Pedro Benítez (ALN).- El chavismo parece destinado por la Providencia a reivindicar a todos los que criticó y multiplicar indefinidamente todo lo que censuró. En el caso que nos ocupa hoy son los derechos laborales, concretamente las prestaciones sociales de los trabajadores.
Desde que llegó al poder de la mano del ex comandante/presidente, en febrero de 1999, se dedicó en un esfuerzo digno de mejor causa a repetir, por todos los abundantes medios al servicio del Estado venezolano, más los que fue ocupando, que las prestaciones sociales de los trabajadores de los sectores público y privado, derecho adquirido en Venezuela durante el antiguo régimen (por cierto), fueron robadas por el ex ministro de Cordiplan (Oficina Central de Coordinación y Planificación) Teodoro Petkoff en 1997, durante la segunda administración de Rafael Caldera.
Una forma artera y muy mal intencionada de tergiversar el acuerdo tripartito al que llegaron las principales centrales de trabajadores del país, Fedecámaras y el gobierno de turno, que como ministro representaba Teodoro, a fin de modificar el método mediante el cual se calculaban las prestaciones sociales en el marco de la reformas a la Ley del Trabajo que hicieron ese año.
De modo que nunca hubo tal robo, sino un acuerdo mutuamente beneficioso entre trabajadores y patronos, protegiendo el ingreso de los primeros y facilitando el cálculo por parte de los segundos. Es más, como la memoria colectiva es débil, es pertinente recordar que esa modificación fue bien recibida por todo aquel que vivía de trabajar para una empresa privada o para la administración pública. De lo contrario, ningún auténtico dirigente sindical venezolano se hubiera prestado a una maniobra que perjudicara a sus agremiados. Tanto es así que los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro jamás modificaron en la letra el contenido de esa reforma, y en la Ley del Trabajo promulgada en 2012 mantuvieron el mismo método de cálculo.
Sin embargo, no desaprovecharon oportunidad alguna para remachar sobre el supuesto robo perpetrado contra los derechos de la masa laboral. Pero no de una manera aislada o de vez en cuando, sino sistemáticamente, al punto de hacerlo parte de la retórica oficialista tal como se reza en misa el Credo Apostólico. Es difícil conseguir (el que escribe esta nota le gustaría saberlo) a un opinador chavista que no haya repetido tal infundio. Por escrito, por radio, por televisión, en la calle o en el parlamento.
Más allá del mesianismo característico de esta clase dirigente que necesita demonizar todo cuanto la precedió en el ejercicio del poder político, porque supuestamente ellos vinieron a salvar a Venezuela, en este tema en particular se ha notado demasiado la inquina que desde siempre le tuvieron a Teodoro Petkoff, pues fue víctima de una persecución judicial, con prohibición de salida del país incluida, casi hasta los últimos días de su vida.
Una persecución bastante miserable, además, contra quien tuvo una actitud muy firme condenando el Carmonazo en abril de 2002. Pero ya sabemos, esta gente ni aprende ni perdona.
Probablemente aquello se debió a esas viejas facturas personales que le tenían pendiente la vieja izquierda borbónica venezolana que llegó finalmente al Gobierno de la nación de la mano de los militares felones de 1992. Después de todo, Teodoro cometió herejía cuando rompió con el movimiento comunista en 1969 y luego exacerbó el odio por parte del penúltimo mandamás de Miraflores siendo su más agudo y certero crítico. El fundador del diario Tal Cual le conocía “la caída”. Tampoco hay que descartar la envidia de esos izquierdistas ñangaras incultos que odian todo lo que les gustaría ser.
Pues bien, he aquí que un cuarto de siglo después el chavismo, con su “presidente obrero” a la cabeza, efectivamente ha hecho realidad lo que antes con falsedad denunció. Ha bonificado los míseros salarios de los trabajadores del sector público precisamente para que no incidan en el cálculo de las prestaciones sociales, de modo tal que para cualquier efecto práctico éstas hoy no existen. Además, no por un acuerdo tripartito temporal, dadas las circunstancias económicas, sino desde arriba, por imposición unilateral y coercitiva, con el respaldo de ese grupo de esquiroles a sueldo mal llamados Central Bolivariana de Trabajadores.
En el contexto del mayor desfalco cometido contra PDVSA, según afirma la versión oficial, pero que es la continuación del proceso continuado de saqueo con la estatal petrolera (también según la versión oficial) los anuncios con motivo del primero de mayo han provocado justa y generalizada indignación. Es un tanto estéril sumergirse en el debate de si este Gobierno tiene o no dinero para pagar salarios medianamente razonables pues, si nos tomamos la molestia de recordar, Venezuela viene del mayor y más largo auge de precios del petróleo de la historia donde, a diferencia de países como Noruega o Arabia Saudita, no se ahorró nada en previsión de los años de la vacas flacas, sino que además se multiplicó por seis la deuda pública recibida en 1999. Tampoco hay que caer en la trampa de las fulanas sanciones, y el falso bloqueo, que son útiles para justificar todo cuanto va mal, pero al parecer no impiden construir estadios de béisbol modernísimos y llenar los bodegones de Caracas con las mejores exquisiteces del mercado mundial. Sanciones que, por cierto, son consecuencia de una élite (la chavista) empeñada en perpetuarse en el poder a costa de lo que sea.
Los salarios de los trabajadores venezolanos se encuentran en el suelo, y con ellos sus derechos, porque esta élite gobernante ha destruido la economía venezolana. Es parte de su legado.
Así pues, tal como ha ocurrido con las violaciones a los Derechos Humanos o con la corrupción, temas en los cuales el proto chavismo pre 1998 y el chavismo una vez hecho Gobierno se rasgó las vestiduras, ha pasado con las prestaciones sociales. Sus voceros han terminado tragándose sus palabras, sus medias verdades y sus mentiras. Lástima que Teodoro Petkoff no esté en este mundo de los vivos para verlos rodar por la bajadita.
@PedroBenitezf