Daniel Gómez (ALN).- El empeño de esta mecenas venezolana es brindar un lugar para el arte latinoamericano en los manuales de historia. Sin embargo, descarta la posibilidad de crear un Museo Cisneros. Prefiere que el muestrario se exponga en las principales instituciones del planeta y no esté anclado eternamente en un lugar.
Patricia Phelps de Cisneros sabe que Latinoamérica es un lugar donde el realismo mágico no es solo un movimiento literario. Natural de Venezuela y habitual viajera, ve cómo lo cotidiano armoniza con lo fantástico generando un hervidero de ideas que cocina metáforas, lienzos y esculturas. Sin embargo, hay una cosa que se le escapa.
Considera incomprensible que Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Jorge Luis Borges llenen bibliotecas y librerías en todo el mundo, mientras no hay rastro de escultores y pintores latinoamericanos en las principales galerías. Se está dejando la piel por destapar a estos artistas desconocidos.
En octubre de 2016 dio el gran paso. A través de la Fundación Cisneros entregó 102 cuadros y esculturas de Brasil, Uruguay, Venezuela y Argentina a The Museum of Modern Art (MoMa) de Nueva York. Obras que se unen a las 40 que ya había donado años atrás. Se trata de una iniciativa ambiciosa puesto que las composiciones de la brasileña Lygia Clark, el venezolano Alejandro Otero y el argentino Virginio Villalba, entre otros, confluyen por las mismas rutas donde se ubican las obras de Salvador Dalí, Max Bill y Vincent Van Gogh.
La Fundación Cisneros entregó 102 obras al MoMa de Nueva York
Al no exponerse en una sala concreta, sino repartirse aleatoriamente entre autores de diferentes procedencias, las obras de Latinoamérica irán en armonía junto a otros referentes del arte moderno. Así, piano piano, las comunes metonimias que producen los grandes pintores europeos o estadounidenses serán también generadas por artistas argentinos, uruguayos, venezolanos o brasileños.
El próximo paso apunta a España. Si el MoMa recibió semejante regalo, las salas del Reina Sofía pueden ser las siguientes en incorporar un jugoso número de obras de la Colección de Patricia Phelps.
Desde que en 2014 fundó el Patronato, mantiene conversaciones con la junta directiva para que el arte de la región se integre en las rutas habituales del museo. Algo que requiere paciencia. La donación al MoMa fue fruto de años de análisis. Ahora se encuentra analizándolo.
La inspiró William Henry Phelps, su abuelo
Patricia Phelps nació entre empresarios y exploradores. Al igual que ellos, es una mujer de alma intrépida que no ha temido a la espesura de la selva para dar al menos con una tribu de la que no se tenía conocimiento y cuyos rituales, instrumentos y cultura se erigen como obras que deberían quedar para la posteridad en cualquier museo de prestigio.
La Amazonía Venezolana es protagonista de uno de los repertorios más famosos de Patricia Phelps: la Colección Orinoco, la cual reúne 1.400 utensilios artesanales sacados de las 12 tribus que conviven en ese trozo del gran pulmón del mundo.
Un trozo que existe gracias a su abuelo, William Henry Phelps. Además de ser conocido por impulsar la primera emisora de radio en Venezuela, 1 Broadcasting Caracas (Grupo 1BC), predecesora de Radio Caracas, a él pertenecen las primeras cartografías de la zona sur del país, así como algunas piezas de la Colección Orinoco.
Su abuelo no solo sembró el gen expedicionario en Patricia Phelps, sino que le trasmitió los valores que ha de seguir todo coleccionista. Éste, cuando abandonó el mundo de las telecomunicaciones, a los 62 años, se dedicó de lleno a la ornitología.
Patricia recuerda el mimo y rigor que dedicaba a cuidar y documentar las aves tropicales de un muestrario que, en aquel entonces, era el más importante del planeta y cuyo destino fue integrarse en el Museo de Historia Natural de Nueva York.
Casi como honor a la memoria de William Henry Phelps, Patricia se ha convertido en la coleccionista de arte latinoamericano más influyente. Colección que, al igual que su antecesor, estudia y documenta con delicadeza.
Patricia Phelps está en la junta directiva de los principales museos del planeta / Foto: Fundación Caixa
La madre de Patricia, Katherine Phoeb Deery, más conocida como Kathy Phelps, y su padre, William Henry Jr., continuaron sumergidos en el mundo de la ornitología y no dudaban en explorar el sur venezolano siempre que tenían un rato. No obstante, si se conoce cuáles son sus hobbies es porque disfrutan de una fortuna que tuvo origen en el conglomerado que fundó su abuelo en 1920, el ya citado Grupo 1BC.
Y puede parecer hasta raro, pero en la historia del apellido no figura ningún coleccionista de arte hasta Patricia, quien, eso sí, contagiada por los versátiles exploradores-empresarios de su árbol genealógico, decidió lanzarse hacia ese mundillo cuando conoció a su esposo, Gustavo Cisneros.
Se casó con Gustavo Cisneros por amor al arte
Gustavo, propietario de la Organización Diego Cisneros, acumula, según Forbes, una fortuna de más de 4.000 millones de euros (aproximadamente 4.343 millones de dólares). A la cabeza del grupo está Venevisión, que es el canal televisivo más importante de Venezuela y una de las pocas empresas privadas que no han sido arrastradas por el vendaval del gobierno bolivariano, como sucedió con Radio Caracas Televisión (RCTV), la televisora del Grupo 1BC, expropiada por Hugo Chávez en 2007.
Si desde fuera puede verse el enlace entre los Phelps y los Cisneros como una unión destinada a tiranizar las telecomunicaciones en Venezuela, lo cierto es que el núcleo del matrimonio está formado por el arte.
Gustavo Cisneros nunca se ha excusado en los negocios para no acompañar a Patricia. Él estuvo, por ejemplo, en las expediciones por la Amazonía Venezolana donde se gestó la Colección Orinoco y es también un habitual en los eventos que su esposa organiza con los diferentes museos.
El matrimonio no renuncia a la nacionalidad venezolana pese a que Nicolás Maduro continúe con el régimen de Hugo Chávez. Eso sí, salvo por temas profesionales, rara vez se dejan caer por Venezuela. Viven entre República Dominicana, Nueva York y Madrid. Sin embargo, Patricia Phelps siempre anhela esa Venezuela próspera de los 50, época en la que transcurrió su juventud.
“Era un escenario de incomparable modernidad. Vivimos rodeados de arquitectura moderna. Pienso, por ejemplo, en las Nubes flotantes de la Universidad Central de Venezuela, que es el Calder más grande del mundo…”, decía para La Vanguardia evidenciando esa morriña por un país al que duda volver a ver, en vida, igual.
Hélio Oiticica es uno de los autores predilectos de Patricia Phelps / Foto: Colección Cisneros
Del enlace entre Patricia y Gustavo, en 1972, además de cuatro hijos (Adriana, Andrés, Carolina y Guillermo Cisneros), nació la Fundación Cisneros. Desde ahí Phelps lanza programas de educación para los vecinos latinoamericanos, al mismo tiempo que abre un hueco en la memoria colectiva para el arte de su tierra. En la actualidad, la Fundación reúne colecciones de arte moderno, contemporáneo y colonial, así como la proveniente de la selva amazónica.
La Colección Patricia Phelps de Cisneros, emblema de la Fundación, se consolida en los años 90. Desde entonces, Patricia fue ocupando asientos en los sillones de los museos más influyentes del planeta. En 1992 se incorporó a la junta directiva del MoMa, casi que siguiendo el sendero que tomó su abuelo. Patricia es miembro precursor de las fundaciones del Reina Sofía y el Museo del Prado. En la Tate Gallery de Londres gestiona la comisión de Latinoamérica. Y en estas mismas tareas también se desenvuelve por Berlín, Suiza, París, Brasil y Venezuela, entre otros.
Con todas esas instituciones como galería, ha intentado suministrarle un lugar a los nombres y el arte latinoamericano en el mundo. Sin embargo, para ello, una estrategia que por ahora no contempla es la de crear un Museo Cisneros.
Va en contra de sus ideales. Patricia Phelps pretende que las obras de la colección estén en constante movimiento: expuestas en las principales instituciones del planeta y no ancladas para la eternidad en un lugar concreto.
Huye de la vagancia con el fin de conseguir que cada manual de historia del arte, sea del país que sea, tenga líneas que remitan a los utensilios de las tribus indígenas del Amazonas venezolano o para nombrar al brasileño Hélio Oiticica como uno de los impulsores del Tropicalismo.