Pedro Benítez (ALN).- Para tener una idea de dónde se encuentra Venezuela basta con ver lo que hacen los vecinos. Luego de 25 años de complicadas y frustrantes negociaciones, el Mercosur acaba de firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea, suscrito por los mandatarios de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay y la titular de la Comisión Europea, Ursula von del Leyen.
Por cierto, el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, aprovechó la reunión cumbre de Montevideo para firmar los protocolos de adhesión que formaliza el ingreso de ese país al bloque comercial como Estado asociado, categoría que pasa a compartir con Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Guyana y Surinam.
La Comisión y el Parlamento Europeo todavía deben ratificar este acuerdo, que tiene mucha resistencia por parte de Francia e Italia y la oposición abierta de los agricultores de ese continente. Sin embargo, este es un paso importante para el bloque económico regional suramericano que logra mantenerse unido pese a sus continuas desavenencias, atribuidas, por lo general, al conocido proteccionismo que practica Brasil en beneficio de sus industriales, lo que ha llevado a alguno de sus miembros a amenazar con salirse, como fue el caso de Uruguay.
A título personal, el saliente mandatario de este país, Luis Lacalle Pou, se anota un tanto al conseguir que colega argentino, el controversial Javier Milei, asista a esta reunión y respalde este acuerdo. También es un paso importante para Lula Da Silva, en su aspiración de promover la influencia global brasileña, mientras evita el quiebre definitivo del grupo.
La cuenta que todos participantes han sacado con el tiempo es muy sencilla: en este tema es mejor negociar en bloque que hacerlo por separado.
Curiosamente, el ambiente reinante este viernes en Montevideo es muy distinto al que predominó hace casi veinte años atrás en la célebre Cumbre de Mar del Plata, noviembre de 2005, cuando el ex presidente Hugo Chávez acuñó la consigna: “ALCA ALCA-RAJO. En aquella ocasión los jefes de Estado de Argentina y Brasil, Néstor Kirchner y Luis Ignacio Lula Da Silva respectivamente, junto con el citado, enfrentaron y derrotaron la propuesta presentada por sus colegas George W. Bush de Estados Unidos, Vicente Fox de México y el primer ministro de Canadá Paul Martin de crear un área de libre comercio para todo el continente americano, denominada ALCA.
Por cierto, la última intervención de Bush fue para decir: “de lo que se trata es de ver cómo entre nosotros nos defendemos de China”.
No obstante, la cumbre en cuestión se hizo muy famosa porque el gobierno del país anfitrión auspició una anticumbre para protestar contra la cumbre que él mismo había organizado. Además, el comandante/presidente no dejó pasar la ocasión para darse un baño de masas animando a los activistas contrarios al ALCA en las calles del balneario argentino e intentado humillar a Bush en la reunión de mandatarios, representando, con todo gusto, el papel de punta de lanza de la dupla Kirchner/Lula. Cosas de Latinoamérica.
La respuesta soberana de los gobiernos de Colombia y Perú, encabezados por Álvaro Uribe y Alán García, consistió en culminar, cada uno por su lado, las negociaciones con Estados Unidos para firmar sus respectivos tratados de libre comercio con ese país.
Chile ya lo tenía en vigencia desde junio de 2003.
Consecuente con su prédica, la Venezuela chavista informó su retiro de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) el 19 de abril de 2006, manifestado su inconformidad con el paso dado por Perú y Colombia. Chávez sentenció a la entidad andina de integración como “muerta” y se fue tras los pasos de sus amigos del Mercosur solicitando el ingreso.
Se tiraba así, al pipote de la basura, muchos años de esfuerzos iniciados con el Acuerdo de Cartagena el 26 de mayo de 1969, también conocido como Pacto Andino, que tuvo, todo hay que decirlo, una trayectoria tan accidentada como la vida nacional de cada uno de sus miembros. Pero que en los años noventa del siglo pasado acordó un Arancel Externo Común entre Bolivia, Colombia, Ecuador y Venezuela (Perú se sumó en 1997), con un saldo, en cuanto al crecimiento del intercambio comercial, que lucía muy prometedor a inicios del siglo XXI entre sus miembros, en un mundo en el cual los países tendían a integrarse en bloques comerciales con sus vecinos. El entusiasmo por el futuro de la Comunidad Andina permitió a sus países convenir el libre tránsito de todos sus ciudadanos con el solo requisito de presentación de su respectivo documento de identidad nacional, y hasta se aprobó un pasaporte andino.
Hoy el 60% de toda la migración venezolana se encuentra en Colombia, Perú y Chile. Pues sí, millones de venezolanos huyeron del ensayo de justicia social del socialismo del siglo XXI justamente a esos países que tienen tratados de libre comercio con el perverso imperio estadounidense. Eso por no mencionar a todos aquellos que cruzaron el Tapón del Darién rumbo a esa tierra prometida de todos desheredados latinoamericanos que está al norte del Río Grande.
Venezuela quedó arbitrariamente fuera de la CAN sin que nunca quedará claro el para qué. En la fantasía de hacer de la patria de Bolívar el centro de una nueva arquitectura internacional, usando todas las letras del abecedario, el país quedó más aislado que nunca.
En diciembre de 2016, fue suspendido de Mercosur por incumplimiento en materia de comercio, política, democracia y derechos humanos. Previamente, se la había impedido asumir la presidencia protémpore. Su participación plena en ese grupo apenas duró tres años.
En agosto de 2017 la suspensión se declaró como indefinida “de los derechos y obligaciones” según lo contemplado en el Protocolo de Ushuaia, alegando los países miembros una “ruptura del orden democrático” y tras intentar infructuosamente realizar consultas con el gobierno de Nicolás Maduro.
Previamente, a Paraguay se le había aplicado la misma medida en junio de 2012, como respuesta al juicio político que removió al presidente Fernando Lugo (también en cumplimiento del Protocolo de Ushuaia), incluso se llegó a contemplar aplicar sanciones comerciales o el cierre de fronteras. Luego de las elecciones efectuadas en ese país en abril de 2013 se le permitió reingresar al bloque.
De modo que Venezuela se ha quedado fuera de la CAN, del Mercosur y todas las tendencias regionales en materia comercial.
Porque paralelamente a esta historia, la mayoría de los países latinoamericanos también han ido firmando acuerdos de libre comercio con China. Juegan con las dos superpotencias.
Uruguay, Costa Rica y Ecuador han solicitado formalmente unirse al Acuerdo Amplio de Asociación Transpacífico que promueve Pekín. Chile fue el primer país de América Latina en firmar un TLC con China, en 2005; entró en vigor en octubre de 2006. Lo mismo han hecho Perú en 2009 y Costa Rica en 2010. Ecuador y Uruguay mantienen conversaciones bilaterales con ese propósito.
Y como símbolo de esta tendencia tenemos el mega puerto que el presidente Xi Jinping inauguró hace pocas semanas a 70 kilómetros de Lima.
Según datos publicados por la Administración General de Aduanas de la República Popular, el valor total estimado del comercio entre China y América Latina alcanzó los 482 mil 600 millones de dólares en 2022.
Para darnos una idea de la magnitud, las exportaciones venezolanas con destino al gigante asiático se ubicaron en 731 millones de dólares en ese mismo año, mientras que las importaciones fueron de 3 mil millones. Ni el 1% de todo el comercio regional. Por cierto, una porción muy relevante de esas “exportaciones”, casi en su totalidad petróleo crudo, son para pagar las deudas del Fondo chino. Recursos que el gobierno venezolano hace años se gastó.
Venezuela ocupa la décimo tercera (13) posición como socio comercial de China, pese a que, desde septiembre 2023, los dos gobiernos establecieron una “Asociación Estratégica a Toda Prueba y Todo Tiempo”
Ahora, el mundo da uno de esos giros sorprendentes y es el reelegido presidente de los Estados Unidos, republicano, además, quien se presenta como el principal oponente a este tipo de convenios. Sus argumentos son muy similares a los expuestos por los oponentes al ALCA en 2005, sólo que, invirtiendo las posiciones, porque en el planteamiento de Donald Trump la primera economía del mundo es la víctima del libre comercio. A los creadores de la teoría de la dependencia jamás se les hubiera pasado tal idea por la cabeza.
Ante esa perspectiva, China vigila y espera, ofreciendo lo que Trump y las fuerzas conservadoras europeas se resisten a dar.
@PedroBenitezF