Daniel Gómez (ALN).- Sólo en Uruguay y Nicaragua las escuelas permanecen abiertas. En el resto de los países de Latinoamérica los gobiernos no deciden su reapertura, mientras que la educación digital sigue siendo difícil de implementar en la mayoría de ellos. O se solucionan estos problemas, o los años de escuela perdidos por los niños pueden traducirse en pérdidas millonarias en el futuro, advierte el Banco Mundial.
¿Qué pasa si un alumno deja de recibir clases por más de siete meses? El Banco Mundial ha hecho un estudio teniendo en cuenta que más de 1.000 millones de niños en todo el mundo están sin clases por culpa de la pandemia. Los resultados dejan un escenario bastante pesimista.
Pérdidas millonarias. Según el Banco Mundial, el covid-19 podría resultar en una pérdida de 0,6 años de escolaridad. Esto reduciría los años efectivos de escolaridad básica de los niños de 7,9 años a 7,3. Y, en consecuencia, “cada estudiante de la cohorte actual en la escuela primaria y secundaria podría enfrentar, en promedio, una reducción de 872 dólares en ingresos anuales. Esto es aproximadamente equivalente a 16.000 dólares durante la vida laboral de un estudiante a valor presente”. Y, a nivel global, este problema asciende a 10 billones de dólares, que es el 16% de las inversiones hechas por los gobiernos para garantizar la educación básica de sus ciudadanos.
Menor nivel académico. Advierte el Banco Mundial que el cierre de las escuelas podría llevar a una caída de los puntajes de los exámenes en un promedio de hasta 25%. “Esto resalta la importancia de aumentar la preparación de los sistemas educativos para enseñar a los niños en el nivel adecuado”. Realmente este no es un problema nuevo. Antes de la pandemia, el mundo ya estaba afrontando una crisis de aprendizaje. “El 53% de los niños de países de ingresos bajos y medianos viviendo en pobreza eran incapaces de leer y entender un texto simple a los 10 años”.
Desigualdad. “La combinación de no asistir a la escuela y la pérdida de los medios de vida de la familia causada por la pandemia pueden exacerbar la exclusión y la desigualdad, en particular para las personas con discapacidad y otros grupos marginados”, afirma el Banco Mundial.
Aunque las advertencias del organismo son globales, Latinoamérica debe escucharlas con atención. Este fin de semana, la revista The Economist publicó un reportaje titulado ‘La pandemia debilita aún más las escuelas de bajo rendimiento de América Latina’.
El texto comparte datos preocupantes, como que más del 95% de los 150 millones de alumnos de la región se quedan en casa; que el 84% de las universidades latinoamericanas esperan que las inscripciones caigan este año; y que Uruguay y Nicaragua son los únicos países que mantienen la educación presencial.
La educación presencial es clave en una región marcada por grandes brechas entre quienes disfrutan de conexión a internet, sobre todo aquellos que están en núcleos urbanos y viven en familias de clase media-alta, y aquellos de las zonas rurales -e incluso urbanas- con una conexión deficiente o inexistente. Estos últimos, en principio, quedan fuera de los planes de educación digital planteados por los gobiernos.
Por el momento, México no abrirá las escuelas hasta que no haya una vacuna, y usa la televisión como herramienta de enseñanza. Brasil reabrirá las aulas en octubre, pero se espera que “menos de la mitad de los alumnos asistan en persona”, señala The Economist. En Bolivia no habrá educación presencial ni remota hasta 2021. Y en Venezuela parece que tampoco. Nicolás Maduro dijo este domingo que “no hay regreso presencial a clases en Venezuela y veremos si en enero regresamos”. Aunque Maduro anticipó un plan de educación digital, hay que tener en cuenta que, según la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi), el 79,3% de la población del país se encuentra en situación de pobreza extrema, por lo que se descarta que tengan acceso a un ordenador.