Pedro Benítez (ALN).- La policía política de Nicolás Maduro arremete contra los diputados de la Asamblea Nacional. Secuestra al primer vicepresidente del Parlamento y el ala radical del chavismo asegura que arrasará a los opositores. Pese a todo eso Maduro acepta (y casi ruega) sentarse a negociar con sus adversarios. Detrás de esto no hay ninguna estrategia, hay una realidad: los factores de poder que dentro y fuera de Venezuela lo sustentan quieren una negociación. Maduro va a ella en contra de sus deseos. Es más una muestra de debilidad que de fortaleza. China, Rusia y la propia FANB le están torciendo el brazo.
El pasado 30 de abril, pocas horas después que el presidente encargado por la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, y el dirigente del partido Voluntad Popular, Leopoldo López, desafiaran el apoyo militar a Nicolás Maduro en Caracas, el periodista Vladimir Villegas entrevistaba en la televisora de señal abierta Globovisión al embajador de Rusia en Venezuela, Vladimir Zaemskiy.
A la pregunta de qué medio veía su gobierno para resolver la situación en Venezuela, el diplomático ruso contestó directamente: “La solución a la crisis venezolana tiene que ser buscada a través de las negociaciones”.
Ricardo Merlo, viceministro de Relaciones Exteriores de Italia:
“A Juan Guaidó, a Henrique Capriles y a otros dirigentes de la oposición los vi dispuestos a encarar una apertura democrática, inclusive aceptando la renovación del Parlamento. Pero a Maduro lo vi con muchas dudas de poder llegar a elecciones libres». Clarín
Esto lo afirma el representante diplomático de la potencia que se supone es el principal apoyo militar del régimen madurista. Un recordatorio de que Venezuela no es Siria.
Pocos días después, el portavoz de la Cancillería china manifestaba el apoyo de su gobierno al Grupo de Contacto Internacional sobre Venezuela. Una iniciativa de gobiernos europeos y americanos que busca un acuerdo político entre Maduro y la Asamblea Nacional que pasaría por un proceso electoral. Inicialmente Maduro rechazó esta propuesta.
No es que los gobiernos de Rusia y China estén por retirarle el apoyo a Maduro. Y ciertamente, en el juego de la política mundial ven a Venezuela como una oportunidad para importunar a Estados Unidos. Pero hasta allí.
China, que es la única potencia en capacidad de dar apoyo financiero sustancial a Venezuela, no ha dado un solo dólar de crédito nuevo al régimen de Maduro desde enero de 2016, es decir desde que la oposición al chavismo ocupó las dos terceras partes de las curules de la Asamblea Nacional. Por su parte, hoy sabemos que el apoyo militar de Rusia a Maduro es más propagandístico que otra cosa.
Todas las señales concretas indican que el soporte a Maduro por parte de sus valedores internacionales no es incondicional.
Pero además, tampoco lo es por parte de los generales y almirantes de la Fuerza Armada Nacional (FANB). Este es un secreto a voces hoy en Venezuela. La fractura del apoyo militar al régimen está en proceso como el lento desplazamiento de las placas tectónicas. El incidente del 30 de abril y la defección del general Manuel Ricardo Cristopher Figuera, director hasta ese día del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), son señales de ese proceso. Hay otras.
Descontento abrumador
Esta es la clave del asunto. A Maduro lo están obligando a negociar. Por supuesto, él pretende negociar para seguir en el poder (es su primera opción, pero no la única) mientras que Juan Guaidó lo quiere sacar.
Sin embargo, pese a la ofensiva de los últimos días contra los diputados de la Asamblea Nacional, es más factible el derrumbe definitivo de Maduro que la desaparición de su oposición, como pretende el ala radical chavista que hoy encabeza Diosdado Cabello.
La prueba es que Guaidó sigue firme y desafiante. Pero como hasta ahora ninguna parte ha podido derrotar a la otra la propuesta de una negociación sigue vigente.
Todo esquema de negociación en Venezuela tiene una desembocadura inevitable: una elección presidencial. Esa es la propuesta del Grupo de Contacto. Elección que todos saben que Maduro perdería abrumadoramente y que con él podría enterrar electoralmente al chavismo.
Mientras tanto Juan Guaidó ha hecho su trabajo de minarle el apoyo ruso y chino a Maduro. En público y privado, sus argumentos dirigidos a los que toman las decisiones finales en Pekín y Moscú son muy claros: una Venezuela viable le conviene a todos y sus inversiones e intereses en el país serán respetados siempre que sean legítimos. Guaidó les dice: yo soy la solución, Maduro es el problema.
Dependerá de su habilidad y de la claridad del conjunto de fuerzas que le apoyan dentro y fuera de Venezuela que esta vez Maduro no se le escape.
Exclusiva: Ya hay acuerdo para continuar las negociaciones entre Guaidó y Maduro
Pero mientras los tiempos diplomáticos van a su ritmo, otra crisis se agudiza en Venezuela, en esta ocasión la del suministro de gasolina que amenaza a Caracas. No es nueva, millones de venezolanos lidian todos los días desde hace años con esta situación. Pero al ocurrir en la capital, la vitrina del país, tal como ha pasado con los apagones del mes de marzo, es un recordatorio de la incapacidad de Nicolás Maduro para normalizar a Venezuela.
Allí reside el abrumador descontento en su contra, tanto de civiles como de militares, entre la población en general, pero también entre la gente que aparentemente le apoya de manera incondicional.