Pedro Benítez (ALN).- El chavismo tiene una habilidad enorme para vender sus derrotas como victorias. Con la finalidad de combatir el reciente rebrote hiperinflacionario, el pasado lunes Tareck El Aissami, vicepresidente de Área Económica de Nicolás Maduro, anunció que los precios, en dólares, de 27 productos fueron fijados de mutuo acuerdo con el sector privado. No en petros ni en bolívares. Por otro lado, Maduro anunció nuevas compensaciones salariales para los trabajadores…pero en bolívares. Todos estos anuncios se han hecho con un aire triunfalista y de mucho optimismo pese a que con los datos en la mano queda en evidencia quién ganó la guerra económica y que el dólar no fue el derrotado.
La decisión de Nicolás Maduro de reinstaurar los controles y la fiscalización de precios en Venezuela bajo el eufemismo de precios acordados causó en las primeras de cambio incertidumbre y desesperación entre la población, agudizando el caos provocado por la drástica escasez de gasolina y la creciente protesta social.
Hasta el más humilde consumidor entiende que volver a los controles es retornar a la pesadilla de las colas y el desabastecimiento de los años 2016, 2017 y 2018. En los mercados populares de Venezuela muy pocos han leído a Friedrich Hayek o a Ludwig von Mises, pero la lección de esta época de regulaciones económicas se han aprendido muy bien. “Van a volver los bachaqueros”, “todo va a volver a desaparecer”, son las frases más repetidas durante las últimas horas. Los bachaqueros son vendedores informales de alimentos, que lo acaparan todo.
Luego de haber ensayado desde el año pasado una estrategia dirigida a ser más “amigable” con lo que queda de sector privado, aceptando los consejos de los asesores ecuatorianos y rusos, ignorando los controles de precios, consintiendo la dolarización parcial y la libre importación de mercancías, Nicolás Maduro y el chavismo vuelven a las andadas. Como el adicto que no puede evitar la recaída en el vicio, retornaron a las regulaciones de precios, las amenazas contra “los especuladores”, la ocupación por 180 días del consorcio agroindustrial, Coposa, la fiscalización de compañías como Plumrose y las invectivas públicas contra Empresas Polar y su presidente Lorenzo Mendoza.
Este es un mensaje para los empresarios que ya se le rindieron a Nicolás Maduro
Más del mismo libreto de los últimos tres lustros. Esta ha sido la respuesta política (para el chavismo como a Podemos en España el relato es lo esencial) al nuevo salto hiperinflacionario provocado por el propio Maduro cuando a falta de ingresos en dólares aflojó las restricciones monetarias lanzando más bolívares sin respaldo a la calle.
Pero a medida que pasan las horas se disipa la polvareda retórica, y ello permite ver las cosas más claras. Por boca del vicepresidente del Área Económica, Tareck El Aissami, se anunció que el precio máximo de 27 productos de consumo masivo (hasta ahora no se ha publicado la lista detallada) fueron fijados en dólares en mutuo acuerdo con los empresarios productores de esos rubros.
Por otro lado, Maduro anunció nuevas compensaciones salariales para los trabajadores…pero en bolívares. Concretamente en 800 mil mensuales.
De modo que con los datos disponibles y aún incompletos, se puede estimar que el salario mínimo más cesta tickets en Venezuela equivaldrá a unos 4,67 dólares al mes desde el primero de mayo, mientras que la lista de 27 los productos acordados puede estar en los 32 dólares.
Precios máximos en dólares y salarios mínimos en bolívares. A esto ha llegado el socialismo del siglo XXI; pero eso sí, sin descuidar el relato, sin quitarle una coma al discurso.
El cartel de los amigos
Hay un altísimo nivel de improvisación en estas acciones, lo que lleva a señalar que no hay un plan. Pero en cambio sí hay un propósito. El de instaurar una economía cartelizada, con un grupo de empresarios amigos (o al menos no enemigos) bajo control político y sin libre competencia, pero que permita seguir eludiendo las sanciones norteamericanas y pueda llenar los anaqueles. Un capitalismo a la rusa.
El impulsor puertas adentro del régimen de ese “giro” ha sido El Aissami, quien no es teórico, ni economista, pero un operador político, aliado importante de Maduro y esperanza de muchos de los empresarios privados que han sobrevivido al holocausto productivo.
Luego de aferrarse durante seis catastróficos años para Venezuela “al legado” de Hugo Chávez, Maduro se ha visto obligado a girar hacia algún tipo de pragmatismo. El impulsor puertas adentro del régimen de ese “giro” ha sido El Aissami, quien no es teórico, ni economista, pero un operador político, aliado importante de Maduro y esperanza de muchos de los empresarios privados que han sobrevivido al holocausto productivo. Los dogmáticos de izquierda, exministros y exasesores de Maduro como Luis Salas, Pasqualina Curcio y el podemita español Alfredo Serrano Mancilla hace rato que fueron apartados.
En el proceso el chavismo destruyó su principal fuente de poder al liquidar casi por completo a la industria petrolera, PDVSA. Sin los ingresos de los petrodólares, cercado por las sanciones norteamericanas y ahora con el colapso de los precios mundiales del petróleo, Maduro se ve obligado a ir en un sentido muy distinto al que desearía.
El pragmatismo de Tareck El Aissami
Una flexibilización económica caótica, sin articulación de ningún tipo. Sin respaldo en la leyes. Sin la restauración de los derechos de propiedad. El siguiente paso es inminente: la entrega de lo que queda del sector petrolero a aliados y amigos.
No es casualidad la designación de El Aissami como ministro de Petróleo. El cambio que viene es telegrafiado.
Este es un esquema que condena a Venezuela a la pobreza eterna. No obstante, hay que tener en cuenta que en 2020 el país pasó por primera vez en casi 100 años de tener un sector privado dependiente del Estado (por control del ingreso petrolero) a un Estado que ahora depende del sector privado, que es el que pudiera traer divisas y resolver todo aquello que el socialismo chavista no ha resuelto, o ha agravado o ha destruido. Un cambio en el balance de poder.
El reciente protagonismo de Tarek El Aissami al frente de la economía hace que muchos observadores pongan sobre el tapete una pregunta: ¿Hay realmente un chavismo pragmático? La respuesta es que sí lo hay, porque siempre es así en todo grupo humano. Como en todo grupo de poder. Esa no es una calificación moral, es una descripción. ¿Pero de qué pragmatismo estás hablando? Esta es la pregunta correcta.
La otra cuestión es si este giro será suficiente para darle más tiempo a Maduro en el poder o simplemente alargará la agonía en Venezuela.
Hoy Maduro escucha a El Aisami porque quiere aferrarse de cualquier cosa que le sirva para aferrarse al poder. Después verá.