Pedro Benítez (ALN).- Regímenes políticos como los que dominan Venezuela se sustentan, por lo general, sobre cuatro pilares: el monopolio de la fuerza, el control o consentimiento social, el de un recurso natural altamente demandado por el resto del mundo y la ausencia de una alternativa opositora dentro del país.
Sobre el primero, no hay duda de quien ostenta ese monopolio hoy. Con las otras tres las cosas cambian. El 28 de julio del año pasado el control social, por tantos años edificado y en el que tantos recursos se invirtió, fue demolido. Tengamos presente este dato en todo momento. Sobre el monopolio del recurso natural, obviamente hablamos del petróleo, también se ha ido perdiendo; no ha ocurrido un evento que haya transferido el manejo de la industria averiada de los hidrocarburos nacionales a nuevas manos, pero ese proceso se encuentra en pleno desarrollo en beneficio de los intereses de las compañías estadounidenses del sector.
En cuanto al cuarto ítem, ese ha sido el gran fracaso de la estrategia castro cubana en Venezuela. Un Juan Guaidó o una María Corina Machado (MCM) serían impensables en Cuba o Nicaragua. En este último caso, Daniel Ortega no le dejó a la oposición de ese país siquiera empezar a organizarse en una candidatura unitaria de cara las elecciones de 2021. Apenas comenzaron a circular las primeras encuestas mandó a detener a los siete principales precandidatos.
En cambio, el Estado Burocrático-Autoritario (Guillermo O’Donnell dixit) venezolano ha optado, por las razones que sea, por intentar demoler mediante intensas campañas de desprestigio y desinformación al liderazgo opositor de turno. Hasta ahora esa tarea ha resultado infructuosa, porque cada vez que la oposición se ha encontrado en el piso ha ocurrido algún evento que le ha permitido resurgir de su postración. Como Lázaro, se ha levantado de su tumba, siendo el inmenso descontento nacional la razón de ese milagro.
La operación
En ese sentido, la operación encaminada hoy a destruir a MCM es idéntica a la que en sus respectivos momentos se puso en marcha contra Manuel Rosales, Henrique Capriles y Juan Guaidó. El objetivo es el mismo: sembrar la desesperanza y la resignación en la población. Que el venezolano de a pie se convenza a sí mismo de que no hay esperanza alguna, “porque los dos extremos son iguales”.
Sin embargo, hay que decirlo, la oposición ha sido más eficaz a la hora de demoler a sus propios líderes que la maquinaria oficial. Esta es una especie de tentación suicida de la que, al parecer, no puede escapar.
A propósito de la convocatoria a las “elecciones” del venidero 27 de abril, cuya intención, precisamente, consiste en dividir a la oposición, se desarrolla en las redes sociales un nuevo episodio de enfrentamiento en el campo democrático, esta vez de los “leales contra traidores”, y de una oposición supuestamente “verdadera” con otra supuestamente “falsaria”.
No hay que ser muy agudo para concluir que estamos frente a un garrafal error estratégico, y, de paso, ante una inconsecuencia con los propios principios que se dicen defender, al hacer propia la consigna, “leales siempre, traidores nunca”.
La lucha opositora
A Rosales, Capriles y a Guaidó se les puede hacer todo tipo de reproches, con bastante razón; lo que no se puede es reescribir la historia. Los tres, cada uno en sus respectivos momentos, fueron referencias de la lucha opositora contra la hegemonía chavista y millones de venezolanos les dieron su confianza. ¿Se va a decir ahora que fueron “falsos opositores», “vendidos al régimen”? Acusación esta que, por cierto, empiezan a propalar contra MCM ciertos “comunicadores” al servicio del aparato de desinformación oficialista, como han hecho contra los mencionados. ¿Cómo ve el resto del mundo democrático (al que se le solicita apoyo y confianza) este espectáculo de acusaciones e insultos? ¿Cómo lo ven los factores de poder real que sostienen a Nicolás Maduro, a los que se les pide actuar? Pero todavía más importante, ¿cómo lo aprecian los millones de venezolanos que demandan un cambio para el país?
Por supuesto, los citados están muy lejos de la capacidad de convocatoria que tuvieron en otros tiempos. Que no hayan participado en la primaria del 22 de octubre de 2023, porque sabían lo que pasaría, es decir, que MCM achicharraría al resto de las pre candidaturas opositoras, nos recuerda que la política es como un ascensor, hoy estamos arriba, en la azotea, pero mañana podemos estar abajo, en el sótano. Esto debería servir de sano llamado a la humildad, en particular cuando uno se encuentra afuera del Palacio de Miraflores y no adentro.
Un antes y un después para Venezuela
El 28 de julio, no cabe duda, es un antes y un después para Venezuela. Para bien y para mal. No se puede seguir analizando la realidad política nacional como si se estuviera en 2005 o en 2017. No se trata de defender espacios. El Partido/Estado decidió cerrar la vía electoral como medio de cambio político por tiempo indefinido. Esa es la realidad que está a la vista de todos. Lo que le queda a la sociedad es buscar las maneras de resistir, una de las cuales (no es la única) puede ser votar, aún en estas o en peores condiciones.
Simón Calzadilla y Andrés Caleca, al frente del Movimiento Por Venezuela (MPV), han explicado de manera más clara esto último como política, recibiendo la consabida andanada de denuestos de un lado y amenazas del otro. Todavía está por verse si el Partido/Estado dejará abierta una rendija.
En cuanto a Rosales, y esto también es válido para el centenar de alcaldes opositores (sea cuando sea que se convoque el proceso municipal), no se le puede pedir que abandone el despacho de la Gobernación del estado Zulia, entregue la clave del wifi y se vaya para su casa. Eso se sabía que no iba a pasar. El viejo zorro de la política nacional enfrenta, probablemente, el más complicado proceso electoral de su larga carrera política, no sólo porque la gente no tiene deseos de votar (en estas condiciones), sino por la ausencia de garantías mínimas.
Tanto él, como Capriles (inhabilitado), MCM (inhabilitada y perseguida) y Guaidó (inhabilitado y en el exilio) comparten el mismo problema que el resto de los venezolanos, la ausencia de democracia.
La oposición venezolana es un movimiento de resistencia civil pacífico que se enfrenta a un aparato armado. Su salvación no vendrá fuera de las fronteras nacionales. Para lograr su propósito de alcanzar un cambio político necesita sumar la mayor cantidad de voluntades posibles, incluyendo gente que hoy sostiene al régimen. Esto último es bastante cuesta arriba conseguirlo (para decirlo suavemente) si se desata una cacería de brujas en tu propia esquina.
El liderazgo de María Corina
El liderazgo que hoy ostenta MCM debería enfocarse en movilizar al país en el propósito superior de que se haga respetar el derecho de los venezolanos a darse un gobierno surgido de la voluntad mayoritaria. En ese sentido, ningún apoyo es pequeño ni desestimable.
Por lo tanto, permítasenos afirmar una obviedad, los adversarios no son ni Rosales, ni Capriles, ni Caleca. El adversario son el continuismo, la intolerancia y el sectarismo hecho poder político durante un cuarto de siglo. Eso es lo que hay que cambiar. Ese cambio llegará, esperemos que no sean necesarios más años de cárceles y exilio para forjar la necesaria unidad opositora, que más temprano que tarde, también llegará.