Pedro Benítez (ALN).- El próximo 25 de abril se cumplirán cincuenta años de la Revolución de los Claveles, un incruento golpe de Estado que puso fin a la dictadura filo-fascista que imperaba en Portugal desde 1933 y que abrió paso a su democratización.
De todas las transiciones políticas de ese tipo ocurridas en el último medio siglo (España, América Latina y Europa Oriental) esa es, probablemente, la menos conocida y estudiada de todas, aunque en su momento ocupó la primera plana de la prensa mundial.
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En el estudio de consulta obligada sobre el tema publicado en el año 2016, Transiciones democráticas, de Sergio Bitar y Abraham Lowenthal, ni siquiera se le considera; seguramente se debe a la circunstancia de aquel proceso no se parece a ningún otro.
Un golpe de Estado clásico
En principio no se trató de la calculada apertura política por parte de una dictadura que, a su vez, dio paso a las negociaciones con una oposición perseguida con el objetivo de aterrizar en elecciones libres y justas. Fue una ruptura repentina, pero no violenta.
Consistió en un clásico golpe de Estado protagonizado por oficiales del Ejército, pero con un desenlace inesperado. La madrugada del 25 de abril de 1974 un grupo de unidades militares tomaron los puntos neurálgicos de Lisboa, al tiempo que las órdenes del primer ministro Marcelo Caetano (auténtico hombre fuerte del régimen) para neutralizar a los rebeldes eran desconocidas.
El resto del país permaneció en una calma que solo fue interrumpida cuando una multitud de jóvenes le entregaron claveles (la flor de la temporada) a los sublevados que se encontraban emplazados en las calles, que a su vez las colocaron en los cañones de sus fusiles. Ese fue el símbolo del movimiento y la imagen que recorrió el mundo al día siguiente. En cuestión de horas, y contra todo pronóstico, la dictadura se derrumbó. A los miembros del gobierno derrocado rápidamente los montaron en un avión rumbo a las Azores y de allí al exilio en Río de Janeiro. Una Junta de Salvación Nacional, encabezada por el general António de Spínola, tomó el poder con la promesa de efectuar elecciones democráticas.
Descontento antes de la Revolución de los Claveles
Por supuesto, que la historia es más complicada e interesante que este breve recuento. Para 1974 Portugal era, junto con España, un caso anómalo en la democrática, liberal y cada vez más próspera Europa Occidental. Se trataba de un país pobre, con niveles de vida inferiores a países como Venezuela o Argentina y con régimen político ultra conservador, de clara inspiración fascista.
Y, además, tenía la particularidad de ser la única nación europea que insistía en mantener un imperio colonial en África, mientras que todas las demás habían consentido, por la buenas o por las malas, la descolonización en sus antiguas posesiones de esa parte del mundo.
Tres lustros de luchas contra las guerrillas independentistas de Angola y Mozambique habían sometido a la economía portuguesa y al Ejercito a un drenaje de recursos, a unas tensiones, y a un aislamiento internacional, que alimentaron el creciente descontento de la sociedad contra un régimen autoritario, retrogrado y a todas luces incompetente. Como suele ocurrir, las señales del descontento eran evidentes para todos, menos para los gobernantes que estaban convencidos de poder seguir en la cima infundiendo temor.
Aires de libertad
La transición a la democracia en Portugal que empezó en abril de 1974, fue una ruta llena de inconvenientes y amenazas, incluidos otros dos intentos de golpe de Estado que fracasaron, así como maniobras de la CIA y de las potencias europeas por intentar encauzar un movimiento influido marcadamente por la izquierda revolucionaria. Un año después de la revolución se celebraron las primeras elecciones democráticas de toda su historia; los grupos favorecidos por la mayoría comicial, entre los cuales el Partido Comunista tenía un papel muy destacado, se propusieron llevar al país hacia un modelo económico socialista en medio de resistencias desde la derecha y grandes movilizaciones populares pidiendo reformas.
Ya se ha observado que los primeros aires de libertad pueden ser los más peligrosos para aquellas sociedades que han pasado mucho tiempo reprimidas.
A esas dificultades se agregaron las consecuencias de la atropellada salida de las colonias africanas, que el cambio de régimen propició, y la llegada de la noche para la mañana de 500 mil ex colonos para los cuales no había ni trabajos ni viviendas.
El impacto de la Revolución de los Claveles en España
Afortunadamente, el pacto entre los conservadores (miembros del régimen anterior) y socialistas fue estabilizando al país, que con el paso de los años se fue integrando a la Comunidad Económica Europea (antecedente de la actual UE), mientras superaba sus dificultades económicas.
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Un aspecto que agrega interés a la transición portuguesa fue el impacto directo que tuvo al otro extremo del río Tajo, en España. En la dictadura del general Francisco Franco, se vio con lógica inquietud la inesperada facilidad con se hundió el régimen gemelo y aliado. Unos, los inmovilistas que nunca faltan, pensaron que a ellos eso nunca les pasaría algo similar. Un ministro franquista comentó, al ver las imágenes en el noticiero, que un destacamento de la Guardia Civil hubiera puesto fin a esa revolución.
En cambio, otros, más sabios, llegaron a la conclusión que lo prudente sería facilitar, una vez fallecido el dictador, una transición pacífica y ordenada hacia la democracia, que finalmente le abriría las puertas del país a Europa. Como sabemos este último grupo se impuso, pero esa es otra historia.