Reinaldo Iturbe (ALN).- La medida dictada de casa por cárcel a favor de los seis directivos de Citgo arrestados en Caracas es un gesto del chavismo gobernante: un gesto hacia Joe Biden para el deshielo entre ambos países, sumergidos en un conflicto de acusaciones de golpes de Estado, sanciones y una oposición desmantelada.
La oposición necesita plan de ruta camino de las próximas elecciones. No lo tiene. Tampoco lo tendrá dado el anclaje de la política del bloque al cese de la usurpación de Nicolás Maduro, aunque ya ni Leopoldo López habla de ello.
Pasado el episodio de la Consulta Popular que derivó en más desconexión de la militancia opositora con la clase política (tanto de un lado como del otro), el chavismo se alista para las megaelecciones de gobernadores y alcaldes, a celebrarse posiblemente en diciembre de este 2021. Y la oposición no tiene plan concreto para participar. Además, las fuerzas democráticas se entramparon en su discurso de la salida de Maduro en lo sucesivo, algo que se sabía de antemano, era improbable.
Pero Maduro sigue presionado con sanciones que datan desde Barack Obama y que alcanzaron un punto máximo en la gestión de Donald Trump, embarcado en una política de salida próxima de Maduro para ganar los votos en Florida, un estado clave para obtener el triunfo en las presidenciales de Estados Unidos.
Trump no ganó en los colegios electorales y en EEUU reflexionan sobre el accionar de Washington contra Caracas durante el último trienio.
Las sanciones, probadamente ineficaces, deben ser reconducidas a un objetivo factible. Realizable. Políticamente ejecutable. Políticamente lo que algunos analistas llaman “sentar cabeza”, pues la oposición está seriamente socavada en sus bases por evidente agotamiento, mientras Maduro se afianza en el poder esquivando con cierta comodidad las sanciones estadounidenses.
En otros términos: se acomodó a ellas para sobrevivir en el poder. Un superviviente.
Ese objetivo no es otro que el de las elecciones. Maduro tiende puentes con Estados Unidos otorgando una medida de casa por cárcel a los seis directivos de la filial de Petróleos de Venezuela en Houston, Citgo, arrestados en Venezuela desde 2017. El primer intento por su liberación ocurrió durante la asunción de Alberto Fernández a la presidencia de Argentina. El intento fracasa porque Trump pone en marcha un decidido apoyo a Guaidó y se compromete públicamente a derribar a Maduro del poder.
Ya es tiempo pasado. Ahora es la etapa de las realidades. Ninguno de los dos bandos en disputa puede anular al otro. Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional controlada por el oficialismo, ha llamado reiteradamente al diálogo con todos los sectores.
Temerosos de que el diálogo sea otro ardid para ganar tiempo, Estados Unidos no afloja las sanciones. Y como no las afloja, Maduro ha dado varios pasos en cámara rápida:
-Medida de casa por cárcel para los seis de Citgo.
-Permiso al Programa Mundial de Alimentos de la ONU para ingresar a Venezuela.
-Y tres, la negociación del mecanismo Covax para llevar vacunas a Caracas.
Los tres pasos tienen un claro fin: el deshielo con Biden, cuyo equipo de asesores entiende que lo pasado es pasado, que las sanciones fueron ineficaces y que mientras más tiempo pase, el chavismo seguirá anclado al poder sin una salida próxima a la crisis.
Las negociaciones no son de “todo o nada”. Las dos partes ceden. Maduro ha cedido. Y al parecer, vienen liberaciones de presos políticos y la designación de un CNE más creíble. La pelota está en el lado de la cancha de Biden. ¿En qué cederá Estados Unidos a cambio de obtener garantías razonables para un proceso electoral que genere confianza en los resultados?
Después de todo, la política no se ha terminado. Ni siquiera para casos como el de Caracas y Washington, que por los micrófonos apuntan a la agudización del conflicto, mientras que puertas adentro, los canales siguen abiertos.
Los seis de Citgo son uno de los canales.