Sergio Dahbar (ALN).- Un sirio intentaba escapar de la guerra y terminó en otra contienda, la que se debate en Facebook. Estudiantes investigan qué fotos cargan los usuarios de Instagram en el mundo. Y un periodista rescata de los cibercafés imágenes perdidas. Mostrar cada instante de la vida parece una exigencia y una fatalidad. A los 18 años el sirio Anas Modamani sabía que el principal peligro para su vida lo representaban las bombas que caían sobre el barrio de Darayya, en Damasco. De ahí escapó y emprendió un largo viaje a través de Turquía, Grecia y Serbia.
A pie, enfrentó los embates del clima, el hambre y la incomprensión de ciudadanos que no toleran a los inmigrantes. Pero este joven se impuso y logró ingresar a un albergue para refugiados en Berlín. Lo peor estaba por llegar en forma de un selfie, con la Canciller de Alemania, Angela Merkel.
Todo ocurrió en 2015, cuando la Canciller visitó a los refugiados en Berlín. Modamani se libró de los escoltas y alcanzó el sueño de su vida: tomarse una foto con la mayor autoridad de Alemania. Había tocado el cielo con las manos.
Cada día se suben cerca de 80 millones de fotografías a Instagram
Lo curioso, o aberrante, o significativo, según como se quiera ver, es lo que ocurrió con esa foto una vez que fue subida al olimpo de Facebook. La utilizaron como un arma mortal. La imagen apareció en numerosas noticias falsas como parte de los terroristas que atentaron en marzo del año pasado contra ciudadanos de Bruselas. Modamani demandó sin suerte a la red social con mayor audiencia del planeta.
Luego, Modamani ingresó -por obra y malicia de cibernautas despiadados- en un infierno que lo ha expuesto al maltrato y las investigaciones policiales. Hoy trabaja en un McDonald’s y trata de aprender alemán. Tuvo sus 15 minutos de gloria y quedó sin ganas de repetir la gracia.
Anas Modamani es un síntoma, uno más, de la carrera frenética por exponer la intimidad en la red, por mostrar que nuestro anonimato puede rozar la vida de los otros, los que son célebres y famosos, los que tienen poder.
El ruso Lev Manovich creó un proyecto para analizar las imágenes que se cuelgan en Instagram / Flickr: The New School
Hay gente que muere por un selfie con una celebridad. Es capaz de ponerse en peligro. O soportar la lluvia por horas. O ubicarse en un lugar peligroso. Ya se han registrado pérdidas humanas por la estrambótica pretensión de tomarse una foto sobre el filo de la terraza de un rascacielos o en autopistas peligrosísimas. Barack Obama impuso la moda de tomarse fotos en funerales cuando se acercó al féretro de Nelson Mandela y congeló el instante.
Como casi siempre ocurre, hay gente -por lo general académicos- que registra todo lo que hay que saber sobre cualquier cosa. Los selfies no podían escapar. Uno puede decidir que esa información no sirve para nada o que puede dar con un filón para entender la cultura contemporánea.
‘Selfiecity’
Lev Manovich es artista, teórico y crítico, especialista en nuevos medios. Nació en Moscú, y estudió bellas artes y arquitectura. Manovich obtuvo una maestría en psicología experimental en la Universidad de Nueva York (1988) y un doctorado en estudios visuales y culturales en la Universidad de Rochester (1993).
Junto a sus estudiantes creó en 2014 un proyecto, Selfiecity, para analizar las imágenes que se cuelgan en Instagram. Tras examinar más de 140.000 fotos publicadas en esa red social en Bangkok, Berlín, Moscú, Nueva York y Sao Paulo, a través de sistemas de reconocimiento de imagen, llegaron a conclusiones curiosas.
Por ejemplo, 4% de las imágenes son selfies. La mayoría son de mujeres. En Moscú, el número de autofotos femeninas es cuatro veces superior al de las masculinas. Las fotos más tristes se han colgado en Inglaterra.
Según los psicólogos, la gente busca sobresalir a toda costa porque sus vidas carecen de felicidad
La edad promedio de los que se hacen selfies es 24 años. En Bangkok desciende a 20. Los hombres mayores de 30 años postean más que las mujeres de la misma edad. ¿Las ciudades donde más gente sale sonriendo? Bangkok y Sao Paulo.
Se sabe: lo interesante casi nunca es lo que nos advierten los técnicos, sino lo que hacen los seres humanos con los inventos y tecnologías más avanzadas.
La gloria por unos segundos
Tanto el fenómeno Modamani como los resultados que han registrado los alumnos del doctor Manovich demuestran una tendencia en los seres humanos. La conocemos: la autopromoción en las redes sociales, la búsqueda por atrapar celebridades, el deseo de frenar el paso del tiempo en el cuerpo, la necesidad de rozar el éxito y la gloria por unos segundos…
En el fondo lo que muchos psicólogos han advertido es que la gente busca sobresalir a toda costa porque, entre otras cosas, sus vidas son miserables y carecen de felicidad.
Sergio Dahbar es escritor, periodista y editor nacido en Córdoba, Argentina.
Cuando los selfies aún eran una nostalgia, un amigo me relató una historia que suelo recordar cada cierto tiempo cuando presencio un selfie en la calle. Un periodista se dedicó a rescatar en los ordenadores de los cibercafés las fotos que los usuarios descargaban de pen drives, cámaras fotográficas, CD, y dejaban olvidadas.
Eran momentos de gracia personales de gente común. Imágenes de fracasos, de rechazos amorosos, del instante en que a una persona la despiden del trabajo. De alguna manera el selfie es una pequeña revancha para descolocar toda la tristeza que nos acecha.