Juan Carlos Zapata (ALN).- A Maduro le queda eso. El terror. Que tampoco es que sea un elemento nuevo en el esquema que lo sostiene en el poder. Por ello este miércoles anuncia que será implacable contra la oposición si intentan derrocarlo. “Seríamos implacables”. La verdad es que Maduro parece un hombre acorralado. Porque hasta en su propia casa se conspira contra él.
Nicolás Maduro debe ser uno de los mandatarios más custodiados del mundo. Tiene dos organismos de inteligencia formales, el Sebin y el DGCIM. Tiene uno nuevo -que no existe como estructura-, como secuela de los hechos del 30 de abril, el cual convoca cada día al Palacio de Miraflores con el fin de seguir de forma directa las incidencias de las últimas horas. En estas reuniones participan miembros de la inteligencia cubana, que también es otro aparato que lo protege. Si no bastara con ello, Maduro cuenta con apoyo de inteligencia rusa y también con respaldo chino; el aporte de los chinos sería más por la vía de equipos sofisticados. También cuenta con los activistas del PSUV que reciben entrenamiento militar y de cómo espiar a los vecinos. Son los llamados cooperantes. Informantes. En Venezuela se les llama sapos.
El régimen de Maduro espía, graba, filma, sigue, a militares, empresarios, a boliburgueses, testaferros de figuras del régimen, a políticos opositores, a políticos chavistas, a políticos del chavismo disidente, a ministros, funcionarios, gobernadores, a gente común en barrios y urbanizaciones. El espionaje de Maduro, organizado por La Habana, llega a Colombia, España, República Dominicana y Estados Unidos, donde se registran los grupos más activos de la oposición.
El régimen de Maduro espía, graba, filma, sigue, a militares, empresarios, a boliburgueses, testaferros de figuras del régimen, a políticos opositores, a políticos chavistas, a políticos del chavismo disidente, a ministros, funcionarios, gobernadores, a gente común en barrios y urbanizaciones. El espionaje de Maduro, organizado por La Habana, llega a Colombia, España, República Dominicana y Estados Unidos, donde se registran los grupos más activos de la oposición. Maduro sigue la pauta del cerebro de la inteligencia cubana, Ramiro Valdés, que la inteligencia no es un frente amplio, que en ella participan los militantes más convencidos del proceso político, porque ello garantiza que nada se mueva en Venezuela -como tampoco en Cuba– sin que los espías lo sepan.
Y, sin embargo, Maduro parece un hombre acorralado. Cuenta con toda esa estructura y no puede evitar que se conspire en casa. Conspiran en la Casa Militar. O sea, en la Guardia Presidencial. Conspiran en la casa del Poder Judicial. Conspiran en la casa de gobierno, el Palacio de Miraflores. Conspiran en los fuertes, en las sedes militares. Conspiran militares, conspiran políticos de la oposición, conspiran empresarios, pero conspiran también los magistrados de Maduro, los boliburgueses que hicieron dinero con Hugo Chávez y Maduro; conspiran los testaferros, conspiran ministros, conspiran ahora también los chavistas disidentes, conspiran desde los organismos de inteligencia, desde el Sebin y el DGCIM, y hasta conspira la familia.
Esto explica la paranoia de Maduro. Explica por qué celebra el Día del Ejército en la madrugada. Explica por qué no puede purgar al general Vladimir Padrino López ni de la Fuerza Armada ni del Ministerio de la Defensa. Por qué tiene que seguir recorriendo camino con el presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Maikel Moreno, factor clave en la fallida megaconspiración del 30 de abril. Esto explica muchas cosas. Que tenga que apelar a la filigrana política hacia los militares pues no puede confiar ni en los más allegados. No puede confiar en el jefe de la contrainteligencia militar, general Iván Hernández Dala, también comprometido en la megaconspiración, y no sólo esto, sino que era un comprometido que actuaba desde Casa Militar, desde la casa de gobierno, desde el Palacio de Miraflores.
Maduro tiene que apelar a eso. Al terror. El mensaje de ser implacable lo dirige contra la oposición. Pero el mensaje es hacia todos. Pues ocurre que está en manos de todos. A muchos de los que quisiera barrer del entorno más cercano, son los que controlan los grupos de poder que lo tienen cercado: los grupos de Padrino López, Tareck El Aissami, los hermanos Jorge y Delcy Rodríguez, su esposa, Cilia Flores, Maikel Moreno, el boliburgués Raúl Gorrín, e inclusive Diosdado Cabello, que fue el que más hizo por salvarlo los días previos y el mismo 30 de abril.
Maduro entiende que la conspiración no se detiene. La del 30 de abril dejó secuelas. Más represión contra militares. Militares muertos. Y dejó otras consecuencias: militares implicados que no se desconectaron de la megaconspiración o diseñaron su propia operación. De allí las nuevas aprehensiones, las nuevas persecuciones, y que se diga que había un golpe montado para el 23 y el 24 de junio, ésta la fecha del acto del Ejército que se celebró de madrugada en el Panteón Nacional de Caracas y no a plena luz de día, como es lo usual, en el Campo de Carabobo, el lugar donde se produjo la Batalla de Carabobo que selló la independencia de Venezuela de España, el 24 de junio de 1821. Cuando se le dijo a un general que le encontrara una explicación a este extraño evento a oscuras, respondió. “Cobardes”.
¿De verdad pensaba Maduro que iban a atentar contra él? ¿O acaso los cuerpos de inteligencia los están poniendo más nervioso? ¿O los grupos de poder aprovechan el 30 de abril para arremeter contra adversarios internos?
Maduro se esconde en la madrugada con sus generales y sus miedos
También es verosímil pensar que Maduro hace lo posible por conjurar “algo” que está en marcha en la Fuerza Armada. Los militares, hemos dicho en ALnavío, no quieren el golpe de Estado, pero están perdiendo la paciencia. Los eventos cada vez son más seguidos.
Maduro ahora tiene otro problema encima. Confirmar hasta dónde familiares de su mujer, Cilia Flores, estaban comprometidos en la megaconspiración. En las filtraciones publicadas por el diario ALnavío se da cuenta de hermanos, de hijos. Los Flores se acostumbraron a viajar por el mundo. Los Flores se acostumbraron al disfrute. Vivir encerrados en Venezuela no es una opción. Algunos de los Flores tienen como tarea marcar boliburgueses, advertirlos de lo que hacen, y de que sean leales al chavismo y a Maduro y a la propia Cilia Flores. Pero estos Flores no se pueden multiplicar, no tienen el don de la ubicuidad para mantener controlados a los tantos testaferros y boliburgueses que quieren el cambio porque Maduro se les ha convertido en un poder incómodo.
Maduro, además, acaba de descubrir otra realidad. El chavismo disidente está conspirando. Cuando Maduro designó como jefe del Sebin al general Manuel Cristopher Figuera, tal vez desconocía los nexos con el exZar de PDVSA, Rafael Ramírez. Cristopher Figuera, cuya formación en inteligencia le viene de los cubanos, fue uno de los líderes de la megaconspiración. Y es amigo de Ramírez. Este lo defiende, y cree en todo lo que ha soltado el exjefe del Sebin que ahora se encuentra bajo protección de los Estados Unidos. Ramírez, por su lado, no sólo es un purgado de Maduro sino también un perseguido. Ramírez ha dicho que conoce a la Fuerza Armada. Le ha hecho llamados a la Fuerza Armada para que dé el paso y deje solo a Maduro. Ramírez señala que el hecho de que Cristopher Figuera aparezca en la megaconspiración, “siembra una gran duda con respecto a la situación en el seno del Ejército”. Esto lo escribió Ramírez hace casi dos meses y los recientes acontecimientos así lo confirman. Ramírez vive en Italia, escondido. Pero se ve que tiene el brazo largo.
Maduro sabe todo esto y al saberlo, estará pensando en el factor Diosdado Cabello. Es verdad, el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente salvó a Maduro el 30 de abril como lo ha salvado todo este tiempo, desde 2013, desde que se montó en la Presidencia. Pero Cabello tiene su propio juego. Y Maduro, por más agradecido que esté con el que llaman el segundo hombre del régimen, sigue desconfiando de él. Lo que pasa es que no ha podido purgar a Cabello. Ramírez no estaba en la lista de los primeros purgados. Era Cabello. Sólo que Ramírez, basado en el poder que significa ser presidente de la entonces muy poderosa Petróleos de Venezuela, se enfrentó a Maduro, mientras que Cabello apostó a la espera. Maduro lo sabe. Por ahora tiene que observarlo. Como los observa a todos. Sin confiar en nadie. Ni en la familia. Ni en su propia casa.
(Publicado originalmente el 27 de junio de 2019)