María Rodríguez (ALN).- Pablo Carballo, investigador y profesor de Sociología en la Universidad de Costa Rica, explica al diario ALnavío que los venezolanos que buscan salir del país se enfrentan a dos fuertes presiones: la de la contención física -la propia frontera- y otra psicológica sobre la idea de escapar, mejorar y sobrevivir. Por ello, “la sensación de cruzar la frontera podría adquirir aún más regocijo, al menos emocional”, detalla el experto. Esta entrevista es la primera de una serie con sociólogos que analizarán el impacto del éxodo venezolano.
Las últimas medidas de mayor control migratorio anunciadas por el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, en la frontera con Venezuela, elevan la presión sobre el Ejecutivo venezolano y, en muchos casos, cierran la vía de escape a miles de venezolanos que huyen a diario de la crisis económica, política y social que padece el país.
Santos se refirió este fin de semana en Twitter a las nuevas medidas, que refuerzan los puntos de control en la frontera, al afirmar: “Seguiremos siendo generosos [con los venezolanos], pero lo haremos de manera segura y controlada” (Leer más: Colombia pone más controles en la frontera y añade presión al gobierno de Nicolás Maduro).
Por su parte, el director de Migración Colombia, Christian Krüger, explicó en rueda de prensa que poner más controles en la frontera con Venezuela no significa “encerrar” a los venezolanos, “sino ordenar la migración”.
Mientras tanto, el día a día en el paso de Cúcuta –la frontera más caliente de América– transcurre con suspicacias, cacheos, atropellos y mucha tensión, tal como relata en un artículo publicado en el diario ALnavío Ezio Serrano Páez (Leer más: Sangre, sudor y lágrimas para cruzar la frontera de Venezuela a Colombia).
Este contexto invita a reflexionar sobre el éxodo venezolano y sus implicaciones. Por ello, ALnavío inicia una serie de entrevistas con expertos en Sociología que analizan el grave problema humanitario, el impacto psicológico de la huida en los emigrantes venezolanos y los retos a los que se enfrentan. Pablo Carballo, investigador de Sociología y Comunicación Política de Flacso (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales), y profesor de la Escuela de Sociología de Costa Rica, estrena esta serie.
– ¿Cómo ve la situación actual de los migrantes venezolanos que cruzan la frontera a Colombia?
– Lo primero que hay que señalar es que la migración es parte de la dinámica actual entre naciones. Por lo que el tránsito de Venezuela hacia Colombia no es en principio un problema. El “problema” radica en el contexto en que se da. Que es un contexto de conflicto social venezolano donde la afluencia ha aumentado desproporcionadamente y hace que el Gobierno colombiano tenga que tomar medidas, que pueden ir desde las más apegadas a derechos humanos hasta las directrices más rígidas para permitir el ingreso.
“El tránsito de Venezuela hacia Colombia no es en principio un problema. El problema radica en el contexto en que se da”
Sin embargo, la situación actual es que hay tanta cantidad de personas movilizándose desde Venezuela, que las medidas que se tomen para controlar el tránsito migratorio entrante a Colombia puede que no sean ni suficientes, ni claras en sus resultados. Es decir, no necesariamente las medidas que se quiera aplicar pueden generar una contención óptima, debido al volumen de entrada.
– ¿Cómo evalúa en concreto las medidas de Santos?
– Es difícil evaluar en este momento, ya que se está dando todavía el tránsito migratorio. Sin embargo, hay que tener claro que desde el Gobierno no se está viendo la migración en una dimensión regular, sino que ha adquirido una connotación de crisis. Y bajo esa idea se reconfigura la forma política de abordar el fenómeno migratorio.
Lo primero que se hizo fue tratar de controlar los ingresos, ordenando el proceso de entrada. Una de las primeras medidas fue detener, por ejemplo, la tarjeta de movilidad fronteriza (TMF), ya que se estaba compartiendo entre los venezolanos, sin poder controlar ni saber cómo ni quiénes estaban ingresando. Así, se ha creado un nuevo documento de entrada que sí facilite el control migratorio, y que dé paso a la regulación gubernamental.
Por otro lado, debido a la cantidad de personas entrantes, el aumento de las Fuerzas Armadas en el lugar no solamente puede generar un orden de entrada, también incidentes entre dichas fuerzas y los venezolanos, que en su desesperación y condición gesten una situación fuera de control.
El peso en materia de Derechos Humanos está ahora sobre Colombia en la contención del problema.
– ¿Más controles en la frontera pueden duplicar la presión de los venezolanos que aún permanecen en el país?
– Los controles por parte de Venezuela para manejar la no salida de sus ciudadanos hacen que la presión pase de ser una presión sobre las necesidades de supervivencia, como comida, empleo, etc., a discutir si hay una dimensión de coartar las libertades de movilización, lo cual complica la perspectiva subjetiva del migrante. Es decir, se puede estar viendo como una situación en la que ni siquiera hay salida, y la sensación de cruzar la frontera podría adquirir aún más regocijo, al menos emocional.
Así, la presión está en la contención física de la frontera, pero también está la presión subjetiva sobre la idea de lograr salir, de mejorar y de sobrevivir. Esto se podría estar dando, y aumentando, desde 2015, cuando el Gobierno de Venezuela hizo un cierre importante de las fronteras.
– ¿Cómo acepta Colombia la llegada masiva de venezolanos?
– En términos muy específicos la aceptación ha tenido que ser casi forzada. Para lograr un abordaje multisectorial se ha contemplado no sólo la continuidad del PEP [Permiso Especial de Permanencia, con el que los venezolanos pueden permanecer en Colombia dos años y ejercer cualquier actividad] y otras medidas de ingreso, sino también medidas de salud y trabajo. Algunas son para colombianos que reingresan a Colombia, pero no necesariamente implicaría excluir a los venezolanos, aunque es difícil saberlo.
“La aceptación de Colombia a los venezolanos ha tenido que ser casi forzada”
Así, en términos generales parece que Colombia ha predispuesto una metodología amplia de contención, pero esto hay que valorarlo no solamente en su dimensión inmediata de recepción sino en el tiempo. Es decir, cómo este plan de atención de la crisis migratoria puede ser sostenido en el tiempo.
– ¿A qué retos se enfrenta el migrante?
– Uno de los principales retos que enfrenta no sólo el migrante, sino la misma sociedad o comunidades colombianas (y por supuesto el Gobierno) es la gestión de mecanismos de contención para la asimilación social, cosa que no es fácil de generar. Además, también hay que valorar que no todas las personas que entran a Colombia necesariamente quieren quedarse ahí. Puede que estén en fase de tránsito hacia otros países. Por ejemplo, Panamá y Costa Rica han recibido en los últimos cinco años una afluencia venezolana muy grande.
El pasar a ser migrante, cuando se tenía una vida relativamente estable, al menos en términos de localidad y grupo social y familiar, genera un desarraigo que es difícil de manejar. Y este es de los retos más complicados, que es lograr rehacer algo de estabilidad, comunidad y acogida en los lugares donde logran residir.