Pedro Benítez (ALN).- Lenín Moreno es un especialista en sorprender. Ha sido una sorpresa en Ecuador. Y es una sorpresa en América Latina. Tomó fuera de lugar a su antecesor Rafael Correa y ahora al eje La Habana-Caracas. El pausado y reflexivo presidente ecuatoriano desmontó en la ONU, en breves minutos, todos los supuestos logros sociales del chavismo que aún sirven de coartada a sus apologistas.
De todos los discursos pronunciados por los jefes de Estado de América esta semana en el estrado de la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU), el del presidente de Ecuador, Lenín Moreno, es el que más daño político le va a causar al prestigio que todavía pueda tener el régimen instaurado por Hugo Chávez en Venezuela en algunos sectores políticos del mundo.
El mandatario ecuatoriano puso el dedo en la llaga. Describió de manera breve y precisa la pavorosa crisis social que exporta el gobierno de Nicolás Maduro al resto de Suramérica (Leer más: El ataque de Lenín Moreno a Maduro en la ONU).
Que Donald Trump no desaprovechara la ocasión para atacar al régimen chavista como otro ejemplo del fracaso del socialismo era esperable. También que los presidentes Mauricio Macri, Sebastián Piñera, Iván Duque y Martín Vizcarra plantearan ante ese foro mundial la crisis venezolana como un asunto de prioridad para la región (Leer más: Latinoamérica fustiga a Nicolás Maduro en la ONU).
Moreno puso el dedo en la llaga. Describió de manera breve y precisa la pavorosa crisis social que exporta el gobierno de Maduro al resto de Suramérica
Pero Lenín Moreno fue una sorpresa. Sorpresa por su dureza y contundencia. En su discurso apuntó directamente al corazón de la coartada chavista: la lucha en favor de los pobres.
No lo citó por su nombre, pero hizo un llamamiento para que Nicolás Maduro abandone el poder. En su intervención en el debate general de Naciones Unidas dijo: “Nadie emigra por voluntad propia. Lo hacen porque se ven obligados al desarraigo, y a un doloroso desmembramiento familiar y emocional”. De forma contundente recordó que el considerado “padre” de la Independencia de Cuba, José Martí, decía: “Cuando un pueblo emigra, sus gobernantes sobran”. Y a esto añadió: “Sobran aquellos que se perpetúan en el poder, y se vuelven gobiernos sombríos, siniestros, con mafias corruptas”.
Justo antes de hacer esas duras declaraciones, Moreno habló del éxodo provocado por el régimen de Maduro. Dijo que en Ecuador “estamos recibiendo diariamente al menos 6.000 hermanos venezolanos”. Contó que “los niños llegan con sarampión, difteria y poliomielitis; mujeres embarazadas que nunca se han hecho un control”. También dijo que “hemos destinado más de 50.000 vacunas para esos bellos e indefensos niños, y hemos realizado decenas de miles de chequeos de salud a los más de un millón de hermanos que han dejado sus hogares para buscar mejor suerte, en la mayor diáspora de la historia de nuestro continente”.
El cuadro que Moreno describió sobre las condiciones en las cuales Ecuador recibe 6.000 venezolanos todos los días, apunta a un país de origen en el cual hay un Estado que sistemáticamente ha fracasado en suministrar a la población los servicios de salud más básicos.
La difteria, el sarampión y la poliomielitis son enfermedades asociadas a la pobreza que en las últimas dos décadas han retrocedido en el mundo en desarrollo con contadas excepciones, entre las cuales se encuentra Venezuela.
Esa información en boca del jefe de Estado ecuatoriano corrobora las cifras aportadas en los últimos tres años por la Encuesta de Calidad de Vida (Encovi) que las universidades nacionales venezolanas han difundido sobre el drástico incremento de la pobreza y el hambre en Venezuela, así como los datos aportados por las autoridades colombianas que vienen recibiendo la masiva migración de venezolanos pobres.
Esto nos lleva a una pregunta: ¿Dónde queda la efectividad de los masivos programas de asistencia social que el chavismo lleva tres lustros exhibiendo como demostración de sus éxitos?
Hoy los países vecinos a Venezuela están palpando directamente lo que varios expertos venezolanos en el tema de la pobreza y el desarrollo (como el doctor Luis Pedro España) han venido señalando desde hace años: que no hay ninguna evidencia seria que demuestre que las famosas “misiones sociales” hayan tenido algún efecto concreto en la reducción de la pobreza en Venezuela.
Moreno desmontó los supuestos logros sociales que justificarían al régimen chavista. Curiosa, o reveladoramente, Nicolás Maduro no respondió a sus afirmaciones
Según los propios datos del Instituto Nacional de Estadística de Venezuela (INE) la reducción de la pobreza en los años 2004-2008 fue por la vía de los ingresos, consecuencia directa a su vez del mayor auge petrolero de la historia de la economía moderna. No obstante, muy poco de ese gasto fue dirigido a difundir el acceso de los más pobres a bienes públicos como más y mejor educación, más y mejor sanidad pública o más y mejor seguridad social, o a mejoras en la calidad de vida de las ciudades, como transporte, infraestructura, servicios de agua potable y de electricidad.
Esa es la pobreza que hoy Venezuela está exportando. Ya no son sólo los jóvenes profesionales hijos de la clase media los que emigran, también los hacen aquellos a los que la revolución bolivariana prometió redimir.
Es lo que en breves minutos Lenín Moreno denunció, desmontando los supuestos logros sociales que justificarían al régimen chavista. Curiosa, o reveladoramente, Nicolás Maduro no respondió a estas afirmaciones en su intervención del día siguiente (Leer más: Nicolás Maduro expuso en la ONU su gran teoría de la conspiración).
Moreno viene del otro lado de la acera
Hasta ahora Moreno no se ha ubicado entre el grupo de presidentes que han hecho causa común para denunciar la deriva dictatorial y el desastre económico-social provocado por el régimen que encabeza Maduro. Su posición más bien ha coincidido con la de Danilo Medina de República Dominicana y Tabaré Vásquez de Uruguay. Una discreta distancia.
Mientras que los actuales gobernantes de Chile, Argentina y Colombia no ocultan su afinidad política e incluso cercanía personal con varios dirigentes de la oposición venezolana, Moreno no tiene ni ha tenido nunca ninguna relación con ellos. Él viene del otro lado de la acera.
Fue un antiguo militante del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) ecuatoriano que en 2006 acompañó la fórmula presidencial del joven economista Rafael Correa.
Pero precisamente por eso su crítica es la que más golpea al régimen chavista. No se trata de un líder político que desplazó del poder a un gobernante afín al chavismo. Se trata del hombre al que Correa (uno de los más cercanos aliados del expresidente Hugo Chávez) llegara al palacio presidencial de Quito.
Como Chávez, Correa se quería retirar invicto… y de paso cuidarse las espaldas calculando un posterior retorno al poder.
Luego de ser siete años el vicepresidente de Correa, Moreno pasó a un segundo plano ocupando un cargo diplomático. Pero como Correa no tenía sobre Ecuador el mismo grado de control institucional que Chávez, Maduro y Daniel Ortega sí habían alcanzado en sus respectivos países, no quiso tentar la suerte forzando una nueva reelección presidencial inmediata.
Su tan presumida popularidad empezaba a debilitarse junto con los malos datos de una economía ecuatoriana atada al dólar. De modo que fue en busca de su exvicepresidente, un político con trayectoria y prestigio propios. En la cerrada carrera electoral por la Presidencia de 2017 entre el partido oficial y la coalición opositora, el sobrio Lenín Moreno fue la diferencia.
A continuación, para sorpresa de propios y extraños, se desarrolló “la ley de la patada de la historia”, esa tradición no escrita en la política latinoamericana según la cual el gobernante heredero del proyecto político de su antecesor siempre reacciona abierta o veladamente contra su antiguo jefe.
Esa práctica tan vieja como estas repúblicas ha incluidos casos como los de Ernesto Zedillo contra Carlos Salinas de Gortari, Néstor Kirchner contra Eduardo Duhalde o Juan Manuel Santos contra Álvaro Uribe.
No se trata de un líder político que desplazó del poder a un gobernante afín al chavismo. Se trata del sucesor de Rafael Correa (uno de los más cercanos aliados del expresidente Hugo Chávez)
En el caso concreto de Ecuador la trama corrupta de Odebrecht y la pretensión de Correa de seguir influyendo en las instituciones ecuatorianas desde Bélgica hicieron el resto. Así fue como Rafael Correa dejó abierto un flanco en el mapa político de la región.
Por supuesto, Lenín Moreno no puede ignorar el hecho de que Ecuador se ha convertido en el paso obligado de la imparable ruta migratoria de venezolanos hacia el sur de la región, por lo que esto se ha convertido en un asunto de política interna como lo es en Colombia.
Tampoco se puede ser tan ingenuo como para no creer que usa el tema venezolano como otra manera de profundizar las diferencias con su antecesor, que sigue defendiendo la causa de sus amigos de Caracas, pero ahora desde un espacio televisivo en TeleSur. Un ejemplo, por cierto, de cómo la red de alianzas diplomáticas tejidas por Hugo Chávez era más bien de carácter personal que institucional.
Así pues, la pelea política entre Lenín Moreno y Rafael Correa tomará un carácter continental, puesto que conociendo el carácter de este último es previsible que le responda. De ser así, es una disputa en la que el primero contará con la ventaja de tener los datos en la mano y poseer una estatura política desconocida para la mayoría de los observadores.
No debe sorprender el papel que pueda jugar el presidente ecuatoriano en la crisis venezolana.