Rafael Alba (ALN).- Desde hace unos años, las desventuras fiscales y financieras del cantante ocupan casi más espacio en los informativos que su música y su labor humanitaria. No obstante, los problemas económicos de las estrellas y los desacuerdos entre artistas y representantes en España suelen resolverse en la intimidad, sin luz ni taquígrafos.
Ha vuelto a pasar hace unos días. De nuevo el nombre de Miguel Bosé ha acaparado titulares en los medios de comunicación a cuenta de un asunto que poco o nada tiene que ver con su profesión. Ni tampoco con las vicisitudes habituales en su periplo de gran figura del famoseo. Ni con su elogiable y continuada labor humanitaria. Con Hacienda hemos topado compañeros. Según consta en la última lista anual de morosos hecha pública por la Agencia Tributaria, este bandido de los escenarios, capaz de provocar por igual estallidos hormonales desenfrenados en ejemplares de ambos sexos, casi sin despeinarse, tiene una deuda pendiente con el fisco español que suma 1.869.000 euros (2,16 millones de dólares).
Una simple gota en un mar de 15.300 millones de euros (17.696 millones de dólares) que es la deuda total que en este momento acumulan las personas físicas y las empresas que tienen pendiente de pago más de un millón de euros (1,15 millones de dólares) cada uno. Pero el nombre del moroso es tan sonoro y captura con tanta facilidad los focos que casi todos los periodistas que han redactado la noticia han optado por concederle a él todo el protagonismo.
En los últimos tiempos el nombre de Bosé ha aparecido con cierta periodicidad relacionado con asuntos económicos espinosos
Quizá sea lógico. Un hombre acostumbrado a sentir sobre sí el calor de los focos puede soportar la presión. Pero, tal vez, empiece a resultarle algo molesto. Sucede que en los últimos tiempos el nombre de Bosé ha aparecido con cierta periodicidad relacionado con asuntos económicos espinosos, algo que no era demasiado habitual, ni en su caso ni en muchos otros, hasta que la última gran crisis, el gran cataclismo global con el que terminó la primera década del siglo XXI, cambió las reglas del juego.
Desde entonces hemos sabido que Bosé ha tenido varios problemas financieros relacionados con algunas inversiones realizadas solo o en compañía de otros. Por ejemplo, con una bodega que compartía junto a varios jugadores de la famosa Quinta del Buitre del Real Madrid como Emilio Butragueño, Martín Vázquez, Míchel González y Manolo Sanchís. O que no le fue del todo bien con una empresa de jamones ibéricos. O que tuvo que sacar a subasta unas cuantas obras de Andy Warhol y Picasso para solucionar un problema puntual de liquidez.
Tampoco es para tanto lo de Bosé. Ni es el primero ni será el último en una lista en la que figuran muchos otros compañeros de profesión, desde Joan Manuel Serrat, también bodeguero escaldado, a Ana Torroja y la gran Lola Flores, quien también las pasó canutas con el fisco y tan genial como siempre fue la precursora total de esos sistemas de financiación derivados de exprimir el bolsillo de los fans como los micromecenazgos y los crowfundings.
Ya saben. Ella aprovechó la exposición que le concedían las cámaras televisivas para pedir unas pesetillas a todos los españoles que le permitieran ponerse al corriente de pago con Hacienda. Aunque la historia no cuenta si la iniciativa tuvo éxito o no. Lo único que sucede es que la noticia vuelve a poner de manifiesto la curiosa costumbre española de convertir en tabú informativo todo lo que tiene que ver con los dineros de la cultura.
Los rumores se cuentan en voz baja
No hay información, ni comunicados públicos, ni claridad sobre los números. Ni de ventas, ni de recaudación, ni de ingresos, ni de gastos. Todos estos asuntos suelen enterrarse bajo una nutrida capa de opacidad y silencio, que choca, y mucho, con las costumbres de otros países, en especial EEUU, donde este sector de la actividad económica recibe el mismo trato que todos los demás.
Y ya ven, quizá sea peor el remedio que la enfermedad, porque habitualmente estas historias también circulan por los mentideros de la Villa y Corte, en forma de rumores sin confirmar, leyendas urbanas e ironías utilizadas como arma arrojadiza por los comentaristas diletantes de lengua viperina que jamás se preocupan, casi por principio, de aportar prueba alguna que sustente sus ponzoñosas afirmaciones.
Y el nombre de Bosé lleva algunos años navegando por esas aguas turbias. Los rumores subieron de temperatura en 2014, cuando el cantante abandonó a su manager de siempre y amiga de la infancia, Rosa Lagarrigue, en lo que supuso el inicio del desmantelamiento del gran imperio de la representación artística del grupo Prisa, la compañía RLM Management, que tras la espantada del bello Miguel se ha quedado también sin otros primeros espadas como Melendi, Alejandro Sanz y Malú, aunque todavía mantiene a ídolos como Raphael y a nuevas estrellas como María Rozalén.
Salvo contadas excepciones, en España suele imperar la ley del silencio en los problemas financieros de los artistas
La empresa se ha visto tan salpicada por el oleaje que la propia Lagarrigue, supuesta mujer de pocas palabras, ha tenido que exponerse y conceder entrevistas a algunos medios de la casa, para mejorar su perfil público. El caso es que, tras este sonado divorcio profesional, el músico cambió su residencia para instalarse en Panamá, país cuya nacionalidad compartía con la española.
Y, aunque él nunca ha hablado de esto, las burdas historias que circularon, probablemente falsas, situaban el eje del conflicto entre la representante y su representado en un supuesto fiasco provocado por unas malas inversiones en fondos, que habrían mermado, y mucho, la fortuna de Bosé y en algún que otro consejo desafortunado que quizá desencadenó el inició de los problemas con Hacienda de los que hablábamos antes.
Con agua o sin agua, el río ha sonado tanto que hace cuatro años, en algunas publicaciones latinas se hablaba directamente del asunto dándolo por hecho. Algo que jamás ha sucedido en la prensa española, donde, como hemos dicho antes, y salvo contadas excepciones, suele imperar la ley del silencio en este tipo de asuntos.
Uno de los artículos más virales sobre el asunto fue el que publicó Lupita Reyes en la sección Vida y Estilo del Yahoo Latino, en el que la periodista, poco más o menos, se hacía eco de los rumores que hemos enumerado en el párrafo anterior en un artículo corto pero intenso, titulado Desfalcan a Miguel Bosé y ¡se va a vivir a Panamá!, que no ha dejado de acumular visitas desde entonces. Quizá la verdad, sea la que sea, tenga mucho menos morbo del que se le supone. Pero nadie la ha explicado aún. Y el misterio facilita las versiones imaginativas de una realidad que se desconoce.
Los errores de los asesores fiscales
Más aún cuando caen en un campo abonado por todo tipo de cotilleos y medias verdades y de líos relacionados con supuestos tipos dispuestos siempre a meter la mano en la caja. Un ejemplo es el que tiene que ver con los distintos casos investigados a cuenta de las supuestas malas prácticas que han tenido lugar en la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), antes, durante y después de la controvertida época en la que Teddy Bautista ejercía el poder absoluto, o a los festivales benéficos cuya recaudación desaparece, o a las fundaciones humanitarias fantasmas que son, en realidad, presuntas maquinarias de lavado de dinero.
El tsunami provocado por el desacierto de algunos asesores fiscales se ha llevado por delante a muchos famosos, actores, escritores, estrellas de la tele, y hasta a un ministro de Cultura reciente, llamado Màxim Huerta, que sólo duro unas horas en el cargo. Y ahora ha vuelto a alcanzar una cierta velocidad de crucero informativa porque en los días previos al cierre de la campaña fiscal de cada año, estos casos de vidas ejemplares, ayudan a hacer real en el cerebro de los contribuyentes aquella famosa frase publicitaria que decía Hacienda somos todos.
Pero la historia de la música pop y los anales del mundo del espectáculo están plagados de sucesos protagonizados por managers dispuestos a arruinar la carrera y la reputación de sus representados por un puñado de dólares (o de euros). Ninguno tan famoso como el coronel Tom Parker, villano entre los villanos, que condujo a los infiernos al mismísimo Elvis Presley, cuya carrera arruinó con mano firme. Pero la lista de estafados es larga y jugosa e incluye nombres fabulosos como Pink Floyd, Leonard Cohen y The Beatles. Y también algún que otro negociante con olfato y ambición como el gran Mick Jagger, de cuyo vasto imperio financiero nadie sabe nada, pero que, como las meigas gallegas, existir existe.
También en España hay algún caso famoso público y notorio, cuya resolución judicial ha sido concluyente. Nuestro malo de la película más acreditado es Carlos Pancracio Vázquez Moreno, también conocido como Tibu, que fue cocinero antes que fraile y llegó a alcanzar las mieles del éxito como músico en su condición de bajista de Banzai, un grupo de rock duro español, liderado por el guitarrista Salvador Domínguez, que se hizo muy popular en los 80.
Pero Vázquez dejó el heavy poco después para convertirse en productor y manager. Se cuentan muchas historias sobre él que le relacionan con asuntos turbios en los que habrían intervenido algunos de sus pupilos y hasta actrices despampanantes como la muy rubia Patricia Conde, que no hace mucho también aparecía en una lista de morosos de Hacienda similar a esta última en la que la estrella es Miguel Bosé.
Lo que sí ha quedado demostrado judicialmente es que, al menos en dos ocasiones, Tibu se quedó con dinero que no era suyo. El avispado representante ingresó en prisión tras acumular dos condenas de dos años de cárcel cada una por administración desleal y apropiación indebida de 289.837 euros (335.238 dólares), un dinero que tendría que haber compartido con Dani Martín, cantante del grupo El Canto del Loco, y otro socio.
Así que ya lo ven. Va a ser cierto aquello de que los ricos también lloran, que decía el afortunado título de una famosa telenovela. Aunque seguro también que los duelos con pan son menos, como matiza con justeza ese compendio indispensable de sabiduría popular, conocido como refranero español.