Oscar Medina (ALN).- La OEA, Mercosur y hasta Unasur lo han dicho sin tapujos: el Gobierno venezolano debe restablecer el orden democrático, respetar los derechos humanos, garantizar la separación de poderes, activar el cronograma electoral, liberar a los presos y restituir sus competencias al Parlamento. Venezuela está al borde de quedar aislada. Sin el peso histórico de Fidel Castro ni el torrente de labia de Hugo Chávez, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, embiste como un toro sin cuernos contra la Organización de Estados Americanos (OEA). La estrategia es clara: crear una crisis en el seno del organismo regional. Pero es torpe. Con un representante como Samuel Moncada es poco lo que puede lograr ante la seriedad con la que el resto de los diplomáticos han asumido el momento por el que atraviesa Venezuela. Y con aliados como Bolivia y Haití, tampoco es que se pueda decir que está lo suficientemente bien respaldado en su intención.
Cuba fue expulsada de la OEA en 1962 y la única manera de abrirle nuevamente la puerta estuvo desde entonces condicionada a la instauración de un sistema democrático en la isla. Amparado en la excusa del bloqueo y en la influencia de Estados Unidos entre los países miembros, en más de una ocasión Castro arremetió contra la OEA. Y no pudo con ella. Ya lo vemos: mal que bien, la organización sigue en pie y ahora -finalmente- ha mostrado su decisión de exigir al Gobierno venezolano que respete lo que debe respetar: la separación e independencia de poderes, los derechos humanos, la libertad de disenso, elecciones. En fin, la democracia.
Con aliados como Bolivia y Haití, el Gobierno de Venezuela no está muy bien respaldado
La OEA, encabezada por su secretario general, Luis Almagro, no solo argumenta sobre la información que posee y que ha podido constatar. También cuenta con un insumo imprevisto: fue la propia fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega Díaz, quien denunció el quiebre del orden constitucional con el mazazo que se dio a la Asamblea Nacional.
Lejos de rectificar -esa nunca será su intención- Maduro embiste. Lo hace como un viejo toro rollizo pero sin fuerzas. Y en la OEA no le están dando pases de muleta: se le está increpando directamente y con suficiente base. Su cadena de anoche -3 de abril- no fue más que una bravuconada. Pero reitera el desafío que quiere plantearle a los vecinos de la región: que proceda la expulsión y se genere el caos.
Por ningún lado aparece el apoyo
En el Mercosur tampoco ha encontrado apoyo. Todo lo contrario. Los cancilleres acordaron el comienzo de la aplicación de su cláusula democrática y demandan del gobierno de Maduro prácticamente lo mismo que pide la OEA. No está planteada la expulsión, pero asoma: primero dan la oportunidad de que se cumplan sus peticiones y a partir de ahí tendrán que tomar una decisión.
La Unasur no fue tan drástica, pero su mensaje es tajante: “Causa alarma el anuncio de que el Tribunal asumirá las competencias del Poder Legislativo, así como la decisión de limitar las facultades de la Asamblea Nacional y restringir la inmunidad parlamentaria de sus miembros, hechos que atentan contra los principios y valores esenciales de la democracia representativa y la separación, independencia y acatamiento de poderes públicos, pilares del Estado de Derecho”, dice el comunicado emitido el viernes 31 de marzo.
Los cancilleres de Unasur acordaron el comienzo de la aplicación de su cláusula democrática
Los representantes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú, Uruguay y Paraguay coinciden con la OEA y el Mercosur: restablecimiento del orden democrático, separación de poderes, respeto al Estado de Derecho y a los derechos humanos. Lo básico.
El escenario cambió y Maduro tendrá que ver si sigue -como va- bufando y dando cabezazos en su desplante continental rumbo al aislamiento. En el camino lo que busca es complicidad y tal parece que son muy pocos los dispuestos a complacerle este capricho.