Pedro Benítez (ALN).- El uso político de los migrantes venezolanos no es patrimonio exclusivo de la diatriba bipartidista en Estados Unidos, casi al otro extremo del continente ocurre lo mismo; en la frontera entre Chile y Bolivia.
Desde la guerra del Pacífico que los enfrentó a fines del siglo XIX, los dos países sostienen una amarga disputa que cada cierto tiempo se reactiva, siendo el reclamo boliviano por el acceso al mar (territorio que perdió en ese conflicto) el centro de la histórica controversia. Como no podía ser de otra manera, no han faltado los líderes que agiten el tema del enfrentamiento contra el vecino a fin de buscar el oportunista “efecto Malvinas” que siempre da sus réditos políticos. En lo que va siglo eso lo ha hecho el expresidente Evo Morales explotando el sentimiento anti chileno en su país.
Crisis por los migrantes venezolanos
La migración, principalmente la venezolana, de un tiempo a esta parte se ha sumado a ese centenario enfrentamiento. En febrero de 2021, 1.500 inmigrantes, principalmente venezolanos, ingresaron de manera irregular a la comuna de Colchane ubicada en la frontera con Bolivia en pleno altiplano andino, a 3.695 metros sobre el nivel del mar y a 1.591 kilómetros de distancia de Santiago.
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El hecho provocó una crisis en una comunidad que tenía la misma cantidad de población y despertó las alarmas en la opinión pública chilena sumergida en plena pandemia y arrastrando otra crisis, pero de tipo político/institucional. Desde la izquierda y la derecha se sumaron en ataques contra el entonces acorralado presidente Sebastián Piñera señalando su aparente incapacidad para controlar esa parte del territorio nacional. En esa ocasión llamó la atención la actitud que sobre el problema manifestó, desde el otro lado de la frontera, el gobierno boliviano; ya era presidente Luis Arce. No sólo no ponía ninguna dificultad a ese tránsito humano, sino que además no aceptaba que las autoridades chilenas les devolvieran a quienes acababan de ingresar desde Bolivia.
Al menos 500.000 migrantes venezolanos en Chile
De los 4.9 millones de venezolanos que en los últimos ocho años se han establecido por toda Suramérica, por lo menos 500.000 viven en Chile. Pese a todas sus dificultades de años recientes ese país sigue teniendo la renta per cápita más alta de esta parte del mundo y, por tanto, es una atracción muy fuerte para esta diáspora.
Desde 2019 el gobierno chileno exige visa a los venezolanos para poder ingresar a ese país y ha colocado muros, zanjas y soldados en pasos fronterizos como Colchane; pero luego de atravesar Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, esos venezolanos no desisten y se las arreglan para seguir cruzando, desafiando el clima y arriesgando sus vidas. En 2021 se reportaron 20 fallecidos sólo en ese paso.
Sin embargo, las autoridades migratorias chilenas estiman que en 2022 fueron 21.553 migrantes los ingresaron a ese país por esa frontera. No es de extrañar que ese sea un tema sensible en ese país y que no hayan faltado los políticos que lo exploten. Fue el caso del candidato de la derecha José Antonio Kast, que en su discurso cargado de retórica anti inmigrantes ganó la primera vuelta de septiembre de 2021.
En un intento, al parecer medianamente exitoso, por ahora, de rescatar su gestión luego de la aparatosa derrota del plebiscito por una nueva constitución, el presidente Gabriel Boric ha ido cambiando sus opiniones sobre temas sensibles en su país. Lógico, pues una cosa es ser un joven diputado opositor proveniente del activismo estudiantil y otra muy distinta es enfrentarse todos los días a las realidades de manejar el gobierno de un país. Uno de esos temas en los que el joven mandatario ha dado un giro de 180 grados ha sido el migratorio.
Sin acuerdos
No ha llegado a los extremos de su rival de la derecha en la campaña electoral pasada, pero sí ha tenido ocuparse del tema con un enfoque muy distinto al que le ha dado la izquierda chilena, obligado a seguir lo que le marcan los distintos estudios de opinión pública.
Boric no sólo ha tenido que hacer en este aspecto lo que antes criticó (no sólo en eso), además, casi ha implorado la colaboración de los gobiernos de Bolivia y Venezuela; de este último ha obtenido la indiferencia por respuesta.
Mientras que la posición del gobierno de Luis Arce ha consistido en negarle cualquier colaboración alegando que “no existe ningún acuerdo, convenio o instrumento bilateral que genere dicha obligación”. Por su parte, y en enorme acto de cinismo, el vicecanciller boliviano, Freddy Mamani, declaró en días recientes: “esos temas deben ser abordados con las autoridades de las nacionalidades de la migración de origen, evitando la estigmatización negativa del migrante y cualquier acción que pueda vulnerar derechos humanos”.
Con sus propias facturas políticas por cobrar, el ex presidente Evo Morales puso su parte afirmando por su cuenta de Twitter que lamentaba “la posición unilateral” del mandatario chileno, “hacia migrantes que son víctimas de los bloqueos económicos de EE.UU. contra Venezuela”.
Boric, un presidente incómodo para la izquierda
Desde que llegó al Palacio de La Moneda, el joven Boric se ha convertido en un mandatario incómodo para la tradicional izquierda latinoamericana cuyo divorcio entre lo que predica y lo que hace es monumental. Sin ningún rubor usan a los migrantes venezolanos para hacerla vida más difícil al recién llegado.
Pero, además, al final del día Boric es un presidente chileno al cual Evo Morales siempre (no importa de quién se trate) desea complicarle las cosas. El conflicto con el vecino ha sido una de sus banderas políticas de la Guerra del Gas, conflicto que usó para derrocar al expresidente Gonzalo Sánchez de Lozada en 2003. Para complicar más las cosas los dos países no tienen relaciones a nivel de embajadas pues rompieron relaciones en 1978, y en 2013 Morales decidió demandar a Chile ante la Corte Internacional de Justicia, pero el fallo fue desfavorable a Bolivia cinco años después.
Pese a ese revés la política del Estado boliviano consiste en irritar a su vecino, ahora haciendo uso obsceno de los venezolanos desamparados por su propio gobierno.