Rafael Alba (ALN).- El folleto previo a la salida a Bolsa de Spotify, presentado por la compañía de Daniel Ek en la SEC, revela algunas incógnitas sin despejar que amenazan el futuro de la compañía. La fórmula elegida para cotizar permite a los actuales propietarios recoger beneficios.
La noticia financiera más esperada en el mundo de la industria de la música global está a punto de producirse, pero quizá no resulte tan positiva como parecía. Ni para los inversores minoristas, ni para los partícipes en fondos de pensiones cuyos gestores busquen puntas de rentabilidad en las carteras con apuestas osadas. Sí señores, Spotify, la plataforma de streaming fundada por el visionario sueco Daniel Ek, va a cotizar por fin en Bolsa. En un par de meses como máximo, llegará la esperada Oferta Inicial de Acciones (IPO, por sus siglas en inglés) y Wall Street ya le ha puesto la alfombra roja, aunque los motivos para el entusiasmo no estén del todo claros. A menos que uno sea un alto ejecutivo, un propietario o un accionista de Universal, Sony o Warner, los tres grandes imperios discográficos que han encontrado en la compañía escandinava la mina de oro que les hacía falta para renacer cual ave fénix.
Luego no digan que no están advertidos. Piénsenlo: lo mismo no es una buena idea jugarse los ahorros de toda la vida en la partida de ruleta rusa en la que puede llegar a convertirse la salida a Bolsa de Spotify. Por lo menos, si uno presta la debida atención a las advertencias incluidas por los propios responsables de la compañía en el folleto informativo de la colocación que registraron en la Comisión del Mercado de Valores de EEUU (SEC, por sus siglas en inglés) el pasado 28 de febrero. Una interesantísima pieza de literatura financiera, obra del propio Ek, su equipo y los asesores profesionales de la operación que trabajan en Morgan Stanley, Goldman Sachs y Allen & Co. Tres de los mayores bancos de inversión de EEUU. Un potente PDF de 200 folios donde la palabra riesgo aparece mencionada nada menos que en 167 ocasiones.
La noticia financiera más esperada en el mundo de la industria de la música global está a punto de producirse, pero quizá no resulte tan positiva como parecía
Gracias a esta rendición de cuentas de obligado cumplimiento para todas aquellas compañías que pretendan cotizar en el mercado estadounidense nos hemos enterado de algunos datos curiosos.
Por ejemplo, que Daniel Ek se ha rebajado hasta cero su salario fijo. Desde julio de 2017 cobra por objetivos. Una suerte de guiño hacia los inversores potenciales y una demostración de confianza en la estrategia que piensa aplicar en la empresa. Claro que no haber tenido una remuneración base acordada no le ha impedido cobrar. A finales del año pasado Spotify ingresó en la cuenta corriente de su presidente un millón de dólares (819.300 euros), y eso que no había alcanzado todas las metas que había fijado como logros indispensables para cobrar.
El Consejo de Administración, generoso con Daniel Ek
Consiguió dos de tres. La compañía cerró el año con más de 70 millones de subscriptores de pago, tiene 71, y con más de 150 millones de usuarios mensuales activos, ya son 159. Pero volvió a fracasar en lo que se ha convertido en su gran asignatura pendiente: empezar a consolidar un modelo de negocio rentable. Y la primera piedra es conseguir un margen bruto anual holgado. Que haya una diferencia significativa entre el coste del producto que se vende y el precio de venta, sin impuestos incluidos. Por ahora no es así. El gurú sueco se había comprometido a situar ese guarismo en el 25% y ha tenido que conformarse con el 21%.
En un par de meses como máximo, llegará la esperada Oferta Inicial de Acciones y Wall Street ya le ha puesto la alfombra roja, aunque los motivos para el entusiasmo no estén del todo claros
A pesar de ese pequeño inconveniente, los miembros del Consejo de Administración de la firma votaron a favor de que Ek recibiera la retribución que no había conseguido ganarse, según los compromisos adoptados por él mismo. También, es más que probable que el ejecutivo gane algunos euros adicionales en un par de meses. En cuanto Spotify empiece a cotizar. Sobre todo, porque la fórmula elegida para esta operación, una colocación directa, ha sido diseñada de manera que sólo los actuales accionistas vendan acciones en el mercado. No la compañía. O eso explican en estos días algunos expertos en los portales financieros estadounidenses. En principio, el monto previsto para este aterrizaje bursátil es moderado y la capitalización inicial puede quedar fijada en unos 1.000 millones de dólares (819 millones de euros). No es una gran cantidad, pero permitirá a Ek incluir su nombre entre los grandes multimillonarios tecnológicos del siglo XXI. No en vano posee el 24% de una empresa que, si todo sale como se espera, puede llegar a valer entre 15.500 y 18.800 millones de euros, según distintas valoraciones de los bancos de inversión, basadas en los 132,5 dólares (108,5 euros) a los que ha cotizado la acción en los mercados privados de negociación restringida.
Quizá esta sea una justa recompensa para Ek. Un hombre que ha luchado toda la vida por un sueño. Al menos si son ciertas las revelaciones incluidas en una carta personal que el ejecutivo ha adjuntado al folleto financiero informativo que Spotify ha depositado en la SEC. Allí, él se describe a sí mismo como un luchador que ha liberado a los artistas y ha fomentado el arte. Que ha contribuido a destruir los filtros del pasado, esos obstáculos con los que tenían que lidiar los músicos en los viejos tiempos. En su opinión, hoy las compañías discográficas, los costosos estudios de grabación y las radios ya no importan tanto. Los artistas pueden acceder directamente al público, pero se necesitaban plataformas que asegurasen la libre competencia y la remuneración adecuada de los creadores. Fórmulas de negocio que terminaran con el impacto devastador de la piratería.
El gran negocio de los tres imperios de la industria del disco
Al parecer Spotify pretendía ser eso. Pero no lo ha sido, desde luego, más bien se ha convertido en el instrumento de las multinacionales del disco para controlar por completo el mercado, con más efectividad y menos costes que en los viejos tiempos. O eso piensan algunos observadores, quizá malintencionados. Claro que no es de extrañar que el nombre de Ek sea pronunciado con respeto y reverencia en algunos ambientes. En los despachos de Universal, Warner y Sony sin ir más lejos. Las tres grandes tienen un 20% del capital de la plataforma de streaming, lo que supondría plusvalías latentes de unos 4.090 millones de euros, si la operación bursátil prevista sale bien.
Aunque esta enorme cantidad quizá sea lo de menos. Lo de más es, probablemente, el flujo de caja continuo que la compañía sueca ha supuesto para las tesorerías de las grandes disqueras. Según el folleto, en los 12 años de historia de la compañía, la plataforma habría pagado a los artistas y a los tenedores de derechos 8.000 millones de euros, nada más ni nada menos. Una cantidad que justifica en parte los 2.247 millones de euros de pérdidas acumuladas en ese mismo periodo. La mayor parte de ellos, unos 2.000, en el último trienio. Por cierto que la buena relación con estos accionistas que son a la vez proveedores fundamentales, es una de las grandes debilidades de Spotify.
Universal, Warner y Sony son los tres grandes imperios discográficos que han encontrado en la compañía escandinava la mina de oro que les hacía falta para renacer cual ave fénix
Es obvio que la firma sueca no tiene el control de su producto fundamental, que depende de los tenedores de los derechos de las canciones. Son sobre todo cuatro: las tres grandes discográficas antes mencionadas y Merlin, un holding que agrupa a la mayor parte de las empresas independientes. Un póker de ases que posee el 87% de los temas que componen la oferta de la compañía de Ek. Pero, hay más problemas. Como pasó con el plante de Taylor Swift hace unos años, un traspié con un artista poderoso como ella, que acumula más de 24,5 millones de seguidores acreditados, puede poner en riesgo todo el negocio.
Porque la competencia acecha y Apple Music, YouTube, Pandora e incluso Facebook están preparados para aprovechar cualquier oportunidad que se les presente de tomar posiciones en el negocio y sacar del terreno de juego al teórico favorito, en cuanto les sea posible. Ese es desde luego un riesgo potencial importante. Y aún quedan algunos más. Otros aspectos a tener en cuenta que también aparecen en el folleto. El hecho de que los grandes aumentos de la facturación conseguidos han corrido en paralelo con aumentos similares de las pérdidas antes de impuestos. O algunos escándalos que ponen todo el entramado bajo sospecha, como el reciente descubrimiento de un considerable número de cuentas de pago falsas establecidas en Bulgaria por un grupo de hackers que usaban los sistemas de retribución a los tenedores de derechos basados en el número de clicks para estafar a la empresa.
Para acabar de arreglarlo, los resultados del pasado año son espeluznantes. Malos sin paliativos, a pesar de las recomendaciones favorables que los expertos financieros aún prodigan sobre la empresa. En 2017, Spotify obtuvo unos ingresos totales de 4.090 millones de euros, pero las pérdidas antes de impuestos sumaron 1.230 millones de euros. Aunque la buena noticia es que el desfase operativo sólo suma 378 millones de euros y que los otros 974 millones de euros se corresponden con costes financieros, en parte derivados del intercambio de acciones que la empresa sueca cerró en diciembre del año pasado con la china Tencent. No pinta bien, desde luego, hasta tal punto que en el folleto presentado ante la SEC, el equipo de Ek reconoce que hasta ahora no ha sido capaz de encontrar un modelo de negocio rentable al 100% y que tampoco puede asegurar que lo vaya a conseguir en el futuro. Pero lo intentará, por supuesto.
Y, entonces, ¿cómo piensa ganar dinero Spotify en los próximos años? Pues no con los subscriptores. O no sólo. Aunque otro de los puntos fuertes de la gestión de la empresa en el último trimestre es la reducción del porcentaje de bajas trimestrales entre los clientes de pago, capturados casi siempre con el cebo de algunas interesantes ofertas. Este peligroso guarismo se ha reducido a buen ritmo, desde el 7,5% de 2015 al 5,1% registrado en 2017.
Pero los planes pasan por otros proyectos estratégicos. Continuar con la imparable expansión territorial que hasta ahora ha asegurado su presencia en 61 países, explotar la captación de publicidad generalista en competencia con las estaciones de radio, utilizando como arma los patrocinios de pago en sus poderosas playlists, entrar de lleno en la fabricación y comercialización de dispositivos y equipos de alta fidelidad ligados al portal y rentabilizar las toneladas de bigdata geolocalizados que le aporta su impresionante base de usuarios global en constante crecimiento. Y también, por supuesto, la venta de entradas y la participación en el negocio de los conciertos en directo. Eso será a corto plazo… Pero, ¿apostará alguna vez Spotify por convertirse en una discográfica como las demás?, ¿por tener artistas y controlar los derechos de sus temas? En el futuro quizá. No por ahora. No mientras Universal, Sony y Warner mantengan su posición de privilegio en el accionariado de la empresa.