Rafael Alba (ALN).- Algunas de las antiguas voces de referencia de Radio 3, como Jesus Ordovás y Diego A. Manrique, han expresado descontento con el programa de la 2. Los dos guionistas cuestionados, Pablo González Batista y Antonio Vicente, se han formado también en la emisora más joven de RTVE.
La polémica llevaba ya un tiempo instalada en los ambientes periodísticos madrileños, pero las hostilidades se han recrudecido en estos primeros días del flamante 2019. Recapitulemos: sobre el terreno de juego hay dos bandos enfrentados, con posiciones muy claras. Dos extremos separados por un abismo generacional y en el que también pesan, en algunos casos, las viejas rencillas corporativas. Enfrentamientos enquistados que tienen que ver sobre todo con los vaivenes de la controvertida gestión que han desarrollado en la última década los distintos responsables de la Corporación RTVE, la televisión pública española. Un grupo de dirigentes de distinto color político y lealtades diferenciadas sobre el que siempre parecen haber pesado más las hipotecas políticas que la gestión empresarial. Y esa circunstancia ha generado bandos irreconciliables, conspiraciones de pasillo y un entorno complicado donde no resulta fácil aplicar criterios de interés general similares a los que, por ejemplo, se utilizan para dirigir otros grupos de medios de titularidad estatal, prestigiosos en toda Europa. Como la siempre admirada BBC británica. Un teórico modelo a imitar del que se habla mucho, pero que nadie parece querer emular en realidad.
El último capítulo de esta sorda e interminable batalla se libra en torno al uso que los actuales responsables de la tele de todos hacen del valioso archivo audiovisual acumulado por la compañía a lo largo de sus casi 63 años de historia
El último capítulo de esta sorda e interminable batalla se libra en torno al uso que los actuales responsables de la tele de todos hacen del valioso archivo audiovisual acumulado por la compañía a lo largo de sus casi 63 años de historia. La indignación y las declaraciones públicas airadas han alcanzado ya a muchos melómanos, algunos estudiosos y a buen número de críticos musicales veteranos, muchos de los cuales fueron en su día las voces de referencia de Radio 3, la emisora pública especializada en músicas juveniles. Para los componentes de este grupo resulta poco menos que incomprensible que se esté desperdiciando por completo, y sin remordimientos aparentes, las posibilidades latentes que ofrece este valiosísimo tesoro. Un legado que puede rentabilizarse desde muchos ángulos, especialmente el económico y el cultural, y con el que nunca se ha hecho nada serio, ni nada relevante, que esté a la altura mínima necesaria para hacerle justicia. Y hasta hay quien piensa ahora que esta ausencia de acción era preferible a lo que sucede ahora.
O casi. Porque últimamente, estas imágenes impagables y estas postales sonoras llegadas desde el pasado común, en las que está contenida la historia sentimental y social de España, han llamado la atención de ciertos trabajadores de la casa, aparentemente alineados en el grupo de profesionales de menor edad, y han encontrado acomodo en algunos programas de creación reciente en los que se explota sólo su componente nostálgico. En el mejor de los casos. Y, además, se hace de un modo que no satisface a muchos expertos. Sobre todo, porque estos documentos impagables se trocean, se agrupan por temáticas que no tienen en cuenta cronología alguna y se emiten aderezados por comentarios irónicos y humorísticos, que pretenden resultar ingeniosos y que suelen criticar desde los ojos de las generaciones actuales supuestos excesos estéticos del pasado. Sin contextualizar lo que se emite, ni aportar elementos de juicio a los telespectadores para que puedan apreciar en su justa medida lo que ven. Simplemente, al menos en opinión del bando de los críticos, se encadenan gags en los que se ridiculiza el trabajo de muchos artistas del pasado con la única intención de provocar las carcajadas de los siempre desinformados millennials.
‘Viaje al Centro de la Tele’
Aunque, una vez más parece evidente que incluso entre ofertas similares hay diferencias que deben ser consideradas. En general, la visión tierna y amable del pasado que ofrecía el programa Viaje al Centro de la Tele, dirigido por Pedro Santos, esquivó el fuego graneado, a pesar de que se emitía en La 1, la joya de la corona de RTVE y en horario de máxima audiencia. Eso sí, en verano, la época del año en la que el consumo televisivo en España suele situarse en cifras mínimas. Pero Santos contaba con la ayuda de los grafismos del genial Forges, un humorista gráfico recientemente fallecido cuyos monigotes de grandes narices hicieron las delicias de varias generaciones, y las locuciones del popular actor, director y personaje multimedia Santiago Segura, entre otros puntos favorables. Elementos que apuntaban hacia una intención inequívoca de generar sonrisas blancas y complicidades varias. El programa reflejaba más, según la opinión de los expertos catódicos, a una España tal vez ingenua, pero capaz de evolucionar y reírse de sí misma, que a un puñado de paletos frikis que convirtieron en éxitos temas infumables y se vistieron con ropa de rebajas adquirida en unos grandes almacenes de tercera.
En general, la visión tierna y amable del pasado que ofrecía el programa Viaje al Centro de la Tele, dirigido por Pedro Santos, esquivó el fuego graneado, a pesar de que se emitía en La 1, la joya de la corona de RTVE y en horario de máxima audiencia
Dos pecados que sí se atribuyen a Cachitos de hierro y cromo, el programa modernillo que presenta Virginia Díaz, una locutora de Radio 3, y que ahora dirige Arantxa Soroa. Una apuesta por utilizar ese archivo audiovisual olvidado que despertó grandes expectativas y que fue creada por Jero Rodríguez, quien dejó de estar al mando de las operaciones cuando se hizo cargo de La hora musa, la otra gran apuesta musical de La 2 para esta temporada. Cachitos puede verse desde hace unos años ya y casi desde el principio de su andadura tuvo en contra a ese ejército de analistas indignados del que hablábamos antes. Y eso, a pesar de que sus índices de audiencia siempre han sido muy inferiores a las cifras promedio del ente público. Lo que quiere decir que, de cara a la mayoría, pasaba más bien desapercibido. Hasta ahora. Hasta esa edición especial que se emitió el pasado 31 de diciembre y que ha desencadenado en los medios lo que podría ser la gran batalla final.
No fue una emisión como las demás, desde luego, a pesar de que sólo aportaba los contenidos habituales. Sin embargo, en esta ocasión, el share llegó al 6,8% tras congregar en su mejor momento a unos 923.000 espectadores, una cifra que supone un récord histórico. Además, su repercusión en las redes sociales, sobre todo en Twitter, superó todas las previsiones, hasta el punto de que el hashtag #CachitosNochevieja llegó a convertirse en trending topic mundial por un breve tiempo. Una explosión que continuaría los días siguientes en los que los medios de comunicación se hicieron eco de la gran acogida cosechada por esa combinación de imágenes de artistas y grandes éxitos del pasado y unos subtítulos que aportaban el contexto del espectáculo siempre desde esa visión entre irónica y malintencionada que les caracteriza. Algunos chistes, como aquel que bautizaba al cantante Bertín Osborne como La Vox, buscando la complicidad de una audiencia que conoce bien las orientaciones políticas conservadoras de este artista que se considera a sí mismo parte de la derecha sin complejos, fueron muy celebrados y aplaudidos en los días posteriores por los medios de comunicación generalistas.
Las luchas de poder en RTVE
El día 2 de enero, por ejemplo, en la sección de televisión del diario El País se publicó un artículo firmado por Natalia Marcos en el que se hacía una crónica del éxito del Cachitos de Nochevieja en términos elogiosos. Se hacía hincapié en los más de 600 rótulos, con la estructura típica de los tuits que se habían elaborado para la ocasión. El trabajo había recaído en dos profesionales jóvenes formados en Radio 3, Pablo González Batista y Antonio Vicente. Batista es ahora el subdirector de la segunda parte de Hoy por hoy, el programa matinal de mayor audiencia de la Cadena Ser, la radio líder de las ondas hispanas, donde trabaja junto a Toni Garrido, un antiguo locutor de Radio Nacional, cuya salida de la casa causo polémica y que llegó a su nuevo puesto para sustituir a Gemma Nierga. Batista y Vicente comparten algo más. El segundo sustituyó al primero como responsable de una original sección informativa que se emite en Hoy empieza todo, el programa despertador de Radio 3.
Pecados que sí se atribuyen a Cachitos de hierro y cromo, el programa modernillo que presenta Virginia Díaz, una locutora de Radio 3, y que ahora dirige Arantxa Soroa. Una apuesta por utilizar ese archivo audiovisual olvidado que despertó grandes expectativas
Pero su alabado trabajo se ha encontrado con unas durísimas y bien documentadas críticas. También en El País, Diego A. Manrique, quizá el crítico más prestigioso de España, ha escrito una durísima columna de opinión en la que asegura, entre otras lindezas, que el principal archivo musical de España se usa sólo para hacer chistes y que a todo el mundo le parece supergracioso. Un contemporáneo suyo, Matías Uribe, se ha unido al ataque desde su espacio en El Heraldo de Aragón, al afirmar que los responsables de Cachitos ridiculizaron la música pop de manera ofensiva en su especial de fin de año a base de “poner cartelitos chuscos” sobre canciones facilonas. Aunque ninguno de los dos ha llegado tan lejos como Julio Valdeón, el articulista del portal especializado Efeeme.com, que califica al programa de “vergonzante basura posmoderna”. Y eso es sólo la punta del iceberg, como dice la frase hecha. El grupo de valientes que se ha permitido poner su firma y hacer públicas sus críticas.
Una andanada que inició otro histórico de Radio 3, Jesús Ordovás, al lamentarse de lo que se estaba haciendo con el archivo de RTVE en una entrevista en profundidad que le hizo Diego A. Manrique en Jot Down. Manrique y Ordovás, por cierto, dejaron la radio pública sin pena ni gloria, a pesar del prestigio acumulado. El primero de ellos había llegado a ser subdirector de la emisora juvenil de la cadena estatal en los tiempos en que Lara López era la directora de la cadena, cuando el socialista José Luis Rodríguez Zapatero era el presidente del Gobierno. Ambos fueron sustituidos tras la victoria del PP en 2011 por Tomás Fernando Flores, el director actual. Tras su llegada Manrique fue despedido y el programa de López, Músicas posibles, uno de los espacios más veteranos de la emisora, pasó a emitirse a las seis de la mañana. Flores, por cierto, se inició en la radio junto a Ordovás, de quien recibió furibundas críticas no hace mucho, cuando en un extraño giro del destino el PSOE y Podemos propusieron su nombre como candidato a dirigir RTVE, nombramiento que no prosperó. Pero esa cercanía con la actual cúpula socialista parece haber permitido a Tomás Fernando mantener el cargo en esta etapa de transición en la que el gobierno de Pedro Sánchez ha situado al frente de la corporación a Rosa María Mateo. Ya ven. Viejas rencillas, distintas formas de ver las cosas y, de fondo, una triste realidad incuestionable. Ni la música, ni la cultura son una prioridad para los políticos españoles. Sean del partido que sean.