Rafael Alba (ALN).- La corporación japonesa consolida el liderazgo global en el negocio de la gestión editorial de derechos de autor musicales. Las compañías independientes europeas esperan que la UE rebaje el poder creciente de Sony en el sector.
Pacientes como se dice que son los orientales, no resulta raro que desde hace unos días, algunos analistas, no siempre bien intencionados, ofrezcan una versión cercana a las teorías conspiratorias del camino seguido por Sony Corp. para convertirse en el líder mundial indiscutible del creciente y siempre lucrativo negocio de la gestión editorial de derechos de autor musicales. Un campo de batalla complicado en el que defienden sus intereses muchos actores que bailan en los campos de minas formados por los sindicatos de intereses creados. Están los compositores vivos y las fundaciones controladas por los herederos de los compositores muertos. Y también, las sociedades de gestión -como nuestra querida y odiada SGAE, siempre al borde del colapso-, las discográficas con sus filiales, que no sacan todo el partido que quisieran de los temas de éxito de sus estrellas, y los despachos de abogados, a la caza y captura del plagio y los usos indebidos. Un elenco al que se han añadido no hace mucho los gurús de la industria tecnológica, que han puesto la gasolina financiera de las plataformas de streaming al servicio de la causa e intentan recuperar una parte del dinero que les cuesta todo esto con las nuevas empresas de análisis que escarban en los basureros del big data para certificar las autorías verdaderas de las ráfagas melódicas que viajan por todo el mundo a través de internet.
Un mundo tan complejo como apasionante en el que Sony Corp. se ha convertido, ya sin tapujos, en la gran fuerza imperial emergente tras poner en marcha una operación, que todavía tardará unos meses en cerrarse y que puede costarle, entre unas cosas y otras, casi 5.000 millones de dólares (4.265,7 millones de euros) en total, si se tienen en cuenta los desembolsos ya realizados y los que todavía le quedan por realizar antes de que el proceso se complete. Un momento en que los ejecutivos de la compañía nipona serán dueños de casi cinco millones de canciones de todos los tiempos y todos los estilos, entre las que estarán los repertorios inmortales de The Beatles y Tamla Motown, las canciones del Premio Nobel Bob Dylan, lo mejor de Beyonce, Drake y Lady Gaga, los singles de Taylor Swift, y hasta un pedazo del Despacito de Luis Fonsi, el mayor éxito latino de todos los tiempos.
Algunos analistas dicen que Sony Corp. busca convertirse en el líder mundial indiscutible del creciente y siempre lucrativo negocio de la gestión editorial de derechos de autor musicales
Pero, ya saben, algo tendrá el agua cuando la bendicen. El último capítulo, por ahora, de la supuesta implementación de esta magistral estrategia habría sido el acuerdo de compra suscrito la semana pasada por los directivos de la empresa nipona con el grupo de inversores institucionales y particulares que lideraba Mudabala Investment Company, el fondo soberano de Abu Dhabi y arma más poderosa del jeque Jalifa bin Zayed Al Nahayan. En ese selecto club, reunido en torno al fondo de su majestad, se integraban otras conocidas compañías financieras como Jynwell Capital, GSO o David Geffen, que también recibirán su parte de los 2.300 millones de dólares (1.962,24 millones de euros) que pagará Sony por el 60% del capital de EMI Publishing, la editorial propietaria de los derechos de la mayoría de las canciones de los artistas que trabajaron en EMI, la histórica discográfica británica.
Sony asumirá la deuda total de EMI Publishing
Cuando la operación se complete, Sony tendrá el 90% de la compañía que no será completamente suya, porque los herederos de Michael Jackson, al menos de momento, mantendrán el 10% del capital. Aunque se dice que también están listos para vender en cuanto sea posible. Pero eso sólo lo dirá el tiempo. Tras este acuerdo de compra el valor de EMI Publishing queda fijado en 4.750 millones de dólares (4.052,44 millones de euros). Más del doble de lo que costaba en 2011, cuando Sony compró los fondos liderados por Mubala Investment y los herederos de Michael Jackson adquirieron la empresa por 2.200 millones de dólares (1.876,92 millones de euros). Así que el jeque y sus amigos han hecho también un negocio redondo. Pero las cargas asumidas por Sony serán llevaderas, En el último año fiscal, cerrado el pasado mes de marzo, EMI Music Publishing obtuvo ingresos de 663 millones de dólares (565,636 millones de euros) y beneficios antes de impuestos de 249 millones de dólares (212,433 millones de euros). Y las expectativas de mejora son evidentes, según la mayoría de los analistas.
Así que el círculo está a punto de cerrarse. Un plan que, según las voces críticas, Sony habría tenido en mente desde que, como hemos dicho antes, en 2011, se aliara con Abu Dhabi y sus socios para adquirir conjuntamente su trozo de EMI, cuando la discográfica británica que terminó en manos de Citigroup tras ser llevada a la catástrofe por los gestores del fondo Terra Firma, se puso en venta. Los banqueros estadounidenses no quisieron saber nada de aquel lío en el que se habían tenido que meter sin quererlo y dividieron el negocio. Vendieron la discográfica a Universal, que luego entregó algunos sellos y artistas a Warner, forzada por los reguladores europeos y estadounidenses y las leyes antimonopolio. Algo que no tuvo que hacer Sony al comprar la editorial, porque iba a gestionarla, sí, pero sin ser el socio mayoritario. Sólo poseería el 30%. El 60%, ya lo hemos dicho, iba a quedar en otras manos, bajo el control de esos inversores financieros que serían los verdaderos dueños. Y que quizá sólo hayan sido una especie de testaferros de lujo. Nunca lo sabremos, en realidad.
Pero su participación era necesaria, para evitar problemas. Porque incluso sin los activos editoriales de EMI, la compañía japonesa ya era un gigante del negocio editorial, gracias a su filial Sony/ATV, una empresa creada en 1995 tras un acuerdo entre la multinacional japonesa y Michael Jackson, que compartían el negocio. Luego, tras el fallecimiento del cantante, sus herederos mantuvieron la posición hasta que en 2016 vendieron su parte a los japoneses por 750 millones de dólares (639,859 millones de euros), en lo que pudo ser el inicio de esta fase de consolidación final. Porque ahora que Sony ya es el mayor accionista de EMI Publishing podrá integrarla con Sony/ATV. Le ha costado un dineral, pero el premio puede merecer la pena, porque cuando todo esto termine, los nipones serán los dueños de un catálogo de escalofrío, que comprende lo mejor de lo mejor que se ha compuesto en los últimos 100 años y también, lo más vanguardista, lo más comercial y las melodías más ansiadas por la industria de la publicidad. De hecho, el año pasado, incluso antes de esta nueva vuelta de tuerca, la multinacional japonesa ya controlaba 27,3% de todo el mercado mundial, según los datos de la consultora especializada Ovum.
Freno a los supuestos planes monopólicos
Abu Dhabi, Sony, los herederos de Jackson, los fondos… ¿Todos ganan? Quizá no todos. Hay quien piensa que puede perder y mucho por culpa de las posibles consecuencias de esta operación. Se trata de un aguerrido grupo de pequeñas editoriales musicales europeas que se agrupa en la asociación Impala, una especie de lobby, muy activo, cuya presidenta ejecutiva, Helen Smith, no ha tardado en pedir a la Comisión Europea que utilice su poder regulatorio para frenar los presuntos planes monopolísticos de Sony. Smith argumenta que tras la toma de control de EMI, la multinacional japonesa se dotaría de un poder enorme que impediría la libre competencia, al permitirle imponer su criterio en cualquier negociación de precios o condiciones que se llevara a cabo con las sociedades de gestión, los artistas, los sellos discográficos, las plataformas de streaming y el resto de los clientes habituales del sector. Desde la UE, de momento, no hay ninguna comunicación oficial. Pero, es obvio que las autoridades del Viejo Continente tendrán que actuar, realizar una investigación profunda y quizá, imponer unas condiciones a Sony que puedan poner algún límite a sus imponentes capacidades actuales.
Pero esta operación, que ha sacudido y aún sacudirá el sector, ni ha sido la primera ni será la última. Las editoriales musicales están en un momento dulce, porque se han convertido en unos activos deseables, capaces de aportar una generación constante de dinero desde muchos frentes y se han revalorizado enormemente en los últimos tres años, gracias a la consolidación de empresas como Spotify y Apple Music, que han hecho del streaming la fórmula de consumo favorito de los aficionados a la música. Y la lucha se ha recrudecido en los últimos tiempos, en un sector que ha vuelto a interesar a las empresas financieras y que ha registrado un goteo constante de operaciones en los últimos seis meses.
Sony Corp. se ha convertido, ya sin tapujos, en la gran fuerza imperial emergente tras poner en marcha una operación, que todavía tardará unos meses en cerrarse y que puede costarle casi 5.000 millones de dólares
Las canciones de los mitos del pop son un objetivo prioritario. El pasado mes de enero, por ejemplo, la renacida editorial Primary Waves pagó 50 millones de dólares (42,65 millones de euros) por el control del 80% del catálogo de Bob Marley, una parte del capital que poseía Chris Blackwell, el ejecutivo de Island Records, que descubrió al gran compositor de reggae y convirtió su música en éxito mundial. Blackwell ha cobrado y mantiene un 10% de la empresa. El resto, por supuesto, está en manos de los herederos de Marley. En el paquete también entran los temas de otros grandes de la música jamaicana e internacional que se agrupaban en Blue Mountain, otra editorial subsidiaria de Island.
La propia evolución reciente de Primary Waves es un buen ejemplo de esa pujanza reciente del negocio editorial de la música tras años de dificultades, de la que venimos hablando. La compañía de Larry Mastel tuvo una fuerte crisis que le obligó a vender su catálogo casi completo a BMG en 2013 por 150 millones de dólares (127,9 millones de euros). Pero tres años después, con el apoyo del fondo de inversión BlackRock que le prestó 300 millones de dólares (255,9 millones de euros), empezó a rehacer su imperio con la adquisición de los derechos de los temas de Smokey Robinson que no poseía EMI Publishing, porque no pertenecían a la editora de Tamla Motown.
Wall Street: Sony se plantea retar a Disney
Ha habido otras operaciones no hace mucho. Que afectan a temas inolvidables de hoy y de siempre. Las grandes independientes del sector también aspiran a ganar tamaño para sobrevivir. Por eso, Kobalt ha pagado 160 millones de dólares (136,5 millones de euros) para adquirir Songs, una editorial propietaria de los temas de artistas actuales de éxito como Lorde y The Weekend. Y Concord se ha gastado 600 millones de dólares (511,87 millones de euros) en comprar Imagen, una compañía que posee un selecto catálogo clásico en el que destacan los elegantes temas de Rodgers y Hammerstein, los compositores de musicales que más brillaron a mediados del siglo XX en la época dorada de Broadway.
Los medianos lo tienen claro: no hay más remedio que crecer y ganar volumen ante el imparable empuje de Sony, que amenaza con tragárselos a todos. Aunque tal vez, los planes de la empresa japonesa no sean exactamente esos. Desde que, muy recientemente, Kenichiro Yoshida se ha convertido en el nuevo consejero delegado de la multinacional, todos los pasos que ha dado la compañía parecen dirigirse hacia su consolidación como una gran major de contenidos audiovisuales, como si ese segmento del negocio le importará más a su nuevo responsable que la actividad tradicional de una firma relacionada, sobre todo, con los electrodomésticos del sector del ocio. La operación de EMI Publishing es la segunda que ha puesto en marcha Yoshida desde que ocupó su despacho. La primera fue la adquisición de una participación en la gestión de la marca Peanuts, creada en su día por el dibujante Charles M. Schulz para explotar los negocios derivados de sus cómics de Carlitos y Snoopy. Sony adquiró el 49% del 80% de la marca en poder de la empresa canadiense DHX Media por 185 millones de dólares (157,83 millones de euros). Tras la operación, DHX tendrá un 41% de la marca, Sony un 39% y los herederos de Schulz el 20% restante. Carlitos y Snoopy son muy populares en Japón y las posibilidades de negocio resultantes de esta alianza son muchas y lucrativas. Y no sólo en aquel país.
¿Querrá Yoshida echar un pulso con Disney en el futuro? En Wall Street, según las publicaciones especializadas, los augures apuntan en esa dirección. Veremos. Por ahora, quienes sí se están batiendo el cobre con Disney son los herederos de Michael Jackson, socios privilegiados de Sony, que acusan a la empresa de Mickey Mouse de haber usado sin su permiso, y sin pagar, temas e imágenes protegidas con derechos de autor del gran cantante en la elaboración de un documental sobre el artista emitido por la cadena de televisión ABC. Pero, de momento, Sony se mantiene al margen de esta pequeña refriega. No querrá perder la pólvora en salvas si planea, de verdad, una ofensiva ganadora.