Nelson Rivera (ALN).- El presidente electo de Ecuador es un hombre insustancial. Entre el motivador profesional y un buen gobernante hay un trecho muy grande. Mientras fue vicepresidente de Correa su papel consistió en revestir de formas amables el verbo furioso de su jefe. Fue un relacionista competente. No se equivocan quienes lo han comparado con Nicolás Maduro. Lenin Voltaire Moreno Garcés, ahora presidente de la República de Ecuador, tenía 46 años cuando fue víctima de un asalto. Año 1998. A las seis de la tarde, dos delincuentes le interceptan en plena calle. El hombre no opone resistencia. Pero esto no logra contener la violencia de los asaltantes, especialmente de uno que le dispara por la espalda. Un tiro a quemarropa. El arma a centímetros del cuerpo. La bala le atravesó la médula. Lenín Moreno salvó su vida, pero no la movilidad de sus piernas.
La política populista y la autoayuda confluyen
Desde su silla de ruedas, Moreno reinventó su vida. El que antes había ejercido como docente amplió su audiencia: se transformó en un motivador profesional. Comenzó a dictar conferencias y a escribir sobre el sí-se-puede, meollo del voluntarismo. Mientras fue vicepresidente de Rafael Correa, en dos ocasiones, fue promotor de programas e iniciativas para personas con discapacidad. En mayo de 2013 abandonó el gobierno. En diciembre fue designado Enviado Especial de la ONU Sobre Discapacidad y Accesibilidad. A comienzos de octubre de 2016, fue anunciada su candidatura: renunció a la ONU y regresó a Ecuador, a protagonizar una campaña electoral donde haría evidentes sus dotes histriónicas.
Desde un comienzo su candidatura estuvo rodeada de interrogantes: ¿Es legítimo que en ejercicio de sus funciones, haya recibido pagos por hasta 10.000 dólares, por dar conferencias en distintas instituciones? Mientras fue funcionario de la ONU y vivía en Ginebra, su salario fue pagado por el gobierno de Correa. Quizás sean estas sombras las que, a lo largo de la campaña, lo estimularon a escribir tuits como éste, el pasado 3 de abril, desde su cuenta en Twitter, @Lenin:
https://twitter.com/Lenin/status/848722530911358977
Orquesta sin partitura
Micrófono en mano, Lenín Moreno luce como un hombre competente. Por ejemplo: sabe hacer chistes. Sorprende a la audiencia con comentarios inesperados. Hace unas pausas que crean expectación, antes de soltar otra frase que vuelve a provocar las risas de quienes le escuchan. Y más: canta con solvencia. Durante su campaña, muchas de sus concentraciones fueron diseñadas como espectáculos político-musicales, donde Moreno ejecutaba fragmentos o piezas enteras de Joan Manuel Serrat o del repertorio de la llamada canción de protesta latinoamericana. En su personalidad predomina el animador de fiesta. Es un hombre de micrófono y karaoke.
La pregunta es entonces -diré, la gran pregunta- por qué si tales son sus habilidades escénicas, evadió una y otra vez el debate con su contrincante en la campaña electoral, Guillermo Lasso. ¿Por qué, el que improvisa chistes, canta con pleno control de su voz y lleva consigo todo un repertorio de frases voluntaristas, no aceptó el desafío de Lasso?
En su personalidad predomina el animador de fiesta
Mi tesis: porque Moreno es un hombre insustancial. Cáscara sin contenido. Entre el chistoso y un buen gobernante hay un trecho muy grande. Mientras fue vicepresidente de Correa su papel consistió en revestir de formas amables el verbo furioso de su jefe. Fue un relacionista competente. No se equivocan quienes lo han comparado con Nicolás Maduro. Maduro no tiene empacho alguno para bailar salsa sobre cualquier tarima, mientras destruye la economía de Venezuela y ordena reprimir a los demócratas que exigen elecciones.
El que no se ría, es un enfermo
Lenín Moreno confía en que los ecuatorianos le sonreirán. Los títulos de algunos de sus libros son reveladores: Teoría y práctica del humor; Ser amables es fácil, divertido y productivo; Los mejores chistes del mundo; Ríase, no sea enfermo, son algunos de ellos. Un tuit del 9 de marzo, decía:
https://twitter.com/Lenin/status/839910372861693953
Y es emblemático, porque toda su campaña fue una avalancha de promesas, más allá de toda lógica: préstamos en dólares para los productores agrícolas, construcción de escuelas y universidades, construcción de 325.000 viviendas, rampas en toda la geografía para el uso de personas que se transportan en sillas de ruedas, crecimiento del empleo y mucho más. ¿De dónde sacará Lenín Moreno los recursos para cumplir con estas metas, si el petróleo continúa a precios bajos? Esta pregunta no tiene respuesta. Se trata del punto donde la política populista y la autoayuda confluyen: la de enunciar generalidades que no terminan en ningún lugar. La de ofrecer sin garantías, bajo el convencimiento de que el malestar del elector podrá calmarse con alguna canción de la Nueva Trova cubana o un buen chiste dicho en el instante preciso.