Leticia Núñez (ALN).- Son muchas las semejanzas entre el modelo ecuatoriano y el venezolano: desde el estrecho margen con el que ganaron los sucesores de Rafael Correa y Hugo Chávez hasta el comprometido legado que reciben. Sin embargo, los expertos no creen que el triunfo de Moreno sea un espaldarazo a las políticas de Maduro. Se repite la historia. Que un punto porcentual decida el ganador de unas elecciones presidenciales empieza a ser la norma general en América Latina. Ha sucedido en Ecuador, donde el candidato oficialista, Lenín Moreno, se impuso el domingo en la segunda vuelta al opositor Guillermo Lasso por un 51,16% de los votos frente a un 48,84%. Ocurrió también en Venezuela en 2013. Entonces, un margen incluso más ajustado aupó a Nicolás Maduro a la Presidencia. El sucesor de Hugo Chávez logró un triunfo con el 50,66% de apoyo. Apenas 235.000 votos le separaron del opositor Henrique Capriles, que se quedó en el 49,07%.
Las semejanzas entre los procesos electorales de Ecuador y Venezuela no acaban aquí. Que el carisma no se hereda no supone ninguna novedad. De hecho es, según señalan los expertos, la maldición que sufre Maduro. “El actual presidente se ha quedado con un ejercicio del poder absolutamente desnudo, sin discurso. Maduro no es Chávez. El carisma no se transmite. Chávez era un hombre mucho más inteligente y maquiavélico en el buen sentido”, señaló al respecto el historiador y ensayista Enrique Krauze en una entrevista con el periódico Sumarium. En sus primeras alocuciones como presidente, a Maduro se le vio torpe: se contradecía, inventaba palabras, se equivocaba. Quizás uno de sus deslices menos afortunados, como recuerda la BBC, fue decir en agosto de 2013, durante un discurso en el estado Miranda, que “Cristo multiplicó los penes”, cuando obviamente se refería a la multiplicación de peces y panes relatada en la Biblia como un milagro.
La fama del Gobierno de Venezuela sigue haciendo mella a quienes se presentan como partidarios del socialismo del siglo XXI”
Algo similar sucede entre Moreno y el presidente saliente, Rafael Correa. Se va “un estadista carismático de carácter fuerte y estilo acometedor con un historial de reacciones impulsivas y hasta irascibles”, como le definió el think tank Cidob. Mientras, el Palacio de Carondelet se prepara para recibir a un talante conciliador y una personalidad dialogante. Moreno y Correa. Correa y Moreno. La cara y la cruz.
Si algo ha quedado claro a la vista del escrutinio de las papeletas es que el carisma de Moreno tampoco es el de su antecesor. “Después de la fácil victoria de Correa en las elecciones anteriores, el triunfo de Moreno lució comprometido”, asegura al diario ALnavío José Vicente Carrasquero, profesor de Ciencia Política en la Universidad venezolana Simón Bolívar. En su opinión, el triunfo del candidato oficialista en Ecuador no es ni siquiera un ejemplo de que el llamado “socialismo del siglo XXI” resiste. “En estos momentos, reducido a pocos países, como Nicaragua, Ecuador y Bolivia, parece comenzar a desvanecerse y su fama se deteriora con la grave situación que sufren los venezolanos”, añade.
Tampoco cree que la victoria de Moreno sea un espaldarazo para las políticas de Maduro, pero sí que “la fama del Gobierno de Venezuela sigue haciendo mella a quienes se presentan como partidarios del socialismo del siglo XXI”. Y Moreno es uno de ellos. Ya aseguró en campaña que trabajaría para mantenerlo, aunque eso sí, “con ciertas variaciones importantes”.
Un legado envenenado
Variaciones casi obligadas a la vista del legado que recibe. Es una herencia comprometida. La de Maduro está marcada por la escasez, el desabastecimiento, el endeudamiento y la falta de divisas. Si el sucesor de Chávez tuvo que enfrentarse a un aparato industrial público y privado desmantelado, una producción petrolera estancada y un Estado burocratizado y con altos niveles de corrupción, el panorama que le espera a Moreno en Ecuador no es mucho mejor.
Y es que Correa, tras una década en el poder, se va con la economía en rojo. Desde 2011, cuando el PIB avanzó un 7,9%, el crecimiento no ha hecho más que achicarse en consonancia con la evolución declinante del precio del petróleo. En 2016, pese a la recuperación parcial de la cotización del crudo, Ecuador sufrió una recesión de entre el 1,7% y el 2,3%, una coyuntura que el Gobierno vinculó fundamentalmente al terremoto que azotó Manabí (en la costa occidental).
Nicolás Maduro, como ahora Lenín Moreno en Ecuador, recibió una herencia económica comprometida / Foto: nicolasmaduro.org.ve
El presupuesto del Estado y la cuenta corriente, como recoge Cidob, “son deficitarios”. Además, la deuda pública total se ha disparado hasta casi el 39% del PIB, lo que en octubre de 2016 obligó al Ejecutivo “a tirar de inventiva técnica para no violar el techo constitucional de deuda del 40%”. Ahora, continúa el think tank, “la merma de ingresos y los ajustes fiscales amenazan con estropear lo hecho por el Gobierno de Correa en la reducción de la pobreza o el desarrollo humano”, entre otros aspectos.
En este sentido, la Corporación de Estudios para el Desarrollo de Ecuador ya advirtió antes de la segunda vuelta electoral que ganara quien ganara era necesario adoptar un programa de ajustes severo. Reclaman acompañarlo de una “tregua política” y “sacrificio nacional” para evitar sumir al país en una “crisis sistémica”.
Una última semejanza: ambas son economías petroleras. Aunque en 1998, cuando fue electo presidente Chávez, el precio del crudo venezolano se hallaba en 11 dólares (10 euros) por barril, a partir de 1999 las cosas cambiaron. Los precios vivieron una escalada hasta alcanzar los 88 dólares (82 euros) por barril en 2008 y, aunque caerían en 2009 por la crisis financiera internacional, a partir de 2010 volvieron a crecer y se mantuvieron entre los 84 y los 103 dólares de promedio (entre 79 y 96 euros) entre 2001 y 2014. En el caso ecuatoriano, Correa gobernó con una situación económica inmejorable hasta mediados de 2014, cuando el precio del barril se desplomó: cayó de 100 dólares a 20 (de 94 a 18 euros).
“Los más olvidados de entre los olvidados”
Hasta aquí las semejanzas. Sin embargo, no todo el panorama ecuatoriano es un calco del venezolano.
Mientras Maduro se proclamó “hijo de Chávez”, Moreno parece estar buscando una identidad propia más allá de ser el sucesor de Correa. En este sentido, se ha mostrado a favor de aplicar cambios en el estilo. De hecho, anunció que trabajará en favor de “los más olvidados de entre los olvidados”. Los analistas destacan la imagen pública de Moreno, su carácter, su talante tranquilo y su atención a la exclusión social y a la dependencia.
En ambos casos, la trayectoria política con la que llegó Maduro y llega ahora Moreno es dilatada. El primero fue conductor de autobús, activista y sindicalista antes de ser diputado y, después, canciller. En lo que al presidente electo de Ecuador respecta, su gran logro político como vicepresidente de Correa desde 2007 hasta 2013 fue diagnosticar la situación de los discapacitados en Ecuador. Moreno ayudó a crear una base de datos de personas con discapacidad para brindarles ayuda médica. Es la Misión Solidaria Manuela Espejo, con la que entregó una ayuda mensual de 240 dólares (225 euros) a las familias que cuidan de una persona con discapacidad. Para ellos, Moreno es nada menos que un héroe, el paladín de las causas sociales.
La toma de conciencia sobre los problemas que sufre este colectivo le viene de su experiencia personal: en 1998 recibió un disparo en la espalda durante un robo a mano armada en plena calle; la bala le dañó la médula y como resultado, quedó parapléjico. Lejos de derrumbarse, Moreno, que entonces tenía 44 años, recurrió al humor para superar aquella tragedia. Hoy es autor de una decena de libros de motivación, entre ellos, Ríase, no sea enfermo. “La discapacidad no es incapacidad” es otra de sus frases.
El carisma no se hereda: ‘Nicolás Maduro no es Hugo Chávez. Lenín Moreno no es Rafael Correa”
Natural de Nuevo Rocafuerte, una minúscula localidad de la Amazonía ecuatoriana en la frontera con Perú, Lenín Voltaire Moreno es hijo de maestros de escuela. “Papá era de ideas socialistas y mamá, de ideas liberales. A ellos les gustaba mucho leer. A papá, Lenín; y a mamá, Voltaire”, explicó sobre su nombre. Se licenció en Administración Pública por la Universidad Central de Ecuador y luego se labró una carrera como empresario dedicado a la promoción turística.
Sin trapos sucios… por ahora
Una última diferencia que podría cambiar el rumbo de Ecuador frente a Venezuela. En enero de este año, los delatores del escándalo Odebrecht mencionaron un pago de tres millones de dólares (2,8 millones de euros) a la campaña de Chávez y Maduro (2012-2013). Pero no solo eso. Maduro reconoció en noviembre de 2016 que existe corrupción en la estatal PDVSA. Además, el nombre del presidente venezolano fue incluido en el top 10 de la corrupción en 2016 que elaboran periodistas, académicos y activistas expertos en la lucha contra la corrupción.
En Ecuador, el panorama varía. Pese a que las acusaciones de corrupción marcaron el tramo final de la campaña (el exgerente de la estatal Petroecuador involucró al vicepresidente Jorge Glas en una trama corrupta), a Moreno no han conseguido encontrarle trapos sucios. Al menos no por ahora. En julio, sus rivales dentro del partido revelaron que los gastos de su estancia en Ginebra habían sido financiados por el Gobierno ecuatoriano en vez de por la ONU, donde trabajó como enviado especial sobre Discapacidad y Accesibilidad, pero apenas tuvo recorrido. También fue criticado por recibir un salario similar al de un embajador. Sea como fuere, Moreno ya ha proclamado vía Twitter que inaugurará “el gobierno más limpio de la historia”. “Vamos a erradicar completamente la corrupción. ¡Cuento con ustedes ecuatorianos!”, concluyó.