Rafael Alba (ALN).- J Balvin encendió la mecha con un post en las redes sociales en el que aseguraba que “sin reggaetón no hay Latin Grammy”. Otras estrellas del género como Bad Bunny, Maluma o Daddy Yankee se han sumado también a la campaña, dolidos por la indiferencia de los académicos ante su éxito.
La imagen que J Balvin colgó la semana pasada en su perfil de Instagram dejaba muy poco espacio para la duda, la especulación o la imaginación de los aludidos. Era simple y directa, tan comprensible como suelen serlo las letras de sus canciones. La superestrella colombiana, quizá la máxima referencia actual del reggaetón en el mundo, el género que ha impulsado a la música latina hasta el liderazgo mundial en las plataformas de streaming, posteó un logotipo de los Grammy latinos. Una figura blanca, perfectamente visible sobre un fondo completamente negro. Luego tachó la imagen con una enorme equis colorada. Y por si su posición sobre el asunto al que quería referirse no le había quedado lo suficientemente clara a todos y cada uno de los 33,3 millones de seguidores que acumula en la red social juvenil más de modo en medio mundo, añadió una frase aclaratoria, escrita también en grandes letras mayúsculas blancas. “Sin reggaetón no hay Latin Grammy”, decía. Una afirmación contundente que parecen compartir sus fans y que ya había superado (de largo) el millón de ‘Me gustas’, al cierre de esta nota.
Para comprender en toda su magnitud la indignación de Balvin, basta con echar un vistazo al listado de nominaciones de los Grammy latinos de 2019, que acaba de hacer público la Academia de la Industria Discográfica de la Música Latina. Un cuadro de honor en el que destacan especialmente dos artistas españoles, Rosalía y Alejandro Sanz, y en el que han encontrado hueco otros artistas veteranos como Juan Luis Guerra, Andrés Calamaro, Marc Anthony o Juanes y otros nuevos y de reciente y fulgurante aparición como Fonseca o Aitana… Y en el que los reyes del reggaetón han tenido que conformarse con las migajas. Apenas un par de nominaciones para Balvin y Bad Bunny. El primero, además, compartiendo honores con Rosalía y El Guincho por la canción Con Altura, de momento, el auténtico éxito global de la artista catalana (quizá también gracias a la presencia de Balvin en el proyecto), y otro puñado de menciones de nicho y premios de consolación para un grupo en el que se integran Pedro Capó, Ozuna o Daddy Yankee, entre otros. Todas ellas, por cierto, menores y fuera de los premios considerados verdaderamente grandes.
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En las categorías importantes, la representación de la música urbana emergente, el trap y las nuevas tendencias de baile que son, ya lo hemos dicho, las verdaderas apuestas ganadoras de la industria latina, en pleno periodo de pujanza y expansión, parecen haber quedado en manos de Rosalía. Y sí, es cierto, que el flamenkito digitalizado de la diva española tiene muchos puntos de contacto con la música que fabrican las estrellas del reggaetón. Y que comparte escenarios y grabaciones con ellos, a quienes dice admirar y con quienes empasta perfectamente. Pero, por ahora, a pesar del imparable crecimiento que experimenta su público, sus números no pueden compararse con los que exhibe el ejército de estrellas que los académicos han marginado en sus votaciones para las nominaciones de los premios. Un proceso limpio que lleva realizándose de la misma forma desde hace dos décadas y en el que no hay espacio para manipulaciones. Al menos, según la versión oficial que la institución ha facilitado a los medios de comunicación, para salir del paso del ruido y las acusaciones de tongo que se han extendido por las redes sociales.
Maluma ha sido el más contundente
Todos los colegas de Balvin han compartido su post. Con lo que el eslogan de protesta al que nos referíamos al principio de este artículo ha conseguido convertirse en una reivindicación global de los amantes del género reggaetonero. Pero el enfrentamiento entre los ídolos de la juventud y los sesudos (y quizá avejentados, según algunas opiniones) miembros de la venerable academia, no ha quedado ahí. Casi en paralelo con la iniciativa del gran J, Maluma, otro monstruo colombiano del ritmo caribeño, que ha sido bendecido por la mismísima Madonna, no sólo se sumaba a la iniciativa de su compadre, sino que añadía bastante más leña a ese mismo fuego. Maluma ha publicado en las redes sociales un texto muy dolido que no tiene casi desperdicio, en el que apunta, entre otras lindezas, que “siente una desilusión bien cabrona por no tener siquiera ni una sola nominación a los Latin Grammy”. Y eso después de haber publicado lo que considera el mejor disco de su vida. Eso sí, admite poder consolarse perfectamente con el sonido del público enfervorizado en los recintos abarrotados en los que actúa.
Tal vez, este grupo de estrellas ninguneadas, también podría consolarse si tuviera en cuenta que su suerte no es muy distinta a la que, tradicionalmente, han corrido los trabajos de los grandes raperos y los nuevos ídolos del r&b moderno en los otros Grammy, los anglosajones. Esos que todavía la mayor parte de la crítica y la industria suele considerar como los de verdad. Los raperos, líderes actuales en todas las clasificaciones en las que se miden ventas de entradas, clicks de streaming, o cualquier otro ratio relacionado con la rentabilidad y la popularidad, se han acostumbrado desde hace años a sufrir la humillación constante de que ni ellos mismos, ni sus trabajos, aparezcan en las nominaciones de los premios gordos. Ni artista, ni álbum, ni canción del año. Ni siquiera la evanescente categoría de artista revelación. Aunque quizá a este grupo de poetas callejeros les quede alguna esperanza después de que, en 2018, uno de ellos, el sin par Childish Gambino, logrará hacerse con el premio al mejor tema gracias a su hit global, This is America, un tema crítico y duro que se ha convertido en un himno para las masas enfervorizadas que se manifiestan contra el presidente Donald Trump y sus políticas populistas.
Al final ese divorcio entre las estrellas juveniles que han llegado al éxito gracias a las nuevas tecnologías digitales y los viejos divos del mundo analógico es una constante que se repite en medio mundo. Sin ir más lejos, en España, ni las listas de ventas de unidades físicas, cada vez más cuestionadas y cuestionables, ni las apuestas de las radiofórmulas, parecen estar en sintonía con los tiempos que corren. El mainstream se resiste a abrazar a los auténticos artistas favoritos de la juventud que lideran las listas de streaming. Aunque, últimamente, y quizá también gracias al éxito obtenido por Rosalía, la brecha empieza a cerrarse y tipos duros como C. Tangana o Dellafuente, han logrado colarse en algunas listas de radio. Aunque todavía no hayan cumplido la aspiración de encadenar una sucesión de números uno similar a las que logran sin esforzarse demasiado los cantantes melódicos como Manuel Carrasco, los triunfitos y las triunfitas de turno y demás animalitos del bosque que se mueven por los trillados vericuetos de los concursos de talentos y los ecosistemas televisivos en decadencia.
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Así que, finalmente, estos desencuentros entre lo viejo y lo nuevo no son demasiado extraños. Sin embargo, tal vez lo que más le duele a Balvin y a los suyos es que sea esa industria que han contribuido a hacer grande la que les niegue un reconocimiento que, desde hace ya un par de años, han conseguido obtener en muchos ámbitos en los que parecía que jamás iban a ser tomados en serio. Tanto él como sus compinches Bad Bunny o Maluma, sobre todo, no son ya simples fenómenos comerciales. Fabricantes de canciones de éxito que dominan el mundo gracias a YouTube, tras haberse colado en el centro del escenario global aprovechando el hueco abierto por Luis Fonsi y Daddy Yankee y su Despacito. Los líderes de la nueva ola de la música latina, los ases del sonido urbano, han conseguido convertirse en cabezas de cartel en los principales festivales estadounidenses, como el californiano Coachella, hacer hablar en castellano a los grandes vendedores anglos como Drake o Beyoncé. E incluso ser venerados y alabados sin pausa por los críticos musicales anglosajones de vanguardia en biblias del indie, como Pichtfork, la página web que marca la tendencia en el mundo. Algo que hasta hace nada parecía imposible.
Pero ninguno de esos hitos históricos parece ser suficiente para los académicos. Gente, aparentemente, apegada a los viejos lobos de la canción melódica y que no parecen capaces de sintonizar con los tiempos presentes. Hasta el punto de que dos de las estrellas femeninas del pop global con más tirón en EEUU, Camila Cabello y Alessia Cara, sólo han conseguido colarse en las nominaciones de los Grammy latinos de este año gracias a sus colaboraciones con Juanes y Alejandro Sanz, dos veteranos que buscaron su compañía para rejuvenecer sus avejentadas legiones de fans y mejorar su deficiente visibilidad entre los nuevos públicos anglosajones. O al menos, esa es la versión que se cuenta del asunto en las oceánicas redes sociales de los seguidores del reggaetón, que en estos días se muestran tan enfadadas como sus ídolos con la marginación que, aparentemente, sufre el género, de una industria elitista que mientras gana dinero a manos llenas con estos artistas, prefiere dejarles fuera de la foto.
Y mientras tanto, la música latina sigue al alza en todo el mundo conocido, en general, y en EEUU, en particular, a pesar de estos desencuentros y cada minuto que pasa cae una nueva barrera de esas que antes parecían infranqueables. La última, por el momento, ha sido derribada por dos mujeres que, desde hace tiempo, ya se habían ganado los galones de fenómenos del pop global, pero que justamente ahora han visto confirmada su importancia. Se trata de Shakira y Jennifer Lopez, dos auténticos símbolos femeninos del poder latino que van a tener el honor de realizar la actuación estelar del intermedio de la próxima Super Bowl, la gran final de la liga de fútbol americano, que se celebrará en Miami el 2 de febrero de 2020. Una plataforma global que permitirá a las dos divas obtener sus merecidos 15 minutos de gloria ante una audiencia potencial de más de 100 millones de espectadores. Una experiencia maravillosa e impactante de la que ya han disfrutado estrellas anglosajonas del pop moderno como Madonna, Beyoncé, Justin Timberlake o Janet Jackson, por ejemplo, y que ahora tendrá como protagonistas a dos rutilantes estrellas latinas. Así que ya ven amigos. Todo llega. Aunque, por el momento, a Balvin y los suyos les toque seguir esperando.