Sergio Dahbar (ALN).- Una versión para TV, estrenada por HBO, refresca con redes sociales la distopía de Ray Bradbury, Fahrenheit 451. Tiene sentido volver a insistir en esta historia de bomberos que odian el pensamiento porque sobran ejemplos de la realidad que superan la ficción.
Como tantos miedos que regresan con gobiernos autoritarios y presagios de oscuridad, se ha estrenado una nueva película para televisión de HBO de una novela clásica de anticipación, distópica, Fahrenheit 451, que ingresó en el Olimpo de la literatura en 1953, escrita por un muchacho de Ohio que le tenía miedo a las calabazas, Ray Bradbury.
Dirigida por Ramin Bahrani, un profesor de cine de la Universidad de Columbia, con una carrera cinematográfica prestigiosa, que incluye películas como 99 casas, la película integra al actor Michael Shannon como el capitán Beatty y Michael B. Jordan en el papel del bombero Guy Montag. Adaptada por Bahrani y con un guión del iraní Amir Naderi, esta versión ha recibido aplausos y críticas duras. La revista Time cuestionó la forma en que dilapida una gran historia americana.
Sesenta y cinco años son algo. Y más si lo que podría haber sido la contracara de una utopía sobre tiempos totalitarios y quema de libros se convirtió en un clásico irreductible; en un signo de los tiempos, sin fecha de caducidad; en una de esas metáforas a las que siempre podemos apelar cuando intentamos hablar de barbarie y retroceso. Una marca de los tiempos más tenebrosos.
La periodista Laura Helena Castillo indagó en 2009 sobre la destrucción de 60.000 volúmenes de las bibliotecas públicas del estado Miranda, en Venezuela, en “la gestión del gobernador Diosdado Cabello”
En 1966 el realizador francés François Truffaut llevó al cine la primera adaptación del clásico Fahrenheit 451. Ver la fantasía de Bradbury, en la versión de Truffaut y ahora en la de Bahrani, es una manera de recordar que el mundo no ha mejorado en términos políticos y que a la vuelta de la esquina se esconden numerosos autócratas por todo el planeta con ganas de echarle candela a la inteligencia de la humanidad.
Todos reconocemos ya que el número 451 es el grado del calor que quema el papel. Bradbury imagina un mundo del futuro donde los bomberos no apagan el fuego: lo encienden. Son tripulantes de una novísima cacería de brujas contra la libertad de pensamiento.
Montag y los suyos (así se llama el personaje central de esta trama futurista que cada tiempo nos roza de alguna manera) destruyen los libros prohibidos por el régimen. En muchas ocasiones los verdugos tienen alma. Montag siente que los libros sufren cuando se queman. Y cambia.
Así cobra consciencia su personaje. De ser un inquisidor, pasa a ser un revolucionario que se une a una tradición: hombres y mujeres memorizan un libro (uno por disidente) para poder transmitírselo a otra persona. Los libros en tiempos oscuros saltan de boca en boca.
De la imaginación a la realidad
El problema con la imaginación es que a veces cobra sentido en la realidad, de una manera trágica. La periodista venezolana Laura Helena Castillo indagó en 2009 sobre la destrucción de 60.000 volúmenes de las bibliotecas públicas del estado Miranda, en Venezuela, en “la gestión del gobernador Diosdado Cabello”, hoy uno de los hombres de mayor poder alrededor de la figura del presidente Nicolás Maduro. 62.262 libros fueron vendidos como pulpa de papel.
“La operación quebrantó las normas de descarte de material elaboradas por la Biblioteca Nacional”. En ese trabajo, publicado en El Nacional, se advirtió la desaparición de más de un millón de ejemplares en las auditorías realizadas. “El número de ejemplares representa 15% de 401.000 libros que, según el Instituto Autónomo de Bibliotecas del estado Miranda (Iabim), quedan en el estado, aunque debería haber 2.000.000”.
Castillo entrevistó a los responsables: “La mayor parte de los libros tiene una ideología capitalista”, confirma Ignacio Barreto, quien en ese momento era uno de los directores de la Biblioteca Nacional.
Estos fueron sus argumentos. “La mayor parte de los libros que están en las bibliotecas tiene una ideología dominante capitalista. Los libros de autoayuda incitan al individualismo, a que tu crecimiento personal no tenga nada que ver con el crecimiento del otro. Los libros de historia de hace muchos años ven a la historia desde la dominación”, afirmó el funcionario.
No cabe duda hoy, cuando se cumplen 65 años de la escritura de Fahrenheit 451, que su metáfora posee vigencia. Los episodios mencionados en Venezuela tienden a perderse en el marasmo de acusaciones y contraacusaciones que todos los días distraen la gravedad de los hechos que se acumulan como muertos de una guerra invisible.
Cómo surgió Fahrenheit 451
Ray Bradbury ha recordado en varias publicaciones, a través de textos más o menos referenciales, cómo fue que se gestó en su consciencia la idea de Fahrenheit 451. Había salido a caminar con un amigo por la avenida Wilshire. Un policía lo increpó y le preguntó que por qué caminaban por la calle de noche.
Fue suficiente para que en su mente se activara un curiosísimo mecanismo creativo, imposible de explicar a pesar de todos los empeños que han puesto los neurocientíficos, que lo condujo a escribir aquel relato que hoy todos conocemos como la semilla de Fahrenheit 451: “El peatón”.
Lo que podría haber sido la contracara de una utopía sobre tiempos totalitarios y quema de libros se convirtió en un clásico irreductible, en un signo de los tiempos, sin fecha de caducidad
En una revisión del texto, el protagonista conoce a Clarisse MClellan. Siete días más tarde “El peatón” se ha convertido en “El bombero”. De cuento pasó a novela corta, antes de alcanzar la madurez de una novela de anticipación que finalmente se llamó como los grados del calor que se necesitan para incendiar un papel.
Como la mente de Bradbury trabajaba a demasiadas revoluciones por minuto, haber concluido aquella proeza no limitó su arte. Después escribió un cuento en el que los grandes autores del género fantástico de la historia se exilian en Marte. Mientras tanto, en la tierra queman sus libros. Eso es lo que cuenta el relato “Los exilios”.
Quienes en la actualidad leen la versión gráfica de Fahrenheit 451, de Tim Hamilton, que en español publicó nada menos que 451 ediciones, deberían entender que la cultura se mueve a pesar de los intentos por destruirla.
Ese relato gráfico, que fue película en 1966, y que se convirtió en clásico en 1953, fue también una sucesión de chispas en la mente de un escritor que por encima de todas las cosas defendió el libro como una continuidad de lo mejor que ha producido el hombre y como una forma de perpetuar la memoria de los seres humanos en la tierra.