Pedro Benítez (ALN).- La antipatía automática de muchos venezolanos, en particular de la diáspora (en particular en España), hacia el gobierno de coalición que el líder socialista Pedro Sánchez ha encabezado desde 2019 tiene un solo motivo: Podemos.
A inicios de la segunda década de este siglo recaló por tierras venezolanas el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid Juan Carlos Monedero en plan de asesor ideológico del expresidente Hugo Chávez. Por aquellos días éste estaba muy interesado en refinar ideológicamente su Socialismo del siglo XXI. Pretendía hacerlo un producto de exportación. Gracias a su capacidad retórica y manejo del tema, Monedero consiguió puerta franca en las oficinas presidenciales de Miraflores y pasó a ingresar en el selecto grupo que incluía a Heinz Dieterich, Marta Harnecker e Ignacio Ramonet.
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Es más, se hizo conocido primero en la televisión oficial venezolana que en las tertulias españolas. Más allá del falso complejo de culpa que algunos europeos cultivan por la conquista del siglo XVI en tierras americanas, y de la obsesión por dar con el Buen Salvaje, una de las cosas que atrapó a Monedero de Venezuela fue la abundante fuente de financiamiento que descubrió en el régimen chavista. Que se haya podido demostrar cobró (sólo) en Venezuela casi 500 mil euros por concepto de asesorías.
Una relación que abre puertas
Apasionado defensor desde entonces del chavismo no fue egoísta con su “descubrimiento” que compartió con su colega y amigo Pablo Iglesias. La relación con el chavismo les abrió las puertas de otros países como Ecuador, Argentina, e Irán.
Por su parte, y tal como admitió en una de sus visitas a la Argentina, a Iglesias lo que le fascinó de Latinoamérica fueron sus ensayos populistas. Tanto el peronismo en el siglo XX como el chavismo en el siglo XXI; la versatilidad de este estilo de hacer política y su aparente eficacia para ganar adeptos, elecciones y destruir las instituciones de la democracia liberal. Poco le importó la documentada inspiración fascista del peronismo. Tampoco el generoso apoyo que su fundador, el general Juan Domingo Perón, le brindó al también general y dictador Francisco Franco rompiendo el bloqueo internacional impuesto por las democracias luego de 1945.
A Monedero y a Pablo Iglesias también les enganchó la oportunidad de ver en primera fila y de contribuir directamente al ensayo populista chavista.
«América Latina ha sido un laboratorio político”
Iglesias admitiría: “Para nosotros, América Latina ha sido un laboratorio político”. Concretamente, Venezuela fue el conejillo de indias. Todavía uno de los suyos anda dando vueltas por este lado del mundo, el “Jesucristo de la economía” Alfredo Serrano, cuya “asesoría” justificó la devastadora hiperinflación que sumió en el hambre y la miseria a millones de venezolanos entre 2017 y 2021.
A continuación, en España iniciaron dos programas de televisión difundidos por las redes sociales, uno de los cuales, Fort Apache, ha sido a lo largo de los años sufragado y emitido por el gobierno de Irán a través del canal de HispanTv.
¿Cuál fue la conexión de Pablo Iglesias con el régimen de los ayatolas? La Venezuela chavista.
Paralelamente se presentaría la ocasión y oportunidad de aprovechar la tremenda crisis económica en la que cayó España en la última legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero para abrirse un espacio importante en el sistema político español con los recursos económicos (no se olvide ese detalle) de Venezuela.
La oportunidad de castigar a la clase política
Todavía en 2014 (aunque hoy pueda parecer insólito) Pablo Iglesias llamó la atención no sólo por sus acerbas críticas al modelo económico “impuesto desde Europa”, al neoliberalismo y a la hegemonía de Estados Unidos, sino por afirmar que en España se debería considerar seriamente como alternativa las políticas implementadas en algunos países de América Latina en la década previa, en particular en la Venezuela de la era Chávez.
Poco importaba que mientras Venezuela tenía en ese entonces (2012) una renta per cápita de 11.000 mil dólares, la de España estaba por el orden de los 35.000. O que Venezuela era uno de los países más violentos del mundo (finales del gobierno de Chávez) con una tasa de 53 homicidios por cada cien mil habitantes y España con 1.0 era (y sigue siendo) una de las zonas más seguras. Ni que en el índice de desarrollo humano Venezuela (datos oficiales de la época) estaba en el puesto 73 y España en el 23.
Hay que recordar que un importante porcentaje de ciudadanos españoles, en sucesivos procesos a partir de las elecciones europeas de 2014, le votó a él y a su partido Podemos; se podría decir que no tanto por lo que decía sino por lo que representaba, la oportunidad de castigar a la clase política española.
Lo que vieron los líderes de podemos en Venezuela
En particular a Iglesias y a Monedero les atraía fuertemente el proceso mediante el cual Hugo Chávez edificó su hegemonía política en Venezuela. Hambrientos de historia, en algún momento, cuando las encuestas favorecían a Podemos, creyeron posible hacer en España exactamente lo mismo; edificar una nueva hegemonía que barriera con todo el sistema político que ese país había conocido desde el inicio de la Transición. Usar la democracia para destruir la propia democracia. Apelar y capitalizar el voto de la venganza de una parte de la sociedad contra sus élites. No conformarse con llegar al gobierno, sino capturar el poder. De eso se trataba el ambicioso proyecto de Unidas Podemos. Aquí no estamos especulando, esto lo afirmó Iglesias reiteradamente en la plaza pública cuando el viento soplaba a su favor.
¿Qué observaron en Venezuela estos profesores de ciencias políticas? Mentir. Engañar al contrario. Disimular las verdaderas intenciones. El arte de la guerra. Romper el desgastado esquema de izquierda y derecha. Sustituirlo por ideas novedosas, el pueblo contra la oligarquía. Si el populismo es útil, pues se usa; si hay que declarase socialdemócrata, ¿qué importa? Nada de repetir aquella tonta honestidad de Salvador Allende de anunciar a los cuatro vientos el propósito de construir una vía nacional al socialismo. Además, (insistamos) dieron con una fuente generosa de financiamiento gracias al dispendioso y corrupto petroestado chavista. Ellos también fueron parte del plan de internacionalización que incluyó a los Kirchner, Lula, Correa, Evo Morales, Lugo y Humala en un mundo en el cual las tensiones propias de la globalización estaban creando un espacio político favorable.
Chávez fue, para muchos, una bendición caída del cielo
Hoy parece como un lejano pasado cuando, desde Venezuela, Chávez fue una bendición caída del cielo, no sólo para el régimen cubano, sino para toda esa izquierda que guardaba luto desde la caída de la URSS en 1991. Se dio la circunstancia que el gobernante de un importante productor de petróleo, electo democráticamente, proclamaba a los cuatro vientos su compromiso con la utopía socialista.
No era la Cuba de 1960, ni el Chile de 1970, países que necesitaban de solidaridad internacional para sostener sus proyectos socialistas. A partir de 2006, al igual que Allende, Chávez ratificó que un “revolucionario” podía llegar al gobierno por la vía electoral, pero a diferencia del malogrado presidente chileno demostró que en determinadas circunstancias y con las adecuadas cartas bajo la manga se podía neutralizar a los adversarios, lograr todo el poder y conservarlo indefinidamente. Todo eso sin necesidad de empañar demasiado la imagen democrática, sin quebrar los huevos.
Chávez no inventó el agua tibia
El procedimiento consistió en forzar, aprovechando las fallas del sistema, el colapso de la institucionalidad democrática por un medio en apariencia impecablemente democrático (la Constituyente). En Ecuador y Bolivia, Rafael Correa y Evo Morales respectivamente aplicaron la idea con éxito. Siguiendo el ejemplo que Chávez dio, no necesitaron sacar los tanques a las calles para cerrar ningún Parlamento, ni para tomar el control de los tribunales de justicia. Se ahorraron los inconvenientes de Fujimori. Y todo eso con el apoyo masivo de la opinión pública, tanto nacional como internacional.
Ya los antiguos griegos, Tocqueville en el siglo XIX y Hannah Arendt en el siglo pasado, habían advertido que la democracia podía ser el instrumento de su propia destrucción. Es lo Iglesias y Monedero captaron.
En esa estrategia, como en otras cosas, Chávez no inventó el agua tibia, sólo copió a su maestro, Fidel Castro Ruz. Éste bajó en enero de 1959 de Sierra Maestra con la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre colgada en el cuello y prometiendo elecciones libres en plazo perentorio. Nunca cumplió el compromiso, pero buscó una buena coartada para justificarse. Engañó a todos los demás, incluyendo al gobierno de Estados Unidos; cuando se percataron de sus auténticas intenciones ya era tarde para Cuba.
Podemos, un desafío al sistema político español
Por supuesto, Chávez no derrocó a ningún dictador, ni llegó fusilando a nadie; las circunstancias eran otras, pero el fundamento del juego era el mismo; seducir a la mayoría del electorado, embaucar a toda una sociedad y cautivar a buena parte de la opinión pública mundial. En todo eso contó con los errores no forzados de sus adversarios; las ventajas de un estamento político que se entregó sin combatir en 1999, los garrafales errores del Carmonazo, el tarantín militar de Plaza Altamira y con muchos, muchísimos petrodólares.
Con todo ese background por detrás se montó Podemos, uno de los más formidables desafíos que el sistema político español instaurado en 1978 ha conocido hasta ahora, en un momento en el cual un creciente número de españoles (tal y como ocurrió en Venezuela en la etapa final de nuestros “cuarenta años”) no parecía darse cuenta que el bienestar y la libertad que han disfrutado tiene algo que ver con su imperfecto sistema democrático.
A lo largo de estos años la oferta podemita a los españoles ha consistido es afirmar que tienen derechos sin mucho esfuerzo. La típica argumentación del populismo económico. Ganar sin trabajar. Probablemente es la razón de la inquina de sus líderes a la locomotora económica de Europa, la industriosa Alemania.
El alineamiento automático de Monedero
Su planteamiento es más parecido a la concepción franquista de la sociedad, en la cual la gente no pierde sus empleos, las empresas no quiebran y los matrimonios no se divorcian. Exactamente lo contrario al mundo moderno. Pero precisamente eso fue parte de su atractivo; ofrecer seguridad en un mundo cambiante. Además, apuntando siempre a un culpable claro si las empresas quiebran y la gente pierde su empleo.
Al agudizarse brutalmente la crisis económica venezolana Iglesias optó por mirar a otro lado e ignorar el tema. Aunque el siempre presente Juan Carlos Monedero se unió al grupo (entre los que destacaba Hebe de Bonafini) que desde las dos orillas del Atlántico se opusieron públicamente a que se investigaran las violaciones a los Derechos Humanos ocurridas en Venezuela de 2014 en adelante.
Su alineamiento fue automático, casi instintivo, cuando en octubre de 2020 la mayoría del Consejo de DDHH de las Naciones Unidas (ONU) votó a favor de una resolución que extendió por dos años el mandato de la Misión de Determinación de Hechos que investiga los crímenes de lesa humanidad cometidos bajó el gobierno de Nicolás Maduro, pese a que la decisión del Consejo no fue condenar a este ni a este ni a sus colabores, ni actuó como tribunal. Se limitó a respaldar la labor de la Misión en medio de una intensa campaña internacional que los medios afines al gobierno venezolanos emprendieron en su contra.
Podemos y perder por partida doble
Lo sorprendente es que en 2016 el mismo Pedro Sánchez había advertido, públicamente, la intención por parte de los dirigentes de Podemos de copar las palancas claves del Estado usando como excusa la necesidad de restablecer ciertos derechos sociales lesionados por los años de la crisis económica que empezó en 2009. Pero, como ya se sabe, la política hace esos extraños compañeros de cama. Es suficientemente conocido el papel clave que Pablo Iglesias cumplió en llevar y sostener en la presidencia del Gobierno español a Pedro Sánchez, mientras se alejaban (no mucho) del chavismo, por la misma razón que Chávez lo hizo de Fidel Castro y su dictadura en 1998.
De esas relaciones los venezolanos salimos perdiendo por partida doble, no sólo porque gente como Iglesias y Monedero chuparon dinero del presupuesto público nacional, sino porque además aportaron muchas de las malas ideas que Chávez aplicó y cuyas consecuencias los venezolanos hoy estamos padeciendo en aras de construir el “Socialismo del Siglo XXI”.
Relaciones especiales que nunca han sido furtivas, sino a plena luz del día. Como las estafas.