Pedro Benítez (ALN).- Desafiando abiertamente los gravísimos señalamientos hechos en el informe de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, Michelle Bachelet, Nicolás Maduro defiende y felicita a sus siniestras Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) señaladas de actuar como escuadrones de la muerte con miles de ejecuciones. Para Maduro la acción de las FAES responde a un propósito político: ahogar la protesta social en los barrios pobres de Venezuela.
Cuando en la segunda mitad de los años 70 del siglo pasado se comenzó a hablar de los casos de desapariciones forzadas por parte de la Junta Militar en Argentina, en ese país la información se tomó primero con incredulidad y luego no faltaron expresiones de justificación con el “algo habrán hecho”, refiriéndose a las víctimas. Pero con el paso del tiempo la magnitud de la guerra sucia que esa dictadura había emprendido contra la subversión de izquierda fue documentada; la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) que presidió el escritor Ernesto Sabato cifró en 9.089 el número de desapariciones forzadas entre 1976 y 1983. Las consecuencias políticas todavía pesan hoy, luego de 35 años, no sólo en Argentina sino en el resto del mundo.
La actuación de los funcionarios de las FAES como escuadrones de la muerte no se ha disimulado; por el contrario, la “estrategia” parece orientada a sembrar deliberadamente el terror con el uso de pasamontañas, máscaras y exhibición de armas de alta potencia.
En Venezuela no ha sido necesaria la salida de Nicolás Maduro y del chavismo del poder para que se empiece a documentar la escala de la represión que han venido efectuando las Fuerzas de Acciones Especiales (FAES) adscritas a la Policía Nacional Bolivariana.
Creadas en 2016 con el propósito (según se afirmó) de combatir el delito y la violencia, las FAES han sido señaladas de gravísimas violaciones a la Derechos Humanos que sorprenden por su dimensión y sevicia.
El informe de la Alta Comisionada para los DDHH de Naciones Unidas, Michelle Bachelet, registra que en 2018 ocurrieron 5.287 muertes por “resistencia a la autoridad” en Venezuela en operaciones de las FAES. Y 1.569 entre enero y mayo de 2019.
Esto en el contexto de una represión política con centenares de detenciones arbitrarias, que incluyeron mujeres y menores de edad, el uso de las torturas, allanamientos ilegales y la persecución de diputados opositores.
El informe de Bachelet es, además, consistente con el que la fiscal general destituida por la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Luisa Ortega Díaz, había presentado con respecto a los años 2015 a 2017.
La denuncia de Luisa Ortega situaba en 8.280 las ejecuciones extrajudiciales efectuadas en esos dos años por distintos cuerpos de seguridad del Estado venezolano en el marco de los denominados Operativos para la Liberación del Pueblo (OLP).
Sin embargo, esos abusos y crímenes que las distintas organizaciones de defensa de Derechos Humanos han denunciado no han sido un tema político central hasta hoy en Venezuela.
Detrás de esta actitud ha habido un prejuicio social: las FAES asesinan en los barrios marginales. Como en la Argentina de la dictadura militar, en la Venezuela de hoy no han faltado expresiones justificando que las FAES asesinen “malandros”.
Cuando lo que la experiencia ha demostrado es que el uso espectacular de la fuerza es muy propagandístico pero poco efectivo para aplacar el crimen; tal como ocurrió en México con la guerra contra las drogas en la década pasada, ahora en Venezuela ese tipo de acciones sólo han alimentado la espiral de violencia.
En Venezuela las tasas de homicidios y la inseguridad en las calles no parecen haber descendido significativamente. No hay nada que indique que las bandas violentas han cedido; por el contrario, han escalado. En Venezuela desde hace años hay una epidemia de violencia que las FAES sólo han alimentado.
El informe Bachelet le explica al mundo cómo funciona la maquinaria represiva de Maduro
No obstante, las FAES sí han conseguido un efecto político. Su actuación es una de las razones que explican que pese al descenso brutal en las condiciones de vida en Venezuela no hayan ocurrido explosiones más grandes de protestas en las barriadas pobres.
Hugo Chávez se las arregló para mantener, si no la lealtad política absoluta, al menos cierto nivel de control social sobre los sectores más pobres de Venezuela gracias a un masivo gasto de carácter clientelar financiado por los abundantes petrodólares. Nicolás Maduro ha mantenido el control de los barrios pobres por medio de la cruda y desnuda represión.
Represión barrio por barrio
A inicios de este año, concretamente la semana que siguió al 23 de enero, una ola de protestas nocturnas en contra de Nicolás Maduro y a favor de Juan Guaidó sacudió los barrios del oeste y este de Caracas.
Sometidos a meses de severos razonamientos en el suministro de agua potable, de gas doméstico, frecuentes apagones, caos en el transporte público y carestía (más los reiterados incumplimientos en las promesas hechas por Maduro) todos aquellos a los que la “revolución bolivariana” prometió redimir explotaron.
Las FAES han venido ejerciendo en Venezuela todos los elementos característicos de una guerra sucia contra la población civil en el marco de una política de terrorismo de Estado. De hecho, el respaldo público de Maduro con un “¡Viva el FAES!” avala abiertamente esa política del terror.
La respuesta de Maduro por medio de las FAES fue una sistemática represión barrio por barrio, dando caza a jóvenes que hubieran participado en las protestas, en ocasiones con los cuadros políticos del chavismo cumpliendo el papel de delatores de sus propios vecinos.
El saldo de la represión al 28 de enero, según cifras del Foro Penal (@ForoPenal) Provea (@_Provea) y Redes de Ayuda (@RedesAyuda), fue de al menos 35 asesinados y 850 detenciones de manifestantes, de los cuales 77 fueron adolescentes y niños.
Las denuncias de ejecuciones en las puertas de los mismos hogares de las víctimas han sido continuas y numerosas desde entonces. El informe de Bachelet se sustenta en muchas de ellas.
Por su parte, la actuación de los funcionarios de las FAES como escuadrones de la muerte no se ha disimulado; por el contrario, la “estrategia” parece orientada a sembrar deliberadamente el terror con el uso de pasamontañas, máscaras y exhibición de armas de alta potencia.
Las FAES han venido ejerciendo en Venezuela todos los elementos característicos de una guerra sucia contra la población civil en el marco de una política de terrorismo de Estado. De hecho, el respaldo público de Maduro con un “¡Viva el FAES!” avala abiertamente esa política del terror, que a fin de cuentas es lo que todavía lo sostiene en el poder.
Con ello no sólo desafía el informe de Michelle Bachelet, sino que hace algo que no se atrevieron a hacer (al menos públicamente) los dictadores del Cono Sur hace 40 años.