Pedro Benítez (ALN).- Andrés Manuel López Obrador no es el primer presidente mexicano proveniente de la izquierda. Pertenece a una larga tradición de mandatarios de ese país encuadrados en dicho campo político. Lo que está por verse es con cuál de las dos izquierdas latinoamericanas se alineará su gobierno.
A primera vista pareciera que México ha llegado al momento de una ruptura histórica con la elección del izquierdista Andrés Manuel López Obrador como nuevo presidente. Un momento parecido al de Perú en 1990, Venezuela en 1998, Colombia en 2002 y Argentina en 2003. Un barrido electoral de su tradicional sistema de partidos políticos dominantes (Ver más: Este domingo en México los partidos tradicionales serán barridos).
López Obrador no sólo ha ganado el principal cargo de elección popular del país de habla hispana más poblado del mundo, sino que además su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), ha triunfado en cinco de las seis gubernaturas en disputa y ha logrado la mayoría tanto en el Senado como en la Cámara de Diputados.
Desplaza así al Partido de la Revolución Democrática (PRD) como la principal fuerza de izquierda en México y al hasta ahora hegemónico Partido Revolucionario Institucional (PRI), reducido ahora a ser un minoritario tercer partido. Un éxito impresionante para un movimiento que se estrenó electoralmente en 2015.
Al frente del gobierno capitalino, López Obrador se acercó al sector privado y se suele reconocer que fue un administrador eficaz
El presidente electo de México ha capitalizado el voto de protesta en contra del bipartidismo del PRI y del Partido Acción Nacional (PAN), las organizaciones políticas que han compartido el poder político en el país en los últimos 18 años. La mayoría del electorado mexicano castigó a estos partidos por no haber podido en sus gobiernos mitigar la corrupción y la violencia, dos males que se han hecho endémicos en México (Leer más: López Obrador recibe un México irritado y dividido).
Sin embargo, López Obrador no es el primer presidente mexicano proveniente de la izquierda. Hasta los años 80 del siglo pasado todos los presidentes del PRI se ubicaron claramente en ese campo ideológico y asumían la mayoría de sus banderas.
El mítico expresidente Lázaro Cárdenas expropió a las empresas petroleras extranjeras en 1938 e impulsó decididamente la reforma agraria. Adolfo López Mateos, quien gobernó entre 1958 y 1964, se definió políticamente como de “extrema izquierda dentro de la Constitución”.
Por su parte, Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) apoyó la Cuba de Fidel Castro, estableció relaciones diplomáticas con la China de Mao y dio asilo a la viuda de Salvador Allende luego del golpe de Estado en Chile en 1973, así como a gran número de exiliados provenientes de las dictaduras del Cono Sur. Además, mantuvo tensas relaciones con el sector privado e incrementó en su sexenio el gasto público y el papel del Estado en la economía.
Su sucesor, José López Portillo (1976-1982) sostuvo la misma línea de intervencionismo económico, nacionalizó la banca y estableció un control de cambios en 1982. En política exterior apoyó la Revolución Sandinista y reconoció como actor beligerante a la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en la guerra civil salvadoreña.
Durante medio siglo los distintos presidentes surgidos bajo el amparo de la hegemonía del PRI se las arreglaron para mantener una dignidad exterior de izquierda, mientras que al mismo tiempo llevaron relaciones pragmáticas con su vecino del norte.
Así, por ejemplo, nunca se sumaron al embargo contra Cuba, aunque sí condenaron la instalación de misiles soviéticos en la isla en 1962.
El nuevo presidente mexicano pertenece claramente a esta tradición política.
La pregunta que muchos se hacen dentro y fuera México es qué López Obrador gobernará. ¿El pragmático que fue jefe de Gobierno de Ciudad de México entre los años 2000 y 2006? ¿O el más tenaz opositor a todo lo que se ha hecho en el país en materia de apertura económica desde hace 30 años?
¿Un Lula Da Silva o un Hugo Chávez? ¿Un izquierdista caníbal o un vegetariano?
La respuesta la encontraremos en su biografía.
Con López Obrador regresa el viejo PRI
Es un político que siempre ha jugado dentro de las reglas “del sistema”. Esta es su principal diferencia con los líderes de izquierda que llegaron al poder por la vía electoral en la década pasada en Suramérica.
Nunca intentó o alentó un golpe de Estado, nunca llamó a la abstención (pese a sus reiteradas denuncias sobre de fraudes electorales) y nunca apoyó o participó en los grupos guerrilleros que estuvieron activos en algunos estados de México en los 70.
Tampoco fue parte o estuvo cercano al Partido Comunista Mexicano. Empezó su carrera política en el PRI, donde militó entre 1976 y 1987. En este último año acompañó la división de ese partido que encabezó Cuauhtémoc Cárdenas (que luego daría origen al PRD) en reacción al giro pro mercado que dieron los gobiernos priistas de la época.
Más que un agitador antisistema, todo en su trayectoria política nos indica que es un representante legítimo del nacionalismo revolucionario que gobernó México desde los días general-presidente Plutarco Elías Calles en los años 20 del siglo pasado. Una izquierda conservadora y pragmática. Es el regreso del viejo PRI.
Lo que puede salvar a México de una deriva autoritaria como las que han conocido Nicaragua y Venezuela es el respeto por el principio de la no relección presidencial
Al frente del gobierno capitalino se acercó al sector privado y se suele reconocer que fue un administrador eficaz. Pero también fue el agitador político de izquierda, que en sus dos aspiraciones presidenciales (2006 y 2012) condenó lo que él mismo ha denominado como “la era neoliberal”. Se opuso en su momento tanto al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá (TLCAN) en los 90, como a la reforma petrolera aprobada en 2013.
En realidad, así como ha habido dos López Obrador hay dos Méxicos.
El México del 45% de pobreza, de la desigualdad, la violencia del narcotráfico y de la corrupción. Esa es la imagen que de ese país tienen el resto del mundo y los propios mexicanos.
Pero existe el otro México: la decimotercera economía del mundo por su Producto Interior Bruto (PIB); el noveno mayor exportador del planeta, donde 90% de esas exportaciones provienen del sector privado, y en el que renglones como los automotores, autopartes, computadoras y teléfonos superan cada uno al petróleo crudo. Además, es el segundo destino de las exportaciones de Estados Unidos por encima de China, Japón y de varios países europeos juntos, y el primer destino de 28 estados de su vecino del norte. También es sede de varias grandes transnacionales como Cemex y Bimbo.
En estructura productiva, México ya no es un país subdesarrollado, es una potencia industrial, aunque en otros aspectos siga siendo un país del tercer mundo.
Consciente de esta realidad y con la ambición de coronar finalmente en su tercer intento, López Obrador ha ido reconstruyendo el viejo corporativismo priista que en cierta forma los expresidentes Vicente Fox y Felipe Calderón nunca desmontaron por completo.
Entre los dirigentes de Moreno figura el escritor Francisco Ignacio Taibo II, partidario de expropiar empresas, gobernar por decreto y “echar para abajo” la reforma petrolera.
Asimismo, ha prometido designar como su jefe de Gabinete a Alfonso Romo, uno de los más ricos empresarios mexicanos partidario de mantener la reforma energética (Ver más: Conozca al magnate que López Obrador nombrará superministro).
Los apoyos de personalidades como Romo o Tatiana Clouthier (esta última hija del excandidato del PAN Manuel Clouthier) probablemente han sido claves para aflojar las desconfianzas de un sector de los empresarios y para la conquista de muchos votantes de los más prósperos estados del norte, adversos a López Obrador en las elecciones de 2006 y 2012.
Es este pragmatismo típicamente priista lo que le ha facilitado la victoria electoral sumando a algunas figuras emblemáticas del pasado político mexicano que desde hace meses se subieron al carro del hoy triunfador.
No obstante, hay un sector de su propio movimiento que se va a sentir empoderado por este resultado y presionará al nuevo presidente para que se radicalice. Es aquí cuando López Obrador tendrá que tomar la decisión que determine el destino de su gobierno y de su país.
¿Cuál de los dos grupos que representan Taibo II y Alfonso Romo, respectivamente, tendrá más influencia en el gobierno de López Obrador?
En cualquier caso, lo que va (o puede) salvar a México de una deriva autoritaria como las que han conocido Nicaragua y Venezuela es que se mantenga el respeto por el sacrosanto principio de la no relección presidencial consagrado en su Constitución (1917). Desde 1928 ningún presidente o expresidente mexicano ha intentado reelegirse en el cargo. Es en esta norma muy mexicana donde ha residido el secreto de su casi centenaria estabilidad política y la salvaguarda de su futuro.