesta arriba los esfuerzos para su futura recuperación.