(EFE).- La alimentación, el estrés o el tabaco pueden modificar la forma -no la secuencia- en la que se comportan los genes, lo que se conoce como epigenética. Científicos, tras un trabajo de diez años, han comprobado que estos cambios pueden heredarse de padres a hijos en mamíferos durante varias generaciones.
Los detalles del estudio, realizado en ratones, se publican en la revista Cell y demuestran «la importancia que el medioambiente, a través de la epigenética, puede tener sobre el devenir de nuestras vidas y nuestros descendientes», resume a EFE el investigador Juan Carlos Izpisua, ahora director en los laboratorios Altos en San Diego.
La herencia biológica es, por tanto, «algo más que la simple herencia del ADN genómico», agrega el investigador, quien añade que este trabajo supone «la primera evidencia directa de que la información epigenética puede transmitirse de forma estable a la descendencia a través de las líneas germinales paterna y materna».
Si bien en los últimos años la comunidad científica ha comenzado a considerar esta posibilidad y a publicar resultados en este sentido, la opinión predominante es que la herencia epigenética entre generaciones no ocurre en mamíferos y que la herencia de padres a hijos se rige principalmente por la transmisión del ADN genómico.
Y eso, subrayan los autores, que la herencia epigenética ya se ha documentado ampliamente en bacterias, protistas, hongos, plantas y ciertos animales invertebrados; este nuevo trabajo lo amplía a mamíferos.
«Nuestras observaciones -apuntan los autores en su artículo- proporcionan un paso concreto hacia la demostración de la herencia epigenética transgeneracional en mamíferos, que puede tener implicaciones en nuestra comprensión de la biología evolutiva, así como en la etiología, diagnóstico y prevención de enfermedades humanas no heredadas genéticamente».
Los investigadores demuestran en el estudio que la metilación del ADN puede transmitirse en ratones a su descendencia.
La metilación es un proceso que dirige cuándo y cómo son activados y desactivados los genes que controlan el normal desarrollo del organismo y que pueden verse afectados por causas ambientales.
Esta es esencial en el desarrollo y el envejecimiento de un organismo y, por lo tanto, desempeña un papel crucial en numerosas enfermedades y en la progresión de muchos cánceres.
En concreto, la nueva investigación identifica la herencia de marcas epigenéticas adquiridas en regiones concretas del ADN -llamadas islas CpG-, así como la transmisión de sus rasgos fenotípicos (hipercolesterolemia y obesidad) a su descendencia y en múltiples generaciones.
Obesidad
«Hasta ahora hemos podido confirmar que el fenotipo -obesidad y altos niveles de colesterol- se transmite de manera estable al menos hasta la décima generación de ratones», indica Izpisua, que también firma este artículo como científico del Instituto Salk de La Jolla.
Según detalla Izpisua, existen ejemplos que relacionan alteraciones de metilación específicas con la aparición del cáncer, enfermedades cardiovasculares, diabetes, esquizofrenia e, incluso, con variaciones en la longevidad.
«Aunque nuestro desconocimiento es inmensamente mayor de lo que en un principio podríamos imaginar, empieza a ser evidente que además de nuestros antecedentes genéticos y los factores ambientales, las marcas epigenéticas heredables podrían explicar el riesgo de transmisión y susceptibilidad de determinadas patologías humanas».
«Si bien los roedores no son humanos, no es descabellado pensar que nuestras observaciones podrían tener lugar también en humanos, donde ya existen pruebas indirectas de que así es».
Una de las más importantes y constructivas discusiones de la biología y que ha ayudado enormemente al conocimiento y estado actual de esta ciencia -agrega Izpisua- es la confrontación entre la teoría de la selección natural de Charles Darwin y los postulados de Jean-Baptiste Lamarck.
Principalmente este último defendía que un organismo cambia durante la vida para adaptarse a su entorno y que esos cambios se transmiten a su descendencia; la epigenética, dice el investigador español, da en cierta manera la razón a Lamarck.
«Este estudio, que ha conllevado más de diez años de trabajo, es para nosotros conceptual y técnicamente importante por sus implicaciones, biomédicas en el caso de que sus conclusiones fuesen trasladables a humanos».