Zenaida Amador (ALN).- Este 23 de julio Juan Guaidó cumple seis meses de haber asumido como presidente interino y aunque goza del respaldo internacional, que ha dado lugar al seguimiento de conversaciones que impulsen una pronta y concreta salida a la crisis, también carga con el lastre de no haber podido tomar el control interno en Venezuela. Mientras tanto el régimen de Nicolás Maduro se aprovecha de la desconfianza que impera en el país y trata de imponer su agenda para ganar tiempo a toda costa.
Para Juan Guaidó la hoja de ruta es compleja. “Van a venir días duros y hay que reconocerlo, no hay soluciones mágicas. Hemos intentado de todo y lo sentimos así, lo sé. Hemos marchado, hemos hecho huelgas de hambre (…) Estamos a punto de ganar, pero no lo hemos hecho. No es suficiente tener la mayoría, hay que ejercerla”.
“Estamos en una situación inédita, desde hace seis meses estamos en esta especie de lucha por la democracia. Comentamos que el momento es ahora para lograr ejercer la presión necesaria a una dictadura y salir del bloqueo. Tenemos el reconocimiento creciente de la comunidad internacional. Europa incluso asoma sanciones. La más reciente votación del Europarlamento así lo refleja. Hemos visto cómo la comunidad venezolana se mantiene firme, en pie de lucha, movilizada, en expectativa, pensando en los planes de desarrollo del país. Cuando decimos ‘el momento es ahora’ es porque vemos a un régimen más aislado, más solo, disminuido, ahogado en contradicciones. Pero seguimos enfrentándonos a una dictadura que mató a palos, literalmente, y torturó a un capitán.”
Juan Guaidó. El País
Al cumplir seis meses de haber asumido como presidente interino de Venezuela son pocos los resultados que puede exhibir puertas adentro en un país en recesión, con hiperinflación y niveles alarmantes de pobreza que lo colocan en una emergencia humanitaria compleja; aun cuando son incontables los logros que acumula a nivel internacional.
El régimen de Nicolás Maduro está deslegitimado, sometido a sanciones internacionales y enfrenta el riesgo de ser juzgado por crímenes diversos, especialmente por violaciones de los derechos humanos. Su margen de acción es estrecho y cada día más recurre a vías poco transparentes para financiarse, mientras apela a la represión y a la persecución de sus adversarios para sostenerse en el poder, sin importar el costo que esto tenga para la población.
La fortaleza de Guaidó radica precisamente en haber logrado una exposición global de la crisis y haber sumado el concurso del grueso de los gobiernos internacionales para trabajar en la búsqueda de una solución al conflicto. Por eso se dio el acercamiento entre Guaidó y el régimen de Maduro promovido internacionalmente con mediación de Noruega, porque el mundo entiende la magnitud de la crisis y sus impactos potenciales sobre la comunidad internacional.
Así, sin importar si son países aliados de Maduro o de Guaidó, el consenso es que se debe avanzar en la búsqueda de una solución.
Pero la debilidad interna de Guaidó, que no ha podido ejercer control y desplazar al chavismo, es aprovechada cada día por el régimen de Maduro para resistir su salida del poder y dilatar los procesos y hacerlos aún más complejos de lo que son.
El doble juego del diálogo
Es por ello que los voceros del régimen llevan más de una semana hablando de “diálogo permanente” cada vez que se refieren a las conversaciones con Guaidó. No hay que olvidar que en su primer mandato Nicolás Maduro se jugó en varias ocasiones la carta del diálogo y la negociación con los líderes de la oposición, procesos que concluyeron sin resultados, ya que Maduro siempre ha estado negado a cumplir con los requisitos mínimos exigidos como, por ejemplo, la renovación de las autoridades electorales y la garantía de la celebración de comicios libres.
Estos largos “acercamientos” entre las partes han sido aprovechados por el régimen de Maduro para ganar tiempo a su favor, desacreditar a la oposición, neutralizar a sus dirigentes y desmantelar la institucionalidad democrática.
Ahora Maduro asegura que “nuestra propuesta central es que se establezca una mesa permanente de diálogo con las oposiciones venezolanas. Una mesa permanente en las buenas y en las malas”, porque “el diálogo irá al ritmo que tenga que ir”.
Intenta restarle peso estratégico al acercamiento promovido por la comunidad internacional y bajarle el volumen a la urgencia de que dicho proceso debe conducir pronto a una solución, intentando mostrar el control de la agenda, jugando a que nuevamente dilatará el proceso y que lo conducirá a su conveniencia, con lo cual busca alimentar la desesperanza ciudadana.
Guaidó salió al paso destacando el apoyo internacional que han recibido los venezolanos para “buscar soluciones tangibles y expeditas que permitan el cambio”.
“En caso de que no haya resultados concretos de las negociaciones en curso, la UE ampliará aún más sus medidas específicas”, señaló en días pasados la jefa de la diplomacia europea, Federica Mogherini, al leer una declaración conjunta de la Unión Europea anunciando más sanciones contra el régimen de Maduro de no lograrse “con urgencia un resultado que permita unas elecciones transparentes y supervisadas internacionalmente”.
Incluso el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, aseguró que “estamos interesados en que el Gobierno de Venezuela y la oposición lleguen cuanto antes a un acuerdo para resolver la actual crisis”.
El factor tiempo
En paralelo, ante las versiones que apuntan a que Maduro estaría dispuesto a adelantar elecciones presidenciales para 2020 con un Consejo Nacional Electoral completamente renovado a cambio de que sean retiradas las sanciones internacionales dictadas contra sus funcionarios, los voceros del régimen se han dado a la tarea de sembrar la idea de que “a la vuelta de la esquina” están las elecciones pero sólo para renovar a los integrantes de la Asamblea Nacional y nada más, como si no hubiera ninguna otra opción sobre la mesa de conversaciones con la oposición.
En tal sentido, Maduro afirmó que este lunes 22 de julio ya tendrá en sus manos el plan diseñado por su partido, el PSUV, “para que fijemos todas las pautas para ir a la conquista del voto, y prepararnos para una victoria apoteósica”. “Le digo al pueblo preparémonos, reorganicemos nuestras fuerzas y avancemos hacia nuevas y grandes victorias políticas, electorales (…) Vamos a elecciones y les vamos a dar una pelea, una soberana paliza con votos, prepárense que nosotros sí nos preparamos con seriedad”.
Diosdado Cabello, presidente de la ANC, también ha jugado a desmontar la idea de que puede haber un proceso electoral adicional. “Aquí va a haber elecciones: las elecciones parlamentarias no pasan del 2020”.
Pero no hay nada extraordinario en ello, pues en diciembre de 2015 resultaron electos los diputados que conforman el Poder Legislativo para el período 2016-2021. Por ello las elecciones parlamentarias están previstas para diciembre de 2020, pues en enero de 2021 deben asumir funciones quienes integrarán la Asamblea Nacional hasta 2026.
El punto está en el resto de los procesos electorales a celebrarse y sus condiciones, que es donde radican las exigencias de Guaidó.
Determinar si habrá o no una elección presidencial o cuántas elecciones se celebrarán, precisar quién convocará, quiénes estarán al frente del órgano electoral y cómo ocurrirán los comicios, lo que abarca desde el sistema a aplicar hasta si se permitirá el voto de los venezolanos en el exterior, son elementos que hacen mucho más complejo el proceso, ya que el tiempo es un factor clave para tratar de garantizar su transparencia y evitar su manipulación por parte del chavismo.
El secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, lo enuncia de forma categórica: “Siempre y cuando los cubanos sigan protegiendo a Maduro, no van a poder celebrarse elecciones justas y equitativas (en Venezuela)”.
Rusia tampoco quiere que fracase la negociación entre Guaidó y Maduro
Lograr las deseadas elecciones justas y equitativas es algo que para los expertos en materia electoral puede tomar entre 9 y 18 meses, un período difícil de resistir para la población en medio de la actual crisis económica y social.
¿Una trampa más?
Para Nicolás Maduro cada día que pasa al frente de la Presidencia de Venezuela es ganancia y para Juan Guaidó cada día que resiste Maduro es pérdida.
Según encuestas de Datincorp, en febrero pasado el 49% respondía Guaidó ante la pregunta “¿A quién reconoce como presidente?”, pero en junio la porción bajó a 36%. En el caso de Maduro, 34% lo reconocía en febrero y en junio lo hizo el 41%.
A este desgaste apuesta Maduro, incluso sentado en la mesa de negociación, a sabiendas de que darle largas a la solución del conflicto implica altos riesgos debido a la presión internacional y a las tensiones internas del país.
Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello, sostiene que “mientras el régimen mantenga el control de la situación interna, pocos incentivos tiene para negociar”. A su juicio, “la gente no negocia lo que puede procurarse por otros medios, y lo que interesa al gobierno es el control del poder, lo que hoy tiene sin cooperación de la oposición, y sólo estará dispuesto a negociar una salida cuando mantenerlo no sea posible y necesite de alguien más para garantizar ciertas garantías o condiciones”.
Guaidó parece tenerlo claro: “No hay soluciones mágicas”. Pero también ha dicho que “hay muchas opciones para salir de esta tragedia y estamos trabajando con fuerza en todas. Como nunca antes, hemos logrado alinear una unidad nacional e internacional para lograr el cambio”.
En todo caso para este 23 de julio la Asamblea Nacional ha convocado a una sesión de calle en la que, según Guaidó, “rendiremos cuentas al país, haremos importantes anuncios y marcaremos los próximos pasos en nuestra lucha”.