Pedro Benítez (ALN).- ¿Ha pateado (una vez más) Nicolás Maduro la mesa de negociaciones al descabezar al actual Consejo Nacional Electoral (CNE)? ¿Pretende, a continuación, designar unilateralmente un CNE “espantavotos” en la ya tradicional estrategia electoral de marca chavista orientada siempre a desestimular la participación de los electores que no le son afectos (estratagema con la cual siempre colabora un sector opositor), pero al mismo designar dos rectores identificados con la oposición a fin de guardar ciertas apariencias con la comunidad internacional? ¿Cómo queda el proceso de México y la iniciativa del presidente colombiano Gustavo Petro? ¿O, en realidad, esto es parte de las negociaciones directas con el gobierno de Estados Unidos de la cual algún sector opositor es copartícipe? ¿Este nuevo cambio del CNE responde a la intención de “sabotear” el proceso de la elección primaria convocada por la Plataforma Unitaria? ¿El gobierno de Maduro se siente tan vulnerable en el terreno electoral que necesita ponerle palos a la rueda de esa consulta interna opositora?
En las próximas horas, días y semanas todas estas preguntas serán respondidas. Sin embargo, plantearlas en ese momento nos permite hacer un balance del devenir político venezolano de los últimos diez años. Balance en el cual bien vale la pena recapitular y que muchas veces, por obvio, suele pasarse por alto:
1) Maduro pretende quedarse en el poder a como dé lugar, dentro de sus limitaciones (que las tiene). Hace lo que puede en ese sentido, pero no todo lo que quisiera.
2) No va a ceder nada a la oposición que pueda constituirse en una amenaza a ese propósito.
3) No va a levantar la inhabilitación a ninguno de los precandidatos opositores a los que se les ha impuesto esa arbitraria medida, así alguno de ellos sea elegido en la primaria convocada por la Plataforma Unitaria.
4) A esa primaria se le pondrán todo tipo de obstáculos en el camino y, de considerarlo necesario, ahí se tiene a la mano el TSJ para suspenderla cuando el Gobierno lo desee.
5) Si esa consulta llegará a realizarse es muy probable que el Gobierno inhabilite al o la elegida (si es que no estaba inhabilitado previamente). El esquema será la pasada elección a gobernador en Barinas.
6) De modo que es muy probable que, por una u otra razón, a la oposición agrupada en la Plataforma Unitaria no le quede más remedio que elegir su candidato por acuerdo. Ya veremos si otros factores se suman al mismo.
7) No obstante, en el escenario de que se efectúe la primaria, el candidato o candidata elegido (pero inhabilitado) puede ser el gran elector o, por el contrario, el factor de división que empuje a muchos votantes a la abstención. Esto último está en los cálculos de Maduro y él espera que sea decisivo.
8) Por su parte, la coartada de los voceros del Gobierno para “justificarse” ante la comunidad internacional será la de alegar que el chavismo no le va a entregar el poder a sus perseguidores.
9) En ese sentido, continuará la bien montada campaña según la cual el problema de Venezuela es la oposición y no el grupo que ha ejercido todo el poder, contando con todos los recursos, durante casi un cuarto de siglo.
10) Esa será la excusa maestra para justificar muchas de las arbitrariedades que en los próximos meses veremos en el país, incluido el uso dosificado de la violencia callejera.
11) El presidente de Brasil, Lula Da Silva, va a respaldar solidariamente a Maduro en todas esas maniobras. Más que cualquier otro, él será su principal aliado. Como muestra un botón: la cancillería brasileña ha enviado un texto alternativo que suaviza una dura declaración que cinco países preparan a fin de condenar la próxima semana en la OEA la represión y las violaciones a los derechos humanos por parte del régimen de Daniel Ortega en Nicaragua.
12) Para todos los fines prácticos, y más allá de las declaraciones solidarias llenas de buenos deseos, la oposición venezolana está sola en el mundo. En el juego de las grandes potencias el actual o el próximo inquilino de la Casa Blanca no tendrá mayores inconvenientes en entenderse con Maduro. Si lo ha hecho Joe Biden, más rápido lo haría Donald Trump, que tiene menos escrúpulos, siempre y cuando se le garantice el regreso de las compañías petroleras estadounidenses a Venezuela. Ese proceso ya empezó; es lo que Maduro precisamente está haciendo.
13) La política de sanciones comerciales impuesta por el gobierno de Estados Unidos desde marzo de 2019 a esta parte no ha obligado a Maduro a mejorar la condiciones de participación electoral para la oposición venezolana.
14) A Maduro no le quita el sueño esas sanciones. Puede vivir (él, por supuesto) con las mismas sin ceder nunca nada relevante. Las sanciones son para él una excelente coartada política. Que las mismas afecten todavía más la vida de los venezolanos le tiene sin cuidado. Está formado en la escuela castrocubana que lleva seis décadas (se dice rápido) lidiando con las suyas.
15) El cambio democrático en Venezuela es un maratón de obstáculos, no una carrera de 100 metros planos. La venidera campaña electoral no será una alegre fiesta, con papelillos, serpentinas y buen fondo musical, acompañadas de ofertas que todo mundo sabe no se podrán cumplir. Será una lucha por salvar lo que queda del país.
16) El plan a, b y c de la oposición venezolana es votar, votar y votar. No tiene mejor opción que esa a fin de movilizar al país. Participando (en estas y peores condiciones electorales) es cuando se ha crecido. La abstención lo único que ha conseguido es desarticularla y desmovilizarla.
17) La única manera que en enero de 2025 los factores que sostienen a Maduro entreguen Miraflores a alguien que venga de las filas opositoras, e impida que éste se quede hasta por lo menos el 2031, es que se conforme un gran frente nacional que dejando de lado sus mezquinas diferencias, incluya desde el Partido Comunista de Venezuela hasta el antichavismo radical en una misma causa que pase por ganar claramente la elección presidencial de 2024. Es de librito.
18) En ese sentido, los ataques, descalificaciones y reproches infantiles por parte de influencers (sic) y opinadores (sic) en las redes sociales contra aspirantes que no son de su preferencia es un ejercicio fatuo, necio y estúpido, que demuestra una absoluta desconexión con la terrible realidad venezolana diaria.
19) El próximo año Maduro cumplirá doce en el poder. Dos periodos seguidos de seis años. Sólo el general J.V. Gómez permaneció más tiempo que él al frente del poder político nacional. Pero a diferencia del Benemérito, o de Antonio Guzmán Blanco, de los cuales sus contemporáneos decían cínicamente: “robó, pero al menos hizo”, Maduro no tiene absolutamente nada que mostrar a excepción de sus continuos fracasos. ¿Para qué quiere seis años más en Miraflores que no sea para satisfacer sus propios apetitos personales?
20) No obstante, se lanza está maniobra electoral en un momento en el cual, y desde hace dos semanas, la mayor parte de Venezuela se encuentra semiparalizada por falta de gasolina y la economía se vuelve a sumergir en recesión luego de la anémica recuperación del año pasado. En marzo de 2019 el país se quedó 23 días sin suministro eléctrico sencillamente por la falta de mantenimiento del sistema. En resumen, este es un (des) gobierno que no tiene capacidad alguna de cambiar para mejor el rumbo de la nación. Todo lo contrario, como lo indican las abrumadoras evidencias. Por consiguiente, es lógico que una mayoría determinante de los venezolanos que permanecen en Venezuela deseen un cambio político y sólo esperen la ocasión para expresarlo. Esa es la ÚNICA oportunidad que tiene la oposición venezolana y, por extensión el país, de conseguirlo.