Juan Carlos Zapata (ALN).- Nada puede salir mal con tantas coincidencias juntas. Nada ha salido mal en la vida de estos dos amigos venezolanos que ahora han montado negocio propio en Arganda del Rey, Madrid. Uno se llama Humberto. El otro Héctor. Ambos de origen portugués, por padre y madre. Las dos familias forjadas en el comercio, allá en Caracas. Los dos se casaron con dos hermanas, también de origen portugués, y tienen dos hijos. Estudiaron juntos en la infancia y estudiaron juntos cocina. Y jugaban fútbol. Y ahora son socios. Pero cuando llegaron a Madrid trabajaron en la cocina de un mismo restaurant.
Héctor Lira Da Silva es el más joven, 32 años. Humberto Dos Santos, el sábado cumplió 33. Y están por cumplir 30 años de amistad. Se conocieron en la escuela. Donde no sólo estudiaron sino que también jugaron fútbol. Los padres son portugueses, de Madeira. Y como casi todos los portugueses que migraban a Venezuela, entraron en el comercio.
Cuando los portugueses llegaban a Caracas en los años 50 y principios de los 60 del siglo XX, trabajaban vendiendo pan por los barrios; cestas de pan. Lo hacían a pie o en bicicleta. Así iban sumando un capital que luego les permitía montar negocio propio. Una cafetería. Una panadería. Una frutería. Algunos subieron de escalafón y montaron restaurantes. Cadenas de distribución. Redes de automercados. Y hasta se hicieron constructores, banqueros, artistas de televisión y reinas de belleza. Los padres de Héctor montaron una frutería. Los de Humberto, una panadería y también una lavandería.
Pero la vida cambió. Y España es el nuevo territorio. Para comenzar otra vez. Descartaron Madeira por lo pequeño del mercado. No conocían España. No habían viajado. Recalaron en Arganda del Rey porque un primo de Humberto ya vivía en esta población ubicada a una hora en metro de Madrid. Como habían estudiado cocina en el High Training Educational Institute de Caracas, lo lógico era emplearse en un restaurant, y así lo hicieron por dos años hasta que a mediados de noviembre se decidieron por el proyecto propio. Y aquí están. En el corazón de Arganda. Manejando Sweet Donuts. Que no es sólo donuts. Porque la oferta incluye algunos productos de factura venezolana.
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Son amigos. Son socios. Concuñados. Se casaron con dos hermanas. Héctor con Ana Karina y Humberto con Ana Carolina Figueira Viera. Y cada uno tiene un hijo. Trabajan de domingo a domingo. Son ellos los que tienen el foco en el establecimiento. Ana Karina trabaja en una gestoría y Ana Carolina en un call center. Héctor y Humberto se reparten las cargas. Aunque terminan haciendo lo mismo. Casi que piensan iguales. Al menos en lo que atañe al futuro. Que en un año el negocio esté consolidado. Produciendo. Para salir adelante y comenzar la expansión. Abrir más tiendas. Por lo pronto, están claros. Todo es esfuerzo. Porque también hay una deuda con el BBVA de 50.000 euros. Es el riesgo que han tomado.
El local tiene 65 metros cuadrados. Abrieron el 18 de enero. Varios obstáculos se presentaron en el camino. Los permisos. La insonorización. La potencia eléctrica. Cuando estaba todo listo para la apertura, llega diciembre, y la fecha no era buena para arrancar. Así que entre una y otra cosa, se tardaron 4 meses.
Ofrecen las donuts clásicas. Pero con un valor agregado. Son artesanales. Héctor y Humberto amasan y hacen el corte y el estirado. Y es luego que van a la freidora. Y la técnica implica un tiempo preciso y una temperatura precisa para que las donuts de Sweet Donuts salgan livianas, sin carga de grasa. Humberto precisa: En cualquier sitio las donuts son idénticas. Aquí son artesanales. Y hasta se inventaron un sabor. Las donuts a base de Pirulín. El sabor del Pirulín, una golosina enraizada en Venezuela a base de chocolate. Se le atribuye su invención a los hermanos Sindoni, migrantes de Italia que montaron un emporio industrial en Venezuela.
Están ubicados en la calle de María Zambrano. Por allí cerca están las calles de Don Quijote de La Mancha, de Sancho Panza y Dulcinea del Toboso, pues esta tierra de vinos y aceite de oliva es también del Quijote. Y con esta tradición de por medio, la modesta cafetería de Héctor y Humberto, ofrece los cachitos y los tequeños de Venezuela; los tequeños producidos por Qué Tapas, otra empresa de venezolanos, afincada en Arganda del Rey.
En Sweet Donuts es posible encontrar esta novedad: los minilunch, una invención de las panaderías portuguesas en Caracas, que consiste en una especie de pastel de harina de trigo relleno, en este caso, de jamón de pavo braseado o ahumado y queso emmenthal. Pero lo que se ofrece como minilunch parece más bien un biglunch, y esta es una apuesta en firme de los amigos.
No lo niegan. La operación comenzó lenta. Va mejorando. E irá mejorando. Los puede favorecer la migración que en Arganda toma vuelo. Migración de Venezuela y de otros países de América Latina. Ya se harán conocidos. Y hacia allá el esfuerzo que ahora hacen en redes. Van a ampliar la oferta de productos. Y agregarle otro sabor a otra de las donuts para seguir dándole un toque más y muy venezolano. Por ahora, más trabajo y más trabajo. Que a esto no le sacan el cuerpo Héctor y Humberto.