Leopoldo Martínez Nucete (ALN).- Donald Trump tiene pendientes varias explicaciones. Una es la que debería disipar el misterio de sus declaraciones de impuestos (y si efectivamente contribuye o no en consonancia con su rango de riqueza); y la otra es la que vendría a arrojar luz respecto del verdadero impacto -esto es, la falta de beneficios- de su política de rebaja de impuestos a los sectores corporativos y más favorecidos de la población.
El escándalo sigue persiguiendo a Donald Trump. Por un lado, está el informe del fiscal Bob Mueller, tan serio y creíble que el Congreso no se conforma con el resumen contenido en la carta enviada a ambas Cámaras por el secretario de Justicia, William Barr, y exige su conocimiento en detalle. En apoyo a este exhorto, las redes sociales han convertido en tendencia la etiqueta “#ReleaseTheReport” (“Liberen el informe”).
La Cámara de Representantes ha emplazado al Servicio de Rentas Internas (IRS) de los EEUU para que entregue a la comisión que investiga a Trump las últimas seis declaraciones de impuestos. Es un esfuerzo por lograr mediante la vía jurídica el acceso a estos documentos
Pero antes de que el informe arroje líneas de acción en la investigación parlamentaria que seguirá adelante, el testimonio del abogado del presidente, Michael Cohen, y la existencia de otra investigación por parte de la Fiscalía de Nueva York, han reflotado el asunto de las declaraciones de impuesto de Donald Trump. En su declaración ante el Congreso, Cohen dijo que las empresas de Trump incurrían en prácticas al margen de la ley para evadir impuestos y manipular estados financieros con el fin de obtener créditos o aplicar a determinados beneficios fiscales o legales. En los últimos dos años, The New York Times ha publicado al menos dos reportajes (el primero en plena campaña electoral) en los cuales una copia de la declaración y fuentes confiables confirman indicios de que la Organización Trump dista mucho de la transparencia y apego a la legalidad; e incluso que, de resultas de esas manipulaciones, no han pagado impuestos.
En ese sentido, la Cámara de Representantes ha emplazado al Servicio de Rentas Internas (IRS) de los EEUU para que entregue a la comisión que investiga a Trump las últimas seis declaraciones de impuestos. Es un esfuerzo por lograr mediante la vía jurídica el acceso a estos documentos, ya que es práctica acostumbrada (aun cuando no prevista en ninguna ley) de todos los presidentes desde la década de los 60 develar esta información al público cuando están en campaña electoral.
Las declaraciones de impuestos son, además, una radiografía del contribuyente. En sus múltiples anexos se puede identificar conexiones con socios y financistas, así como conflictos de intereses; e incluso, contrastar informaciones financieras allí indicadas con las emitidas en otros documentos públicos o solicitudes bancarias, a efecto de determinar la veracidad de la declaración de impuestos, que se presenta ante la autoridad fiscal bajo juramento y sujeto a pena de perjurio. Un sector de la fracción demócrata pareciera que no tirará la toalla y que no cesará en su esfuerzo por demostrar la caracterización de Trump como un sujeto vinculado a la corrupción y a gente cuestionable en el ámbito de los negocios, probablemente en Rusia y otras latitudes. Por supuesto, Trump hará lo que esté a su alcance para evitar esto; y ya el consultor jurídico de la Casa Blanca anunció una batalla legal sin tregua para impedir que el IRS ofrezca esos documentos al Congreso.
Explicaciones pendientes
Mientras esa investigación sobre los impuestos de Trump avanza, asoma otro conflicto fiscal de impacto sobre la economía y la vida de los estadounidenses. Hace unas semanas, el Departamento del Tesoro reconoció un significativo crecimiento del déficit fiscal, con una proyección que comienza a trepar por encima del 4% del PIB en el corto plazo, como consecuencia de los indiscriminados recortes de impuestos que concretó la Administración Trump en su primer año de gobierno, con apoyo de la mayoría parlamentaria que entonces tenía en ambas Cámaras. Los analistas advierten que el impacto de dichos recortes o rebajas tributarias no parecen inducir una tendencia de crecimiento más allá del impacto que tuvieron el año pasado, por lo que el ensanchamiento de la base de recaudación tributaria por la vía de la expansión económica no parece probable. Para muestra, los ingresos por concepto de tributación corporativa han caído más de un 17%, sin que los impactos en términos de empleo y crecimiento sean sustanciales.
El Departamento del Tesoro reconoció un significativo crecimiento del déficit fiscal, con una proyección que comienza a trepar por encima del 4% del PIB en el corto plazo, como consecuencia de los indiscriminados recortes de impuestos que concretó la Administración Trump en su primer año de gobierno
De hecho, el buró de estadísticas de la Secretaría del Trabajo ha reportado que en la Administración Trump el volumen anual de nuevos puestos de trabajo en el sector privado agregados a la economía es inferior al promedio anual agregado en ese mismo sector por la Administración de Barack Obama en su segundo periodo. Por ejemplo, en los dos primeros años del gobierno de Trump y bajo la influencia de las rebajas de impuestos en 2017, la economía privada agregó 175.000 puestos de trabajo en promedio por mes y en 2018 se alcanzaron 217.000 nuevos puestos de trabajo. El promedio de nuevos puestos de trabajo agregados bajo la Administración de Obama fue de 217.000 en 2017 y 208.000 en 2016, luego de un récord de 254.000 nuevos puestos de trabajo por mes alcanzado en 2015. Debe recordarse que en la gestión de Obama el déficit fiscal descendió hasta el 2,8% del PIB a partir de 2015, y que desde que asumió Trump ha crecido hasta un 4,3% del PIB.
En pocas palabras, los números demuestran que la rebaja de impuestos acordada por Trump a los sectores corporativos y de mayor nivel de ingreso no se han traducido en mayor crecimiento económico y del empleo; y que los incrementos en el ingreso real sólo alcanzan el 3% (ligeramente por encima de la inflación), sin que dicho descuento se haya traducido en una mejor remuneración para la clase media trabajadora o los sectores de menor ingreso. Todo esto a un costo fiscal inmenso, que sí ha facilitado, junto al déficit, una nueva tendencia en concentración de la riqueza en el tope de la pirámide socioeconómica.
Así las cosas, Trump tiene pendientes varias explicaciones. Una es la que debería disipar el misterio de sus declaraciones de impuestos (y si efectivamente contribuye o no en consonancia con su rango de riqueza); y la otra es la que vendría a arrojar luz respecto del verdadero impacto -esto es, la falta de beneficios- de su política de rebaja de impuestos a los sectores corporativos y más favorecidos de la población. Mientras tales enigmas no sean resueltos con información confiable para la opinión pública norteamericana, el escándalo mantendrá sus colmillos clavados en los tobillos del presidente.