Antonio José Chinchetru (ALN).- No hace mucho parecía que América Latina caminaba con paso firme hacia la superación de los autoritarismos, tanto de derechas como de izquierdas. Sin embargo, Venezuela, Cuba y Nicaragua son agujeros negros de totalitarismo que persisten sin que haya señales de que vayan a ser solucionados. Además, el riesgo de involución a través de las urnas en varios países es muy real.
América Latina ha avanzado mucho, y en el buen camino, en los últimos años. Las dictaduras militares de extrema derecha son un triste recuerdo de un pasado que se nos presenta ya como muy lejano. Tampoco parece que el tsunami populista de ultraizquierda que hace unos años parecía que iba a abnegar toda la región vuelva con la fuerza de antaño. Sin embargo, quedan problemas de este último tipo por resolver y existe el riesgo real de una involución hacia el socialismo del siglo XXI y otro tipo de autoritarismo en varios países de la región.
Hace tan sólo unos meses parecía que la región avanzaba con paso firme hacia la democratización definitiva
Hace tan sólo unos meses parecía que la región avanzaba con paso firme hacia la democratización definitiva, con alguna triste excepción, y que en poco tiempo el populismo iba a ser cosa del pasado. El macrismo lucía triunfante e imparable en Argentina. Sebastián Piñera ganaba las elecciones presidenciales en Chile ante una izquierda que se iba radicalizando de forma progresiva. En Paraguay, Horacio Cartes, del derechista Partido Colorado, renunció a reformar la Constitución para optar a la reelección tras las protestas ciudadanas.
El tiempo pasaba y seguían llegando buenas señales. En los últimos meses hemos visto como Iván Duque derrotaba en las urnas al candidato del chavismo a la colombiana, Gustavo Petro. También hemos visto como en Perú el presidente Pedro Pablo Kuczynski perdía su puesto por los escándalos de corrupción sin que hubiera asonada militar o revuelta ultraizquierdista de tipo alguno. Y en Ecuador, Lenín Moreno sigue marcando distancias cada vez mayores con el chavismo y dando pasos hacia una mayor democratización del país.
Totalitarismo vivo en Cuba, Venezuela y Nicaragua
Todo esto da pie a mirar el futuro con el optimismo. Pero es engañoso. Hay problemas y amenazas muy reales. El totalitarismo comunista sigue muy vivo en Cuba, controlado con puño de hierro por Raúl Castro. Venezuela se ha enquistado como el otro gran problema regional. El régimen de Nicolás Maduro avanza con paso firme hacia una dictadura de corte castrista cada vez menos disimulada.
Daniel Ortega ha respondido a las protestas ciudadanas con una represión sangrienta propia de las peores tiranías
El protegido de Maduro y Castro, Daniel Ortega, ha respondido a las protestas ciudadanas con una represión sangrienta propia de las peores tiranías que conoció el mundo occidental en el siglo XX y principios del XXI (Ver más: Daniel Ortega aprendió a reprimir de las peores dictaduras del siglo XX). En Bolivia, mientras tanto, el populista Evo Morales sigue cómodamente instalado en la Presidencia.
Los problemas presentes son muy reales, pero en el corto y medio plazo pueden aparecer más. Las incógnitas son varias.
Los riesgos fujimorista y populista
Una reciente encuesta de Ipsos Perú refleja que el presidente Martín Vizcarra es rechazado por 48% de la población y tan sólo es aprobado por 35%. Además, 80% de los peruanos suspenden al Poder Judicial. Todo eso juega a favor de una Keiko Fujimori que hasta ahora ha fracasado en el intento de llegar a la Presidencia. El riesgo de un fujimorismo triunfante a corto plazo es muy real. La incógnita es si la hija del dictador Alberto Fujimori gobernaría siguiendo los pasos de su progenitor o si ha renunciado a la tentación autoritaria. Por el momento no ha dado pruebas de lo segundo.
No se puede saber si López Obrador gobernará como un doctor Jekyll moderado o un Míster Hyde radical
Lo que sí es seguro es que en México va a gobernar Andrés Manuel López Obrador. Hasta ahora, ha dado señales de moderación y de renuncia a su agenda populista más extrema. Lo hizo en los meses previos a las elecciones del 1 de julio en las que venció de forma abrumadora y lo sigue haciendo tras los comicios. Pero la realidad es que hasta que no sea investido presidente –el próximo 1 de diciembre- no se puede saber si gobernará como un doctor Jekyll moderado o un Míster Hyde radical. Incluso puede comenzar como el primero y evolucionar hacia el segundo para contentar a los sectores más extremistas entre quienes le apoyan.
En Brasil la victoria del Partido de los Trabajadores (PT) es casi segura en las elecciones presidenciales de octubre. Si la justicia termina inhabilitando a Luiz Inacio Lula da Silva para presentarse, la cosa no cambiará mucho. El candidato que él designe y apoye lo tendrá muy fácil para hacerse con el poder. Una vez más, lo que ocurra después es un misterio. En el PT conviven sectores moderados, próximos a una socialdemocracia a la europea, con radicales de ultraizquierda. Incluso el propio Lula da Silva se debatió entre ambas corrientes cuando fue presidente. En el interior fue un moderado, pero en la política exterior se alineó con los autócratas del ALBA.
El Colombia, que resistió al tsunami del socialismo del siglo XXI en los años de mayor potencia del chavismo, el riesgo populista ha vuelto a ser conjurado. Sin embargo, la extrema izquierda se ha reforzado. De esta manera, el riesgo sigue presente de cara al futuro.
La incógnita argentina
El macrismo triunfante ya no lo es tanto. La abrumadora victoria en las elecciones legislativas de 2017 auguraba a Mauricio Macri una cómoda victoria en las presidenciales de 2019. Los desmanes del peronismo (y en especial los de la época del kirchnerismo) parecían por fin superados en Argentina. Sin embargo, la situación económica y el rescate del Fondo Monetario Internacional han dado la vuelta al panorama, y no existe apuesta segura para la próxima vez que las urnas se abran en el país austral para elegir presidente (Ver más: Mauricio Macri pecó de excesiva satisfacción tras la victoria electoral de 2017).
América Latina, o al menos una parte importante de los grandes países de la región, parece no encontrar un modelo de estabilidad democrática
Tan factible es que Macri repita en la Casa Rosada como que lo reemplace un peronista. Suena con fuerza el nombre del gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey. Milita en las filas del kirchnerismo, si bien es un moderado dentro del Partido Justicialista y no se caracteriza por una gran virulencia contra el actual presidente argentino. Sería, en principio, un mal menor. Pero dos años en política dan para mucho, y el peronismo ha mostrado en el pasado que tiene una fuerte tendencia hacia líderes de corte autoritario. Por lo tanto, nada garantiza que si se da la alternancia en Argentina esta se produzca entre moderados.
América Latina, o al menos una parte importante de los grandes países de la región, parece no encontrar un modelo de estabilidad democrática. En algunos casos hay ausencia de cambio pacífico en el poder (Venezuela, Cuba y Nicaragua son los casos más graves). En otros, la alternancia que se da, o que se puede producir es entre una derecha moderada y un autoritarismo más o menos indisimulado tanto de derechas (Perú) como de izquierdas (Argentina, Brasil y México). La falta de un modelo afianzado de democracia basada en partidos mayoritariamente moderados sigue siendo el gran riesgo para la región.