Pedro Benítez (ALN).- Lealtad, esa fue la obsesión de Hugo Chávez y con más razón lo es de Nicolás Maduro. Lealtad sin cuestionamientos por parte fundamentalmente de los militares, auténtica columna vertebral del régimen. Pero esa lealtad no ha sido gratis, tiene un precio cada vez más difícil de pagar porque cada vez queda menos que repartir.
Pese a sus esfuerzos, Jorge Rodríguez, ministro de Comunicación de Nicolás Maduro, no ha conseguido que los medios venezolanos quiten las comillas sobre el “atentado” del pasado 4 de agosto. La línea oficial de acusar y condenar sin proceso ni investigación creíble a diputados opositores sólo ha conseguido enturbiar su propia versión.
Señalar como autor intelectual a un presidente extranjero –Juan Manuel Santos– en vísperas de entregar su cargo tampoco le ha dado verosimilitud al suceso.
En realidad, los opositores sometidos a persecución y cárcel no son los que le quitan el sueño a Maduro, porque sabe que allí no está la amenaza a su estabilidad. También sabe que su peor enemigo no está en la Casa de Nariño como ha querido hacer ver. Lo que más teme lo tiene mucho más cerca.
Sobre esto el propio Maduro habría dado una pista hace pocas horas en una reunión con el Alto Mando militar donde ofreció un nuevo incremento de sueldo y primas para los miembros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) efectivo a partir del 1 de octubre.
Los opositores sometidos a persecución y cárcel no son los que le quitan el sueño a Maduro
Esta información aún por confirmar es, no obstante, perfectamente coherente con una política según la cual en Venezuela se privilegia a los profesionales de las armas por encima del resto de la población. El más reciente ajuste de sueldo y bonificaciones a los militares, en vigencia desde mayo de 2018, provocó una indignación generalizada y desató la más reciente cadena de protestas por parte de médicos y enfermeras a las que empezaban a sumarse otros sectores.
Con ese nuevo aumento un coronel (por ejemplo) pasó a ganar 240 millones de bolívares mensuales (78 dólares), mientras que el salario mínimo integral es de apenas cinco millones mensuales (poco menos de 1,70 dólares). Un médico gana tres millones y una enfermera 623.000 bolívares. El diputado opositor que tomó como bandera esta situación fue el también profesional de la medicina José Manuel Olivares, quien sin embargo debió abandonar el país cuando a los pocos días de haberse iniciado la protesta la policía política emitió una orden de detención contra su esposa, Jofreny González Cannelones.
Sin embargo, lo que la represión política no puede ocultar son las cifras. Al observarlas se evidencia que el régimen madurista está repartiendo la miseria de manera muy poco equitativa. A un grupo le da un poco más migajas que a otros, porque por más que les aumente a los militares esos nuevos ingresos se los devora la hiperinflación de manera instantánea.
Descontento militar
Además, a los militares les puede ofrecer autos que no tendrán cómo mantener o asignar viviendas sin servicio de agua potable y sometidas a continuos cortes eléctricos, como ocurre con el resto de la población. No puede ponerlos a todos en los negocios más lucrativos. La mayoría se tiene que quedar en los cuarteles, o manteniendo el precario orden en las calles, o custodiando al presidente.
Es en este punto donde la serpiente se muerde la cola y volvemos al contexto previo que el rocambolesco “incidente” del 4 de agosto ha pretendido ocultar del ojo público: el deslave económico venezolano.
Maduro sabe que hay un extendido descontento militar. Es consciente de que la oficialidad tiene los mismos reclamos y más o menos las mismas necesidades del resto de la población. Está al tanto (es de dominio público) de al menos tres tramas militares develadas en los últimos 12 meses que pretendían derrocarlo. Complots en los que estaban involucrados oficiales identificados como chavistas.
Para completar el cuadro corren informaciones de un general de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) detenido bajo la sospecha de haber suministrado información para la operación con los drones en la avenida Bolívar en Caracas. De ser cierto esto, confirmaría que son elementos armados dentro del propio régimen los que amenazan a Maduro y no el Gobierno de Colombia o la oposición civil.
Maduro es consciente de que la oficialidad tiene los mismos reclamos del resto de la población
Y la mejor respuesta de Maduro ha sido ofrecer otro incremento salarial en bolívares que no valen nada. Pronto lo hará en petros, esa moneda digital en la cual tanto confía (Leer más: Por qué la criptomoneda de Nicolás Maduro no vale nada).
Mientras tanto, el oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) organiza una marcha de respaldo y lealtad a Maduro, al mismo tiempo que la segunda ciudad de Venezuela, Maracaibo, pasa 48 horas sin servicio eléctrico y en el sur del país, los tres estados más extensos, Amazonas, Bolívar y Apure, son inundados por el desbordamiento del río Orinoco, sin que haya ningún tipo de respuesta oficial o declaración por parte del jefe de Estado.
La vida de los venezolanos puede esperar. Más importante es que Maduro siga en el poder.