Pedro Benítez (ALN).- Llega un momento en el cual hasta al más cínico de los políticos se le complica cabalgar sobre sus contradicciones. Es lo que ocurre con Nicolás Maduro en estos momentos. Su respuesta a los graves señalamientos contenidos en el informe de la misión de Naciones Unidas (ONU) sobre la situación de los Derechos Humanos en Venezuela ha sido torpe, previsible y carente de alguna pizca de imaginación. Sus “argumentos” son los mismos que usa cada vez que enfrenta una situación adversa: negarlo todo, descalificar al mensajero, refugiarse en la defensa de la soberanía nacional y culpar a la conspiración imperial.
Uno se imagina que en alguna parte de la oficina presidencial de Miraflores en Caracas, hay una carpeta con un manual de procedimientos y estilos para responder a cada circunstancia adversa. Las coartadas de Nicolás Maduro y su grupo de colaboradores siempre son las mismas.
Sea la hiperinflación, la subida del dólar, la nunca resuelta crisis eléctrica, el desabastecimiento de alimentos, la falta de agua potable, el deterioro de la infraestructura, la migración masiva, la corrupción de los funcionarios o la depauperación de la población, las respuestas son siempre las mismas: primero negar lo evidente persiguiendo o descalificando a los que informan, luego culpar de todo a una conspiración internacional (la injerencia imperialista, por supuesto), que maneja a una oposición interna golpista y violenta que no deja de atentar contra la sagrada soberanía nacional.
El ritual se repite una y otra vez. Se pueden copiar y pegar los textos. Es bastante sencillo. Los redactores no tienen que esforzarse mucho.
En esta ocasión Maduro y compañía emplean iguales respuestas al informe de la misión de Naciones Unidas (ONU) sobre la situación de los Derechos Humanos. Dicen que sus autores han sido comprados y la instancia es controlada por “enemigos de Venezuela”. No dejan claro si en el caso de esta última se refieren al Consejo de Derechos Humanos de la ONU o a toda la organización.
Como sea, toda la red de medios de comunicación al servicio de Maduro, empezando por la cadena internacional de televisión TeleSur, ha montado la previsible campaña repitiendo las mismas coartadas.
Primero el enemigo era la OEA, ahora es la ONU
Si se busca de qué han acusado en los últimos cinco años a la Organización de Estados Americanos (OEA) se verá que es lo mismo de lo que ahora acusan a la ONU o a su Consejo de Derechos Humanos.
Mientras que el régimen chavista contó con popularidad dentro y fuera de Venezuela, por cortesía del fenomenalmente alto precio del petróleo, se dio el lujo de imponer su influencia en diversos organismos internacionales. Así por ejemplo, el candidato de su bloque de aliados en la OEA derrotó al candidato de Estados Unidos en esa organización. En los primeros años de José Miguel Insulza como secretario general, la OEA dejó de ser el “ministerio de colonias” de Washington.
Pero cuando desde la organización comenzaron a subir las voces críticas contra el régimen venezolano, el expresidente Hugo Chávez volvió a levantar contra ella la vieja acusación de estar al servicio de los intereses imperialistas de EEUU y comenzó a buscarle un “reemplazo”. En 2017 Maduro decidió irse de la instancia panamericana por sus propios pies.
Porque la consigna chavista es que cuando no pueden imponer su ley se inventan otra. Si Jalisco no gana, arrebata. Fue la norma que le aplicaron a la Asamblea Nacional (AN) de Venezuela antes de que el mundo conociera a Juan Guaidó.
Para huirle a la OEA, Maduro y sus embajadores fueron a buscar refugio en la ONU, donde consideraron estarían mejor acompañados por aliados como China, Rusia e Irán.
Pero allí también se han tropezado con los informes de la Alta Comisionada de la ONU para los DDHH, Michelle Bachelet, y ahora con otro informe de esta misión independiente.
Como la memoria humana es frágil, no está de más recordar la lluvia de críticas, denuestos e invectivas que se dispararon el año pasado contra la expresidenta chilena. “No le mientas al mundo, Michelle Bachelet”, llegó a proferir Maduro.
En su versión, Maduro ahora colabora con Bachelet pero los que mienten son los integrantes de la misión de Naciones Unidas.
De modo que lo que Maduro y su grupo han conseguido es exhibir ante el mundo entero los métodos que por años han aplicado en Venezuela. También las flagrantes contradicciones entre lo que dicen y lo que hacen.
Fractura progresiva
Si pierden el control de la AN (porque así lo decidió la mayoría de los electores) la bloquean y la reemplazan. Lo mismo si pierden la elección de un gobierno regional o municipal. Como no pueden controlar a la oposición, se crean otra.
Cuando la fiscal general elegida y reelegida por una Asamblea Nacional de mayoría chavista, Luisa Ortega Díaz, se puso crítica, la destituyeron sin más en 2017. Su reemplazo, Tarek William Saab, funge como fiel amplificador de Maduro. Nada más.
Muestra de las contradicciones que cabalga el grupo es escuchar a Saab decir que fue con Luisa Ortega cuando ocurrieron violaciones a los derechos humanos, es decir cuando estuvo con ellos.
Como la crítica al desastroso desempeño de Maduro ha cruzado hacia el campo de los grupos políticos satélites del chavismo, la respuesta ha sido la misma aplicada a la oposición: la persecución política y arrebatarle la representación legal de sus partidos.
Esto es, por cierto, un indicio del proceso de fractura progresiva, y en cámara lenta, que viene ocurriendo en la alianza política que Chávez creó y que Maduro heredó. Es este, por cierto, el hecho político más importante que ocurre actualmente en Venezuela, lejos de la vista de la opinión pública, porque los regímenes autoritarios caen cuando se fracturan.
Mientras tanto, el informe de la misión de Naciones Unidas sobre la situación de los Derechos Humanos en Venezuela es un golpe que Maduro no consigue, ni conseguirá sacarse.