Pedro Benítez (ALN).- ¿Puede una operación militar derrotar la hiperinflación? Los altos mandos militares de Nicolás Maduro, encabezados por el ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, contribuyen al proceso de destrucción de la economía venezolana chocando contra la misma piedra. El nuevo intento por derrotar a unas fuerzas económicas que no alcanzan a comprender sigue el libreto de la guerra económica que el dictador Idi Amín Dadá aplicó en Uganda en los años 70.
¿Puede una operación militar derrotar la hiperinflación? El ministro de la Defensa del gobierno de Nicolás Maduro parece creer que sí.
En el marco de un operativo de alcance nacional por parte de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) para fiscalizar los precios en los 53 mercados municipales más importantes del país, el ministro de la Defensa, general en jefe Vladimir Padrino López, hizo un llamado para “acabar con los precios elevados y con esa tendencia a que cada día hay un precio diferente; como ejemplo: Empresas Polar. Es inaceptable el aumento de precio cada vez que se hace la distribución a pequeños y medianos comerciantes”.
Desde noviembre de 2013 Venezuela está formalmente en una ‘guerra económica’ declarada por el presidente Nicolás Maduro para luchar “contra la especulación”, “por la reestructuración del ordenamiento económico”, para “estabilizar la producción” y lograr el “equilibrio real”. El desabastecimiento de productos básicos del país se agravaba con un ritmo inflacionario mensual que en ese mes el Banco Central de Venezuela (BCV) estimó en 4,8%. Hoy, según estimaciones de la Asamblea Nacional (AN), supera el 120% mensual.
Para enfrentar esa “guerra” Maduro puso en la primera línea de acción de batalla a los militares, apoyados en una red de comités de defensa de la economía que se crearían para tales fines.
Para enfrentar esa “guerra” Maduro puso en la primera línea de acción de batalla a los militares
Ya por entonces oficiales activos o retirados manejaban un banco (el de las Fuerzas Armadas), así como empresas de construcción, organismos encargados de fiscalizar precios, y los ministerios de Finanzas, Alimentación, Industria, Energía Eléctrica, y el Órgano Superior de la Economía. A todo eso se sumó desde el año pasado el control de Petróleos de Venezuela, PDVSA.
Pero luego de 20 meses de luchar inútilmente contra la continua escasez y el alza incesante de los precios, el gobierno de Maduro comenzó a culpar del problema al contrabando de extracción hacia la vecina Colombia, hacia donde comerciantes inescrupulosos trasladarían los productos que el Estado venezolano subsidiaba a los consumidores, destacando principalmente la gasolina, causa de las enormes pérdidas financieras de PDVSA.
De modo que en agosto de 2015, bajo el pretexto de un supuesto ataque paramilitar a soldados venezolanos en San Antonio del Táchira (zona fronteriza con Colombia), Maduro ordenó un drástico cierre de los 2.219 kilómetros de frontera común mediante una fuerte movilización militar y decretó el estado de excepción para 11 municipios del estado Táchira y el paso fronterizo de Paraguachón en la Alta Guajira, en el estado Zulia, con el fin de “controlar la zona fronteriza y proteger al pueblo del contrabando de alimentos y combustible”.
Aquello se acompañó con la deportación forzada de miles de humildes familias colombianas asentadas ilegalmente en territorio venezolano, a muchas de las cuales se las señalaba de contrabandistas.
Por supuesto, nada de eso sirvió. El contrabando no se detuvo, ni se alivió el desabastecimiento del lado venezolano. Miles de litros de gasolina subsidiada por PDVSA siguieron pasando hacia las ciudades colombianas pese a la presencia de (o en realidad gracias a) la Guardia Nacional Bolivariana (GNB); y ningún poder logró detener la cotización al alza del dólar paralelo en Cúcuta (la principal ciudad colombiana fronteriza con Venezuela).
11 meses después de aquel cierre miles de venezolanos forzaron el paso fronterizo en busca de alimentos y medicinas hacia esa ciudad para alegría de sus comerciantes y amargura de los teóricos de la guerra económica del régimen chavista-madurista. La seguridad de la frontera, por cierto, no mejoró en absoluto.
De modo que luego de casi cinco años como oficialmente responsables de enfrentar la supuesta guerra económica los altos mandos militares venezolanos, empezando por quien ha sido desde entonces el comandante del CEOFANB y luego ministro de la Defensa, el general Padrino López, deberían preguntarse si no estarán haciendo algo demasiado mal.
Cualquier observador medianamente objetivo se haría la misma pregunta. Sin embargo, aquí van, en este nuevo intento por derrotar a unas fuerzas económicas que actúan más allá de su comprensión.
G/J @vladimirpadrino: “Debemos atacar el sobre precio y la especulación”. https://t.co/JGwgh1tLCj pic.twitter.com/Z7CnPxqh1q
— MPPDefensa (@PrensaFANB) 20 de julio de 2018
La batalla de la opinión pública
Lamentablemente esto, como podemos apreciar, no es nuevo en Venezuela, pero tampoco en el mundo. En 1972 el tristemente célebre dictador de Uganda, Idi Amín Dadá, también declaró una “guerra económica” contra miles de comerciantes de origen asiático y europeo a quienes responsabilizó de los problemas económicos de su país.
Usar a los militares como armas ideológicas es una idea original de León Trotsky que Maduro viene aplicando al pie de la letra.
Esta es una estratagema perversa que consiste en enfrentar a los militares contra los críticos del régimen, los empresarios y el pueblo en general, mientras se les hace cómplices y copartícipes del desastre. Ante la lógica avalancha de invectivas en su contra los altos mandos se inclinan por mantener el compromiso con el sistema, consolidando así el poder armado como columna vertebral del proyecto de perpetuación del poder establecido.
Esta es la estrategia que hay detrás de la tan fanfarroneada unidad cívico-militar, que entre otras consecuencias ha conseguido que la opinión de la mayoría de los venezolanos sobre los profesionales de las armas haya rodado por el subsuelo, tal como indicaba un trabajo de la empresa de opinión pública DatinCorp en junio de 2016.
Sería interesante hacer una encuesta en Venezuela midiendo la aceptación popular entre Padrino López y Lorenzo Mendoza, presidente de Empresas Polar
No hay razones para pensar que esa apreciación haya cambiado para mejor. Todo lo contrario. Los civiles chavistas los pusieron en la primera línea de combate de la guerra económica (que han perdido), a cerrar la frontera con Colombia, a importar y distribuir alimentos, en el meollo de la corrupción, como candidatos y gobernadores de estados, al frente de las empresas públicas, a gritar su lealtad al proceso revolucionario y a reprimir el descontento. Es decir, les han dado poder político y económico a cambio de que los mantengan en el poder.
El precio ha sido que los militares perdieron la batalla de la opinión pública y el aprecio de la nación. Eso lo corroboraron cuando en el segundo semestre de 2015, en plena campaña rumbo a las parlamentarias, el CEOFANB mandó a realizar su propia encuesta para indagar la opinión de sus compatriotas civiles.
Y mientras tanto, luego de una década de prédica en contra de los empresarios a los que se ha calificado de “apátridas”, “parásitos”, “rentistas”, “que sólo quieren los dólares de Estado”, con aquello de que ser rico es malo, resulta ser que Lorenzo Mendoza, el empresario más emblemático de Venezuela, seguía apareciendo hasta principios de este año, semestre tras semestre, como una de las figuras más estimadas por los venezolanos.
Sería interesante hacer una encuesta en Venezuela midiendo la aceptación popular entre el general en jefe Padrino López y Mendoza, presidente de Empresas Polar. No habría sorpresas. Un efecto positivo no intencionado de los largos años de dominio del régimen chavista-madurista es que la mayoría de los venezolanos, en particular los más pobres, tienen mejor opinión de la empresa privada que de los militares. Un logro del chavismo pero al revés.
Decía el político francés Georges Clemenceau: “La guerra es un asunto demasiado importante para confiárselo a los militares”.
La economía también.