Juan Carlos Zapata (ALN).- Cuando Hugo Chávez quería manipular e impactar en los grupos de poder que lo rodeaban y en las masas que lo seguían, apelaba a un recurso cuyo propósito era enfatizar en la voluntad de estar dispuesto a llevar a cabo una tarea costara lo que costara. Y ese costo era, de ser posible, reunirse hasta con el diablo y en el mismísimo infierno. Si tengo que reunirme con el diablo, lo haré. Si la reunión es en el infierno, hasta allá iré. Vociferaba Chávez en discursos de calle o en cadenas de radio y televisión. El chavismo, todo, aprendió las frases de Chávez. Y las repite. Maduro las ha repetido. Maduro puede ir al infierno. Pero se niega ir a los Estados Unidos por muy importante que sea la tarea para el interés nacional.
Nicolás Maduro acaba de confesarlo. Acaba de expresar que está dispuesto a reunirse con los tenedores de los bonos de la deuda de Venezuela y Petróleos de Venezuela en cualquier parte del mundo, menos en los Estados Unidos. Maduro dice que no volverá a los Estados Unidos. Que más nunca irá a los Estados Unidos. Dice que no quiere ir más a los Estados Unidos. Maduro hace como la zorra de la fábula. La zorra y las uvas inalcanzables.
Maduro no quiere ir a Estados Unidos. No puede. Por lo que dice, quizá hasta descartó la posibilidad de celebrar la reunión con el diablo Trump. Maduro ya había dicho que no iba a la Asamblea General de la ONU. Que mejor se quedaba en Caracas. Seguro y tranquilo. Maduro no se siente seguro fuera de Venezuela. A Maduro se le puso el mundo chiquito. Y la deuda grande. El infierno lo espera.
Se puede interpretar que Maduro quiere decir que Estados Unidos le resulta más peligroso que el infierno. Pero hasta hace unos meses, Maduro quería reunirse con Donald Trump. Quería una entrevista cara a cara para hablar de la crisis de Venezuela. Con agenda abierta, señalaba. Y que la reunión se efectuara donde Trump quisiera, inclusive en los Estados Unidos. Lo dijo de manera clara. En Estados Unidos, en Venezuela, en público, enfatizó.
Chávez no se reunió con el diablo, y tampoco, en vida, que se sepa, fue al infierno. Hugo Chávez mandó a otros al infierno. E inclusive, llegó a amenazar, en una de esas alocuciones llenas de odio, a la persona objeto del ataque, que se vería en el infierno con él. Fue en la descarga contra el cardenal José Ignacio Velazco que había muerto por esos días.
-A ese cardenal yo me lo voy a conseguir en el infierno, seguro -dijo Chávez en abril de 2008.
Maduro, como Chávez, ha repetido que en aras del interés nacional si le toca reunirse con el diablo pues lo hará. Chávez lo decía en referencia a conversar con el enemigo, presidentes, líderes, a los que consideraba enemigos, inclusive alguna vez lo hizo en referencia a la oposición o algún empresario. Las masas deliraban. Los grupos de poder lo aupaban. En estos años, Maduro también ha seguido la línea de Chávez. Ha dicho que sería capaz de reunirse hasta “con el mismo señor diablo”, “sus diablitos” y “su diablera”. En este caso, el diablo es el presidente de Colombia, Iván Duque.
Ahora Maduro tiene al frente el reto de la deuda externa. Chávez condenó a Venezuela. Y Maduro la llevó al infierno. Chávez multiplicó la deuda. La recibió en 32.000 millones de dólares y la llevó a más de 160.000 millones. Y esto a pesar de los fabulosos recursos -más de 900.000 millones de dólares- que recibieron sólo por ingresos petroleros, sin contar los impuestos internos. Maduro le debe a los bonistas. Maduro le debe a Rusia. Maduro le deba a China. Maduro entró en default. Y ahora Maduro pretende renegociar la deuda. Lo intentó en 2017. Atrajo una cantidad de hombres de negro a Caracas, los reunió, y de allí no salió nada. Maduro esperaba que por haber pagado en intereses en los últimos años más de 70.000 millones de dólares, la dinámica de la negociación se iba a poner en marcha. Maduro decía que como era buen pagador, que como Venezuela pagaba, que como su gobierno -aún era un presidente legítimo- pagaba a tiempo los intereses, entonces la banca, los banqueros, debían seguirle prestando, y debían renegociar. Maduro no entiende lo que es la confianza. Maduro no entiende que los bancos prestan no porque hayas sido buen pagador sino por tu capacidad de pago a futuro.
Maduro muere por una foto que busca pero que no consigue
Maduro retoma la idea de la deuda. Y le dice a la vicepresidenta Ejecutiva, Delcy Rodríguez, y le dice al ministro del Área Económica, Tareck El Aissami, que convoquen a una ronda de negociación, que se lo digan a todos los bonistas del mundo, que se establezca un cronograma de “soluciones inmediatas”. Maduro no entiende esto:
-Que no hay soluciones inmediatas para lo que plantea.
-Que lo primero es que haya gobierno, y el de Maduro no lo es. Además, hay otro gobierno, el de Guaidó.
-Que Tareck El Aissami es un funcionario sancionado por los Estados Unidos, y acusado del peor de los delitos: narcotráfico.
-Que Estados Unidos no lo reconoce como presidente.
-Que Estados Unidos reconoce a Juan Guaidó como Presidente Encargado.
-Que ya no cuenta con PDVSA.
-Que ya no cuenta con los ingresos petroleros.
-Que no genera -nunca ha generado- confianza para los mercados.
-Que no tiene reservas internacionales ni ahorros ni activos y sin ellos no ofrece credibilidad alguna.
-Que no tiene un plan económico. Llámese motores, 16 motores económicos, llámese 11 líneas de acción. Eso no existe.
-Que no lo reconocen más de 50 países.
-Que el poder que representa está sancionado por el mundo, y bloqueado, trancado.
-Que la ONU lo tiene bajo la lupa por la reiterada violación de los derechos humanos.
-Que lo señalan de amparar el terrorismo.
-Que no genera confianza para los empresarios nacionales, y menos para la inversión extranjera.
-Que la renegociación de la deuda tiene que pasar por la Asamblea Nacional, y a esta la preside Juan Guaidó.
-Que no cuenta con un equipo técnico capaz de llevar a cabo una tarea de tal envergadura.
-Que no tiene un negociador.
-Que no hay un personaje honesto, aspecto clave para esta tarea, en la estructura de poder madurista.
Maduro no quiere ir a Estados Unidos. No puede. Por lo que dice, quizá hasta descartó la posibilidad de celebrar la reunión con el diablo Trump. Maduro ya había dicho que no iba a la Asamblea General de la ONU. Que mejor se quedaba en Caracas. Seguro y tranquilo. Maduro no se siente seguro fuera de Venezuela. A Maduro se le puso el mundo chiquito. Y la deuda grande. El infierno lo espera.