Daniel Gómez (ALN).- La estampida de venezolanos agita el sur. Y en el norte, en EEUU, por más de tres décadas han recibido a miles de salvadoreños, guatemaltecos y hondureños que buscan un futuro alejado de la violencia. Estos son los grandes rostros de las migraciones en América. Pero no los únicos. Ya en Nicaragua temen otro éxodo como el venezolano.
Un delta migratorio se asienta en Suramérica. Es el éxodo venezolano que abarca desde Guayana hasta Ecuador, y se dispersa por los Andes y la Patagonia. Este estruendoso fenómeno contrasta con el que lleva protagonizando Centroamérica desde hace más de 30 años. En este tiempo, casi en silencio, salvadoreños, guatemaltecos y hondureños han partido hacia Estados Unidos para decirle adiós a la violencia.
Hoy lo único que rompe esta silencio son los estridentes mensajes del presidente, Donald Trump. “¡EEUU ha informado firmemente al presidente de Honduras que, si la gran caravana de personas que se dirige a EEUU no se detiene y regresa a Honduras, no se dará más dinero ni ayuda a Honduras, con efecto inmediato!”, clamó este miércoles por Twitter.
Al momento del tuit, la caravana, compuesta por 1.300 hondureños, entre los cuales 500 eran niños, ya descansaba en Guatemala. Llegaron allí el lunes, siendo recibidos por ciudadanos que les brindaron comida, ropa e incluso cobijo. Aunque como informa el diario guatemalteco Prensa Libre, los más jóvenes no se pararon mucho, y enseguida buscaron coches, autobuses y camiones para seguir ascendiendo.
Como esos 1.300 migrantes ha habido tres millones más. El éxodo centroamericano se inició en 1980. Al principio fue una fuerte crisis financiera la que les empujó fuera de sus casas. Pero cuando la economía se recuperó, el tejido social quedó tan dañado que hizo imposible la vida allí.
La violencia y la inseguridad, fruto de pandillas como las maras, se convirtieron en el pan de cada día. Las últimas cifras oficiales, de 2017, cuentan 14.575 homicidios en la región, produciéndose 13.129 en el Triángulo Norte, conformador por El Salvador, Honduras y Guatemala. Y así lleva ocurriendo desde los 90.
Otros números reveladores son los del censo estadounidense que reseña en un informe el Instituto de Políticas Migratorias, con sede en Washington. En 1980, apenas 340.000 centroamericanos vivían en EEUU. En 2015, el último año del que hay cifras, más de 3,38 millones de centroamericanos estaban en el país.
Son tres millones de centroamericanos más, y subiendo. Ahí están esos 1.300 hondureños que parten hacia EEUU en estos momentos. En abril, otra caravana de centroamericanos siguió esa misma senda, y llegó aCalifornia en mayo.
La cadena Univisión siguió sus pasos y elaboró un reportaje de su “viacrucis” de 35 días y 4.000 kilómetros. Un camino que a veces hicieron a pie, y otras en coche. Un camino en el que algunas veces rieron, y otras lloraron. De tristeza, pero también de alegría. Como cuando finalmente llegaron a destino.
La estampida venezolana en Suramérica
Del silencioso éxodo en Centroamérica, al estruendoso éxodo venezolano. Los últimos números, divulgados por la Asamblea Nacional, dicen que 3,3 millones de venezolanos han abandonado el país en los últimos cinco años.
Huyen del régimen de Nicolás Maduro. De la falta de alimentos, de medicinas. Escapan de una moneda que no vale nada. De un país cada vez más inseguro. De una democracia que desapareció. Algunos pudieron marchar en avión hacia Estados Unidos, Panamá, España y otros lugares de Europa. Pero a otros no les quedó más remedio que escapar a pie.
Colombia, la frontera más cercana y accesible, ha recibido a 1,1 millones de venezolanos en el último lustro. Tal estampida ha disparado las alarmas. Los caminos se vuelven más inseguros, y las condiciones de salubridad también son un riesgo. Como avisó la Cruz Roja, el éxodo disparó los riesgos de enfermedades casi extintas como el sarampión, la difteria y la tuberculosis.
3,3 millones de venezolanos han abandonado el país en los últimos cinco años
Para algunos, Colombia no es la última parada. Algunos llegan a Ecuador, Perú y Chile, donde hay 410.000, 180.000 y 240.000 venezolanos respectivamente. Para ello tienen que atravesar algunas de las carreteras de esos países, las cuales son toda una trampa mortal. Más para aquellos que viajan en vehículos voluminosos, y, por tanto, más inestables.
Ya ha habido tragedias y sustos en la carretera con rostros venezolanos. En agosto, a las afueras de Quito, un autobús chocó contra un todoterreno y volcó cerca de unas casas. Murieron 24 personas, todas venezolanas y colombianas. La identidad de los fallecidos no se reveló. No así las de los 20 heridos. Tres eran venezolanos.
También en enero, en Colombia, 38 venezolanos salidos de Cúcuta (municipio fronterizo con Venezuela) resultaron heridos. El vehículo, dirección Bogotá, terminó bocabajo en una ladera tras perder el conductor el control en una complicada curva.
Para los venezolanos tampoco ha sido fácil culminar la marcha por Suramérica. En Perú y Ecuador les han puesto trabas por las cédulas de identidad. Les exigían el pasaporte, un documento que en Venezuela es prácticamente imposible de conseguir.
Tras una reunión en Quito, 11 gobiernos latinoamericanos (Argentina, Brasil, Ecuador, Costa Rica, Colombia, Chile, México, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay) aceptaron la acogida de venezolanos con pasaportes caducados, pero de nuevo en Perú, se supo este martes, la Justicia puso trabas a la medida.
La preocupación por Nicaragua
En Nicaragua también estalló un éxodo que sigue los pasos del venezolano. Huyen del régimen de Daniel Ortega, que en estos últimos meses mostró su rostro más sanguinario con la crisis de las protestas, en las que murieron más de 400 nicaragüenses a manos de fuerzas afines al presidente. Así lo denunció la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos.
Este fin de semana, hubo una nueva oleada de protestas, y con ella, una nueva escalada de represión. No se reportaron muertos, pero sí hubo 30 detenidos a los que se capturó sin miramiento alguno. Los vídeos de las golpizas ya circulan por las redes.
Además de la violencia, Nicaragua no avanza económicamente. Pese a crecer por encima de 5% en los últimos años, sigue siendo el país más pobre de Latinoamérica. Apenas hay oportunidades. La libertad de expresión brilla por su ausencia. Y la actividad económica se ha esfumado tras la última ola represiva.
Como todos los que huyen, buscan un futuro mejor. Y desde Nicaragua, el mejor refugio es Costa Rica. Su otra frontera la comparte con El Salvador, y de momento, por allí las cosas no pintan bien.
En este sentido, las autoridades migratorias costarricenses han llegado a atender más de 4.000 migrantes nicaragüenses en un día. Al respecto, Naciones Unidas advirtió en julio que más de 100.000 nicaragüenses solicitaron asilo en el exterior y otros 30.000 emigraron.
Las migraciones agitan América, y también el Caribe. La llegada del castrismo a Cuba hizo huir a muchos opositores a principios de los 60. Pero la estampida más famosa tuvo lugar en 1980 y se conoce como el éxodo de Mariel. Según la oficina de extranjería de Estados Unidos, por aquel entonces 125.000 cubanos desembarcaron en Florida huyendo del régimen.
Al igual que en Centroamérica, las migraciones desde Cuba avanzaban como un goteo, y casi en silencio. En 1994 se vivió otro periodo histórico, con la llamada crisis de los balseros. Fidel Castro retiró la seguridad costera, y miles de cubanos partieron en barcos, en muchos casos de madera, hacia Estados Unidos.
Desde esa crisis, hasta ahora, El Nuevo Herlad tasa en más de 600.000 las personas que han huido de Cuba. Algunos partieron hacia Estados Unidos, y otros eligieron países de América Latina. En 2015, ya como un caso aislado, un grupo de 1.900 cubanos iba rumbo a Costa Rica, pero en su marcha se cruzaron con las autoridades nicaragüenses, quienes los mandaron de vuelta a casa, informa La Prensa.