Rafael Alba (ALN).- Aumenta la oferta de conciertos basados en la combinación de hologramas de artistas fallecidos y música en directo. La tecnología ha proporcionado nuevas vías de explotación de los repertorios clásicos que aportan atractivos adicionales al boyante negocio de los grupos de versiones.
Todo empezó como una broma. O algo así. Aunque los historiadores del pop no se ponen completamente de acuerdo al respecto, parece haber un cierto consenso sobre la efeméride. Se dice que el primer zombi virtual, también llamado holograma, que actuó en directo en un gran escenario fue el del rapero Tupac Shakur, una de las grandes estrellas del género, fallecido en 1996 con sólo 26 años de edad, tras ser tiroteado desde un coche. El acontecimiento de su retorno digital tuvo lugar en el Festival de Coachella del año 2012 en un concierto de Dr. Dree y Snoop Dogg, a instancias del primero. Las dos estrellas actuales del género querían rendir un sentido homenaje a su antecesor y encargaron el trabajo a la compañía Digital Domain, una empresa especializada en la creación de efectos especiales para el cine. El resultado impresionó a la concurrencia. Estaba tan logrado que, en algunos momentos del show, el público llegó a tener la impresión de que Tupac interactuaba con sus dos colegas. Impactante de verdad, según algunos testigos presenciales de aquel momento glorioso que se convirtió en un hito, en una bonita anécdota para contar a los nietos.
Se dice que el primer zombi virtual, también llamado holograma, que actuó en directo en un gran escenario fue el del rapero Tupac Shakur, una de las grandes estrellas del género, fallecido en 1996 con sólo 26 años de edad, tras ser tiroteado desde un coche. El acontecimiento de su retorno digital tuvo lugar en el Festival de Coachella del año 2012
Y mucho más, por supuesto. Quizá sin saberlo, Dree y sus cómplices habían abierto una nueva línea de negocio a la voraz industria de la música en directo, siempre ávida de nuevos formatos que ofrecer a su público potencial. Una masa hambrienta de ocio que ahora parece buscar sobre todo sensaciones inesperadas y experiencias singulares. Los conciertos con hologramas de grandes estrellas fallecidas aportan eso y algo más, porque también sirven para volver a exprimir y poner en valor en un contexto futurista los repertorios de siempre. Esas colecciones de canciones clásicas que han acreditado su capacidad para perpetuarse en contextos intergeneracionales. Tras la inesperada aparición de Tupac en Coachella, de la que hablábamos antes, quedó claro que el milagro era posible. Al fin y al cabo, si se había logrado montar un show divertido y sorprendente de unos cuantos minutos, alrededor de la proyección de una imagen virtual que interactuaba con artistas y músicos que sí realizaban su trabajo en riguroso directo, estaba claro que también se podía montar un concierto completo. Sólo hacía falta trabajar un poco más. Programar, diseñar y diversificar.
Reparos morales aparte, que también los hay, este tipo de espectáculos son simplemente una vuelta de tuerca más para añadir incentivos adicionales al boyante circuito de los grupos de versiones y de las giras de la nostalgia. El mismo tipo de cebo y recordatorio a la concurrencia que funciona gracias a las películas biográficas o las remasterizaciones de grabaciones míticas. Hoy por hoy, hasta hay bandas recauchutadas y remozadas con transfusiones de juventud musical que aún salen de gira con algunos de sus miembros originales en la formación para convocar a sus fieles gracias al reclamo que supone el nombre que les dio fama y les permitió hacer fortuna en épocas pasadas. Y su negocio, como el de sus múltiples imitadores, consiste en realidad en reproducir una y otra vez del modo más fiel que sea posible el sonido de los temas que dominaron las listas de éxitos en las décadas pasadas. De modo que el caldo de cultivo para las actuaciones en las que se mezclan hologramas y músicos reales estaba listo y su consolidación en los carteles sólo era cuestión de tiempo y de que las empresas de efectos especiales y las promotoras de música en directo encontrarán la complicidad de algunos herederos de estrellas fallecidas, con ganas de mantener en funcionamiento la caja registradora y que estuvieran dispuestos a correr el riesgo para que los primeros shows se pusieran en marcha. La oportunidad estaba ahí y, más tarde o más temprano, iba a aparecer alguien dispuesto a aprovecharla.
El holograma de Ronnie Dio
Y siete años después de la reaparición virtual de Tupac, en esta primavera de 2019, se empiezan a anunciar las primeras giras mundiales de este tipo de conciertos. Unos espectáculos que cada vez figurarán de forma más habitual en las programaciones de festivales y teatros. Y que, probablemente, no tardarán en llenar algún estadio en los próximos meses. Como suele suceder, hay una amplia variedad de opiniones en cuanto a la calidad real que aportan estos conciertos y también de la catadura moral de sus promotores. Hay opiniones para todos los gustos. Muchos creen que en estos conciertos se malvende y se deprecia la historia del pop y otros, justo lo contrario, que son celebraciones que honran a los grandes héroes caídos en acto de servicio. Y, en algunos casos, como la posible reaparición virtual de Amy Winehouse, una de las primeras posibilidades que se barajaron, los primeros parecen haber impuesto su criterio a los segundos. Pero esa decisión que ahora parece firme, podría cambiar a medio plazo. Porque lo que ha sucedido hasta ahora con la mayoría de los conciertos de zombis virtuales que se han anunciado es que las entradas se venden y las fechas previstas para las giras se amplían.
España fue uno de los primeros países en los que pudo verse un concierto con hologramas. Sucedió en diciembre de 2017, hace ya algún tiempo. Entonces la gira Dio Returns!, que combinaba al zombi virtual de Ronnie Dio con algunos de los músicos que formaron parte de su banda, recaló en Barcelona, Zaragoza y Santander
Quizá sea así porque, al menos de momento, la curiosidad que despiertan estos eventos ejerce como un poderoso atractivo que engrasa las taquillas. Para muchos viejos fans de esos artistas desaparecidos que marcaron época estos espectáculos son algo que “hay que ver” para rememorar el pasado feliz, vivir la nueva experiencia y poder hablar de ella. Y conviene hacerlo por lo menos una vez en la vida. Pero no son sólo ellos y ellas quienes pican. También los jóvenes se sienten atraídos por un reclamo que, aunque sea gracias a un simple sucedáneo propiciado por la tecnología, le permite imaginar, poco más o menos, cómo fueron en realidad las actuaciones históricas de aquellos grandes monstruos de la música que consiguieron hechizar a las masas con su imponente presencia escénica. Por cierto que España fue uno de los primeros países en los que pudo verse un concierto con hologramas. En los ya casi lejanos orígenes de este fenómeno. Sucedió en diciembre de 2017, hace ya algún tiempo. Entonces, la gira Dio Returns!, que combinaba al zombi virtual de Ronnie Dio con algunos de los músicos que formaron parte de su banda, recaló en Barcelona, Zaragoza y Santander.
El espectáculo, que costaba sólo 25 euros, consiguió agotar las entradas disponibles, llenó tres locales de tamaño medio y recibió unas críticas bastante favorables de unos expertos que, inicialmente, habían hablado del asunto desde posiciones más bien escépticas. De hecho, Wendy Dio, la viuda del artista, fue muy criticada inicialmente por haber impulsado este negocio en colaboración con la compañía Eyellusion. Una empresa que contactó con ella inicialmente en 2016 para conseguir los permisos necesarios para crear una proyección virtual de Ronnie, en principio sólo con vistas a que tuviera una fugaz aparición en el Festival de Wocken, una de las citas ineludibles para la comunidad de fans alemanes del hard rock. El muñeco funcionó tan bien que decidieron dar el paso y convertirse en los auténticos pioneros del negocio. Y eso que la tecnología aún no estaba demasiado desarrollada y la proyección holográfica del cantante, uno de los voceadores de heavy metal más amados por los adictos a este estilo, aún no estaba demasiado conseguido.
También María Callas
Sin embargo el público, como ocurre siempre con las buenas escenografías de las obras de teatro, aceptó aparentemente encantado el engaño y se dejó envolver por la contundencia de la música que generaba una banda en perfecto estado de revista liderada por tres lugartenientes históricos de Ronnie, el baterista Simon Wright, el guitarrista Craig Goldy y el tecladista Scott Warren. Un trío que, reforzado por otros instrumentistas de similar solvencia, ya había actuado con mucho éxito por todo el mundo bajo la denominación de Dio Disciples con ese mismo repertorio que sirvieron en esta ocasión aderezado por la presencia del simpático holograma. Un festín de trallazos de alto voltaje, de primera calidad en el que se combinaban clásicos de Dio, Rainbow y Black Sabbath, los tres grupos fundamentales en la carrera del mítico cantante fallecido. El experimento funcionó tan bien que tras haber recalado en las principales capitales de Europa ha ampliado ahora su radio de acción a EEUU, esta vez en locales de mayor aforo. El aperitivo de lo que será una gira mundial en toda regla que incluirá más de 100 actuaciones.
La empresa que combate contra Eyeillusion por el liderazgo en este incipiente negocio se llama Base Hologram y mantiene también de gira mundial dos espectáculos de éxito. Uno de ellos, María Callas en concierto, inició también su periplo en Europa a finales del año pasado
Hace unos días Eyellusion ha anunciado el inminente lanzamiento de su segundo gran proyecto titulado El mundo bizarro de Frank Zappa, en el que un holograma de nuestro guitarrista bigotudo favorito revivirá el magno repertorio de The Mothers of Invention junto a otro puñado de músicos de primera línea, en el que se anuncian invitados especiales en ciertas fechas como Steve Vai, quizá el alumno más aventajado del maestro. El negocio, aprobado por la empresa familiar que controla el legado de Zappa, ha provocado cierta división entre los hijos del artista. No todos estaban de acuerdo, aunque al fin, la magnitud del dineral que había en juego parece haber ahogado las divisiones. Ahora Eyeillusion trabaja en el diseño de nuevos espectáculos y entre los nombres que se barajan están por supuesto todos, o casi todos, los que ustedes se habrán imaginado ya, desde B. B. King a Prince o David Bowie entre otros. Y también Glen Gould, aquel pianista genial que antes de morir se había retirado de los escenarios para redefinir las grandes interpretaciones del repertorio clásico, gracias a la magia de los estudios de grabación.
Pero la compañía mantiene silencio sobre el futuro, porque cualquier filtración podría arruinarlo todo y también, porque tienen enfrente una competencia que también funciona de maravilla. La empresa que combate contra Eyeillusion por el liderazgo en este incipiente negocio se llama Base Hologram y mantiene también de gira mundial dos espectáculos de éxito, en los que además, las proyecciones virtuales aparecen acompañadas por agrupaciones orquestales de más de 50 músicos. Uno de ellos, titulado María Callas en concierto, inició también su periplo en Europa a finales del año pasado, con el precio de la butaca a 80 euros, y ahora puede verse con gran éxito en EEUU. Los fans de la diva salen extasiados de los conciertos. Lo mismo que pasa con los adictos a la música de Billie Holliday que también tiene su propio espectáculo, de momento sólo visible en un teatro de Los Angeles, que parece decidido a especializarse en las galas de zombis virtuales. Otro gran éxito de Base Hologram han sido los conciertos del holograma de Roy Orbison, también acompañado por una nutrida orquesta, que en estos días vuelve a la carretera acompañado nada menos que por la proyección de Budy Holly, ese inolvidable rockero de las gafas que hizo bailar a medio mundo en la década de los 50. ¿Veremos algún día a Cecilia y Nino Bravo actuando juntos en una fiesta patronal española? Cualquiera sabe. Yo que ustedes no me atrevería a negar taxativamente la posibilidad. Cosas más raras se han visto. ¿Verdad?